Este tema se halla íntimamente relacionado con el
milagro, la sugestión y las apariencias.
Con estas cosas se hacen perfectamente comprensibles
las interpretaciones de ciertas señales atribuidas erróneamente a supuestos
hechos extraídos del desvariante mundo psíquico creador del sobrenaturalismo.
Pero aquí cabe añadir, como en otros casos, otro
elemento que se hace eco de esas interpretaciones fantaseadas: el mutante
inclinado hacia lo misterioso como un acicate emocional, hacia lo oculto,
aquello que se revela incompleto, que se insinúa apenas, permaneciendo como
escondido, o mostrándose a medias. Así, de esta manera, vemos cómo los distintos
tipos psicológicos crean y mantienen dentro de la sociedad humana, distintas
creencias y lo seguiremos viendo en adelante.
Vemos también que la necesidad de creer permanece
siempre como telón de fondo y que las creencias, por supuesto, no siempre
necesitan ser de carácter religioso. Basta con que se crea en algo con poderes
para sosegar el ánimo.
Si una persona tiene sus días contados y los demás lo
saben, se le puede hacer creer lo contrario: que goza de buena salud
(psicofármacos de por medio), lo que le permite ser feliz por unos días.
En lo relativo al esoterismo, la mentira viene
solapadamente, se materializa en el acrisolamiento de lo que está en el exterior
y “viene” hacia el ente receptor, luego de la interpretación particular que ese
ente hace de lo percibido, de la propia naturaleza especial de ese ente proclive
hacia lo misterioso, y finalmente de la creación imaginativa que le nutre con
ese material
En general, al hombre siempre le atrajeron los
misterios y las influencias de esta tendencia la podemos ver reflejada en las
noticias periodísticas y en las novelas. Lo oculto, lo apenas sospechado atrae,
subyuga y el sujeto goza con la emoción que eso le reporta. La curiosidad juega
aquí también un papel relevante.
La psique para equilibrarse existencialmente necesita
de estímulos, cambios, emociones Aquello que se muestra todo de una vez, que se
conoce bien, que se hace evidente de inmediato, deja de interesar, pero aquello
que solo se insinúa, que siempre deja un remanente oculto, envuelto en un hálito
de misterio, mantiene la intriga y estimula.
La literatura y la cinematografía de misterio siempre
han tenido su buen número de adeptos, al igual que el sempiterno tema del sexo,
porque ambos temas estimulan.
Embarcado en el esoterismo, es una forma de vivir en
la irrealidad propia del mundo de la mente y una reminiscencia del antiguo mundo
mágico que se superpone a ellas.
La ciencia es minimizada, todos sus postulados caen,
considerándosela asentada sobre bases falsas y las fuerzas ocultas para el
ocultista son las verdaderas acciones del universo, que se manifiestan cuando
son desencadenadas por actos o pensamientos humanos.
La psique se agiganta, ya no hay distancias
interestelares que se miden por megaparsecs, la inmensidad del universo no
cuadra; todo lo físico se esfuma o sirve sólo como herramienta para manifestarse
lo oculto como voluntad, inteligencia, fuerza.
Por más que se hable de evolución o transformación
física, ya sea de organismos vivientes, estrellas o galaxias, eso son procesos
completamente ajenos en su esencia a lo que subyace , persiste y actúa
ocultamente, que se muestra eventualmente con su poder, de manera que la
verdadera sabiduría se halla desplazada de la ciencia hacia el conocimiento de
los poderes ocultos que se manifiestan aquí y acullá sin revelarse totalmente
jamás al hombre, para dejarlo intrigado, subyugado, empequeñecido, sumiso y
sujeto a los caprichos de esas fuerzas.
Aquí, en esta descripción que he intentado realizar,
se adivina a las claras la índole del hombre y sus necesidades existenciales.
Se adivina el estímulo que necesita la psique que se
diluiría en la nada, es decir en el aburrimiento, si vislumbrara la realidad a
secas de un universo insípido. Todo se tornaría insulso. Una acción que no
apuntara hacia un objetivo carecería de incentivo y quedaría diluida en la
inoperancia.
Toda novela que no encierre alguna intriga, que no
insinúe algún desenlace, manteniendo al lector interesado, precisamente por lo
oculto que encierran las palabras que esperan ser leídas, carecería de interés
alguno.
La novela de la vida exige misterios que sirvan de
estímulos. Ante un hecho tildado de misterioso la mente se detiene, se piensa en
“mil cosas”, queda un interrogante y esto estimula. Si todo se conociera al pie de la letra, si todo
se presentara claro como el agua, el aburrimiento haría presa de todos con
consecuencias deletéreas para la psique, porque los hombres se dedicarían aun a
destruirse los unos a los otros para obtener estímulos existenciales, lo cual
ocurrió y ocurre en diversos ambientes bien estudiados. Las riñas provocadas,
son un ejemplo, como lo son también la drogadicción y los crímenes.
No sólo hallamos el interés vivencial sostenido en el
esoterismo, también podemos observar esa necesidad en las esferas del arte y la
ciencia. El artista innova constantemente buscando nuevos motivos para
estimularse, y estimular a los demás, es decir a los que admiran sus obras y
para quienes en realidad trabaja, pues en ellos se apoya para caminar por la
vida artística.
Si los científicos, por su parte, lo llegaran a
conocer todo y no tuviesen ya absolutamente nada que descubrir, se
transformarían en seres fracasados en sus aspiraciones por falta de estímulo que
significa la intriga por saber siempre algo más de las partículas subatómicas o
algo más del proceso metabólico o algo más del proceso cósmico.
En el terreno acientífico al que pertenecen las
grandes masas de la humanidad ocurre lo mismo: hay necesidad de lo oculto, de lo
misterioso, de lo intrigante. La novela, el cine, la televisión y el teatro nos
confirman en la actualidad lo que ya servía de motor existencial en el pasado
lleno de misterios que luego fueron revelados por la ciencia.
Pero como la humanidad es un abanico entre cuyos
extremos encontramos una gama muy amplia y sin solución de continuidad de tipos
humanos de los más variados, entre ellos hallamos a los predispuestos a aceptar
hondamente los temas esotéricos, que se hacen voceros y sostenedores de esa
visión del mundo, tal como los sacerdotes lo hacen con sus respectivos credos.
Se trata de personalidades que presentan exacerbada la
natural inclinación de toda la humanidad hacia lo oculto, misterioso y viven
sumidos en un mundo acientífico, mágico, escenario de contiendas entre fuerzas
contrarias o de pujas por parte de fuerzas que pugnan por avanzar entre
obstáculos.
¿Primero está el obstáculo y después la fuerza, o
primero la fuerza y luego los obstáculos? Lo importante para el ocultista
convencido, es que hay una pugna, el universo adquiere sentido, es un aparato
montado plagado de dificultades en cuyo seno sobrenadan voluntades que luchan,
se revelan apenas a veces, más notoriamente otras, sin llegar nunca a una
manifestación clara, total, triunfante de los obstáculos, aunque se sospecha que
alguna vez esto será logrado.
Todo es imaginado como un juego, algo quiere avanzar,
se ve trabado, pugna y avaza hacia su meta, ayuda a los espíritus de los hombres
también en la lucha, siempre hay un objetivo por delante, siempre existe un
aliciente, lo oculto aflora, busca algo, tiene metas y finalmente adivinamos que
todo ese mundo es un desvarío mental, todo se halla en la mente con dualidad de
resultados, es decir, por una parte tenemos el motivo existencial en que
consisten las metas, ese algo a ser alcanzado, anhelo irrenunciable de todo
hombre en su afán de sobrevivir fijándose metas, como por ejemplo un mundo
mejor, mayor felicidad, deseo hedónico por excelencia, gozar, disfrutar más y
siempre más.
Por otra parte tenemos que: ya materializadas las
fuerzas ocultas, objetivadas, transformadas en algo exterior a la mente (todo
ilusoriamente), conforman a su vez a ésta, como la conformaba antes la
compulsión a buscar metas y aceptarlas luego.
La creación mental, “esas fuerzas ocultas”, vuelven
como un bumerang a la mente y se suman a los motivos existenciales, se hacen uno
con la primitiva concepción y la refuerzan. En otras palabras, primero está la
necesidad mental de crearse motivos existenciales, luego la traslación mental de
esos motivos (metas) hacia supuestas fuerzas ocultas y finalmente creencia en
esa creación mental objetivada con sus metas.
En cuanto al por qué nace la idea y de qué elementos
se compone para su plasmación, en el sentido de que las fuerzas ocultas se
hallan como frenadas, mantenidas desconocidas detrás del mundo material, es
porque se trata de otro reflejo mental.
El hombre siempre se ve obligado a luchar contra la
naturaleza, el medio que se le opone. Ya el bebé debe adaptarse a su exterior a
golpes, chocando con los objetos, experimentando dolor físico en las
contusiones, palpar, ejercer fuerza y hallar resistencia del mundo exterior,
esto se encuentra plasmado en el esoterismo.
No hay entes absolutamente libres ahora, que se pueden
manifestar sin obstáculo alguno; éstos están frenados, deben permanecer ocultos,
pero al mismo tiempo la mente creadora los ha emancipado en su esencia de la
materialidad y de la temporalidad. No se hallan en ninguna parte y están en
todas, en todo tiempo y lugar, anhelos caros de la humanidad que sueña con otra
vida liberada de la materia aplastante.
Hay dualidad y confusión; la mente también se halla en
conflicto consigo misma y la idea del alma inmortal en relación con el medio y
con la propia índole humana, es confusa. Pero la búsqueda afiebrada de una razón
de ser del universo, tiene que dar resultados ilusorios para la mente para no
defraudarla, razón de más para aceptar que las fuerzas ocultas tienden a algo
magno, que triunfarán frente a los escollos con un final novelesco, feliz para
el universo, poniendo punto final a ese entretenimiento. Luego, ¿qué vendrá?
Quizás ya no interese ni se piensa en ello, como tampoco se piensa hasta cuándo
sería soportable el paraíso tan anhelado, sin cambios o contrariedades que
estimulen al ser.
Este es el fondo de la cuestión. Lo lamentable es
cuando los pícaros se aprovechan de los incautos con fines de lucro recurriendo
al esoterismo para engañarlos.
Ladislao Vadas