Hacer carrera eclesiástica es una decisión que en algún momento tienen que tomar quienes optan por transformarse en hombres del clero. La iglesia es una institución y requiere de gente que la gobierne.
Con mayor o menor docilidad a las inspiraciones del Santo Paráclito, hace dos mil años que la esposa de Cristo pivotea entre el cielo y la tierra y, a decir verdad, no le ha ido tan mal, tomando en consideración que no siempre ha tenido los mejores exponentes al mando. En cualquier caso, alguien tiene que mandar y es lícito tener expectativas de hacerlo, sólo que los caminos que conducen a Roma son especialmente sinuosos cuando se entremezclan de manera enrevesada lo sagrado y lo profano.
Desde que trascendió el nombre del nuevo arzobispo metropolitano (y la tradición lo deja en carrera para ser el futuro cardenal primado de la Argentina), se desató un culebrón de proporciones que involucra a purpurados de alta gama, encumbrados dirigentes de las más diversas procedencias y periodistas devenidos en súbitos vaticanistas. Todos tienen algo para decir y nosotros no vamos a ser menos.
Empecemos por reconocer que nos habíamos tirado un pleno por Victor Manuel Fernández, el arzobispo de La Plata. Nos habíamos jugado por Tucho y Francisco se fue a buscar al sucesor de Poli “quasi alla fine del mondo”, como lo dijera de sí mismo hace cuando sus hermanos cardenales lo eligieron como el 266° sucesor de Pedro hace poco más 10 años. Efectivamente, José Ignacio García Cuerva, flamante arzobispo electo de Buenos Aires, desplegó su ministerio episcopal hasta el pasado 26 de mayo en Río Gallegos y los amigos lectores recordarán que en Santa Cruz, el kirchnerismo y sus curas colonizados, se llevaron puesto al último obispo salesiano.
Lo segundo que se impone aceptar es que no está en nuestro ánimo ir contra el Santo Padre. Le pese a quien le pese, no podemos renegar del filial afecto que sentimos por Bergoglio, ¡figúrense que hasta emulamos el plural mayestático al escribir! Pero no es menos cierto que se hace realmente difícil ensayar defensas en su favor cuando mete un rebaje y de Romano Pontífice se empeña en dirimir la interna de la sub-comisión de bochas del Club Social y Deportivo Juventud Unida de Santa Isabel, provincia de La Pampa.
Mire, cómo decirlo, es más fuerte que él, desde chiquito que viene estudiando para ser Papa, siempre le gustó el poder y sabe qué hacer cuando lo tiene. Es un animal político al que no le gusta perder ni a la payana y se molesta cuando lo desconocen. La designación de un peronista confeso al frente de la arquidiócesis porteña, hay que leerla como una señal de incondicionalidad con los propios y de impiedad con los otros. Así que, mejor, no lo desafíen...
En modo alguno lo hace para escandalizar a las viejitas que escupen avemamarías por las dudas ni se trata de una provocación gratuita a la feligresía gorilona. No. Nada de eso. Es un gesto hacia el interior de la jerarquía eclesiástica argentina, tallada a imagen y semejanza de Francisco. De hecho, de los 92 obispos que hay en el país, 49 fueron nombrados por Bergoglio. La Conferencia Episcopal es la fuerza de choque espiritual con la que Francisco hace sentir directamente su influencia.
De manera que no es un guiño al kirchnerismo sino una demostración de poder interna, a la que robustecerá en el próximo consistorio cuando cree a los nuevos cardenales, entre los cuales cabe contabilizar desde ya a García Cuerva.
Actualmente son 122 los miembros del Colegio Cardenalicio con derecho a voto ante un eventual cónclave y 81 fueron designados por Jorge Mario Bergoglio, de modo que podría haberse asegurado los dos tercios que se necesitan para escoger a su sucesor, si no fuera porque 13 están al filo de perder su condición de electores en razón de alcanzar los 80 años de edad.
El dato curioso es que 7 de ellos fueron elevados a la dignidad cardenalicia por el propio Francisco, lo cual hace pensar que realmente creyó que su pontificado sería breve y confirma que es un buen amigo de sus amigos. Entre los 6 restantes, se encuentra Leonardo Sandri, actual Vicedecano del Colegio Cardenalicio y enemigo íntimo de Bergoglio.
En cualquier caso, es claro que Francisco acelera hacia una inminente convocatoria del Sacro Colegio para nombrar nuevos Príncipes de la Iglesia. A propósito, nuestro país cuenta con 4 cardenales pero sólo dos revisten la calidad de electores: el recientemente jubilado Poli y hasta el 18 de noviembre de este año el nombrado Sandri. A no dudarlo que su reemplazo está entre los 6 arzobispos activos nombrados por el Papa, aunque no debería extrañarnos si los hace cardenales a todos (Azpiroz Costa, Fernández, Garcia Cuerva, Rossi, Sánchez y Scheinig). Y échenle un ojo al de Córdoba: Angel Sixto Rossi, jesuita y amigo del padre Jorge desde 1976 (al igual que Ernesto Giobando, que ingresó a la Compañía de Jesús cuando Bergoglio era el superior de la orden y hoy es obispo auxiliar de Buenos Aires, un hombre de muy bajo perfil pero de la más absoluta confianza de Francisco, por lo que vigilará de cerca a su nuevo Jefe).
Apenas si empezábamos a fantasear con una posible visita de Francisco para el año que viene y ya nos autoboicoteamos la idea. Como bien nacido en el porteño barrio de Flores, a Jorge Mario le gusta el tango y vaya que le deben resonar con nostalgia los versos de Caminito porque “desde que se fue, nunca más volvió”.
Sin embargo, hoy, en Argentina, se entiende mucho más fácilmente el pasaje de la euforia al bajón si se dice “cajeteala piola gato”. Si los acordes son sacros, puede entonar Su Excelencia Reverendísima Jorge Ignacio.