En el marco de una crisis económica fulminante, acompañada de un debilitamiento explícito de los liderazgos políticos en todas las expresiones partidarias y de coaliciones, los argentinos asistieron el último fin de semana al fin de una etapa intensa de demostraciones tragicómicas en la elección de precandidaturas nacionales, provinciales y municipales que competirán en las PASO, creadas y urdidas en 2009 a instancias de Néstor Kirchner.
El fallecido expresidente, por entonces consorte y primer damo de Cristina Fernández de Kirchner, las concibió con el exclusivo objetivo de empiojar a la oposición, ya que desde aquel momento sus partidos Frente para la Victoria, Unidad Ciudadana y Frente de Todos jamás las usaron por la inherente tendencia de imprimir el verticalismo, y por consiguiente el uso del dedo para las designaciones.
En este año 2023 las PASO fueron el motor para que todos jueguen el mismo juego, incluyendo al kirchnerismo que, hasta último momento, bregó por evitarlas, por presentarse con una fórmula presidencial única que, de la mañana a la noche, cambió sustancialmente bajo presiones de índole diversa cuando faltaban apenas 24 horas para el cierre de las listas.
La fórmula conformada por el actual ministro de economía Sergio Massa y el actual jefe de gabinete del gobierno Agustín Rossi desplazó de un plumazo a la que batía el parche con alegría, integrada por el ministro del Interior Wado de Pedro y el ex jefe de gabinete hasta hace dos meses, Juan Manzur. La presentación de esta fórmula atravesó escenas de patetismo nunca visto, por ejemplo, que De Pedro se lanzara solo con un spot en el que su presunto vice no figuraba. El tucumano, al final, zafó del papelón por pura carambola.
En el sector disfrazado de peronista lo único que sobra son las mañas, la viveza criolla y los juegos por debajo de la mesa. Con esos trucos Massa pudo dar vuelta la tortilla en el aire, impulsado por su fuerte deseo de ser precandidato a presidente con una fórmula única, para que se activara la endeble institucionalidad en el espacio oficialista. Gobernadores y cegetistas jugaron silenciosamente con la hipótesis de que Massa era el único candidato potable frente a un hijo de la “generación diezmada”, y un encaprichado Daniel Scioli dispuesto a rebelarse. ¿Los argumentos? Massa necesitaba la chapa para seguir negociando con un Fondo Monetario Internacional cerrado para el envío de fondos, para no abandonar el ministerio por falso orgullo, y para que el país no cayera al abismo más profundo. La propuesta secreta fue: “siempre se puede caer más bajo”.
Con un presidente dibujado y una vicepresidenta que expuso por primera vez el grado de debilidad que arrastra desde hace tiempo como líder infalible, los mensajeros -armadores en estas lides- lograron que ambos cedieran, cada cual a su modo. Alberto Fernández se conformó con poner a Rossi para una vicepresidencia dudosa al final del camino, y a Victoria Tolosa Paz como segunda diputada bonaerense. Un negocio corto. Los gobernadores y la CGT bendijeron a Massa. Cristina le entregó la lapicera a su hijo -un tanto abyecto para negociar- para que armara las listas de Senadores y Diputados de la provincia, el único bastión que les interesa a ambos.
Pero, siempre hay un pero, a último momento el mayor herido en esta contienda interna, Juan Grabois, puso la nota disonante en el cierre de listas, presentando una boleta corta optando por la precandidatura como presidente de la Nación. Su indignación lo sacó de la cama luego de bajarse de esa postulación porque “Wadito” lo representaba. Para él Massa es el peor de todos, su límite personal. Razón por la cual, el kirchnerismo irá a unas PASO por primera vez en la historia del mecanismo nestorista. Siempre hay uno que arruina la fiesta.
Lo que está en juego, al margen de los espectáculos políticos mediatizados a diestra y siniestra es, nada más y nada menos, la aberrante situación en que viven hoy los argentinos, apaleados por una inflación anualizada de 140% que distorsiona los precios en el consumo, la depreciación de los salarios, una increíble caída del consumo de artículos de primera necesidad, un peso desvalorizado y sin piso, un retroceso importante en la producción, barreras sin razón a la exportación y la importación de insumos, un Banco Central con los números en rojo, una inseguridad indetenible en los centros urbanos de clase media y baja. En suma, problema de extrema gravedad que el actual gobierno no resuelve por ineptitud, y que deberá ser encarado por la próxima administración que emerja de las elecciones presidenciales de octubre, y noviembre si hay ballotage.
Por esto último, y según predice el actual estado de cosas en el país, el futuro gobierno tendrá, necesariamente, que llegar con todos los planes estratégicamente pensados y delineados, equipos de profesionales y dirigentes dispuestos, en principio, a poner orden en los desaguisados que ya se conocen y los que saldrán a la luz cuando se destape la olla. Hoy estamos menos diez, habrá que llegar al cero para recién ver cómo se pueden implementar las transformaciones que saquen a la Argentina del hundimiento titánico.
Las responsabilidades recaerán en una sola de las tantas ofertas electorales con que se cuenta. Juntos por el Cambio parece ser la posibilidad más cercana, luego de que diriman en las PASO Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich y se termine esa confrontación que solo se entiende si se ponen por delante las ambiciones personales. Ambos presentaron sin problemas sus respectivas listas, de las que participan miembros de los partidos que integran la coalición, y se reflejan en ellas los diferentes apoyos con que cuenta cada uno. Ambos tienen los equipos trabajando a full, revisando el presupuesto nacional punto por punto, definiendo las políticas generales y los pasos más convenientes -también los tiempos- para reformular la economía, el mayor de los problemas del país.
La otra opción es La Libertad Avanza, una opción presidencial basada en una sola persona, Javier Milei. El hombre ha trazado una estrategia en la que él es el único soporte. Aunque resulte repetido la realidad es cruel: no tiene ninguna estructura en las 24 provincias, tiene solo algunos personajes elegidos selectivamente por el prestigio o aquello que simbolizan, o intentan simbolizar, como una oferta liberal, claramente de derecha como se la entiende en la Argentina. Sus declaraciones públicas prendieron en ciertos sectores juveniles, solo dispuestos a aceptar la cara nueva, la indignación contra el resto de los dirigentes políticos, sus apariciones “rockstar”, sus insultos sin prejuicios, y propuestas que la mayoría no entiende. Creyeron desde un principio que la afamada “dolarización” significará que todos manejaremos dólares a partir del 11 de diciembre de 2023. Milei es un fenómeno en la política, surgido del cansancio de la gente al no encontrar una salida al embrollo en que está metida. Tal vez resulte reconfortante si ese disparo en el aire permite que los demás políticos reflexionen acerca de lo que ellos hacen o dicen.
Por último, la izquierda, que lleva cuatro candidatos a presidente y dos boletas cortas en la provincia de Buenos Aires. Es increíble que una fracción de la sociedad que siempre obtiene en las presidenciales no más del 5% tenga semejante oferta electoral. Desde hace décadas que mantienen entre sí las mismas diferencias, aunque todos repitan el mismo discurso “a favor del pueblo”. El egocentrismo no es de derecha ni de izquierda, por lo que se ve. Un psicólogo, ahí, por favor.
Myriam Bregman, Gabriel Solano, Manuela Castañeira y Marcelo Ramal concurrirán a las PASO y aprovecharán la campaña para aparecer en las pantallas televisivas, las radios y las redes. ¿Adónde van? A ninguna parte. Lo suyo es alentar movilizaciones para generar el caos, como hicieron en Jujuy. ¿De dónde sacaron los dineros para bancar el traslado de gente y cascotear al gobernador Gerardo Morales? ¿Cuánto duró la hazaña? Dos días, ¡dos días de revolución!. ¿Es cierto que a veces actúan como franquicia del kirchnerismo que usa los dineros públicos para construir conflictos allí donde no los hay?
Lo dicho merece una reflexión general acerca de la política nacional, porque en ella se asienta el futuro del país, ese futuro que todavía no ven los 45 millones de argentinos, entre los cuales casi la mitad está sumido en la pobreza más indigna, donde 18 millones de personas están fuera del sistema laboral haciendo la propia sin aguinaldos ni coberturas de salud, donde el nivel de la educación cayó a índices nunca vistos en su historia, los hospitales sin insumos ni profesionales, la producción estancada y la inseguridad hace estragos en los centros urbanos a causa del narcotráfico.
¿Alguien cree que así se puede seguir? ¿Quién puede cambiar la historia del país más austral del mundo?