El domingo próximo los argentinos enfrentamos una encrucijada, un momento decisivo, determinante. Vamos a elegir como seguir adelante, tal vez, vamos a elegir si seguimos adelante, o nos sometemos a un suicidio colectivo como jamás se ha visto en la historia de las sociedades modernas. Será una bisagra, un antes y un después.
Y en ese contexto, nos enfrentamos con tres candidatos con posibilidades de acceder a la conducción del país. Está claro, acompaño apasionadamente y sin cortapisas a Patricia Bullrich. Con alma y vida. Pero aun así, voy a empezar describiendo a los otros dos, porque toda posición es relativa. Uno es, en comparación con otro. Con mi metro ochenta y uno, soy alto en comparación a alguien de un metro sesenta y cinco y bajo en referencia a Emanuel Ginóbili, de modo que siempre la comparación es necesaria.
Sergio Massa es el actual ministro de Economía, hace más de un año. Llevó el proceso inflacionario y por ende, de destrucción del salario, a niveles de la hiper de los 89/90. Hizo estallar por los aires el precio del dólar. Sumergió a mas de dos millones de personas en la pobreza. Esos son, sintéticamente, sus antecedentes inmediatos.
Si viajamos un poco en el tiempo, Massa siempre jugó para Massa y para nadie más. Fue el administrador de Anses de Néstor Kirchner, intendente de Tigre por el kirchnerismo. Fue el jefe de Gabinete de Cristina que aceptó el cargo después de la crisis con el campo por las retenciones móviles. Fue candidato testimonial en la lista de diputados en 2009 junto a Néstor y Daniel Scioli, para nunca asumir el cargo para el que fue votado. Volvió a ser intendente de Tigre. En 2013, le convino traicionar a los K, y se candidateó a diputado por su propia lista. Pero en 2019 volvió al redil, acompañó la candidatura de Alberto Fernández y condujo la cámara de diputados en este acuerdo nefasto que destrozó al país. Al fin, vía “apriete” se quedó con la candidatura presidencial.
Otra vez, una breve síntesis de la historia de este postulante, un ególatra que siempre apostó por si mismo. El que iba a meter presos a los “ñoquis de La Cámpora” y ahora gobierna con esos ñoquis y se postula con los votos justamente de ellos. Massa es la continuación de la decadencia, el fin de la esperanza, la consolidación de las mafias, el triunfo de los Insaurraldes que saquean el Estado, que te quitan tu futuro, que te roban. Es vía libre al narco que se ha expandido en los últimos años con complicidad por acción u omisión del propio peronismo.
Otra de las opciones de este trío competitivo es Javier Milei, un pretendido economista “técnico” que recita el índice de dos o tres libros de la materia para despertar admiración entre sus fanáticos, por el solo hecho de recordar algunos títulos que luego no puede desarrollar. Un personaje pintoresco y siniestro a la vez, que salió a la vida pública desde los paneles televisivos de programas de bajo presupuesto.
Postula la libre compra y venta de niños, de órganos, de armas. Todo sujeto a las reglas del mercado. Las personas con problemas económicos podrán solucionarlos vendiendo su riñón izquierdo o a su propio hijo, y defenderse del delito adquiriendo un arma con el mantero de la esquina. Los padres podrán desconocer a sus hijos y abandonarlos a la buena de Dios, o en su defecto, reconocerlos y comercializarlos, distintas maneras de deshacerse de ellos.
Los niños y los ancianos parecen ser una obsesión de Milei y su espacio, en definitiva, ambos implican gasto y no productividad. Unos producirán en un futuro que parece no importar, otros lo hicieron en un pasado que ya no le concierne a nadie. Una candidata a diputada de su lista que tiene como profesión disfrazarse, ha propuesto “matar jubilados” y también que los padres puedan desconocer a sus hijos. El libertario anunció el cierre del Conicet, mientras la misma candidata proponía, para saber si el Covid es contagioso, que un enfermo escupa sobre una mesa y una persona sana “chupe” es mesa, para ver si era contagioso. También explica que la Tierra es plana. Lógico, para que querríamos el Conicet si en las listas de Milei, una sola persona encierra el saber universal de todas las ciencias.
No quiero eso. Ha dicho Bullrich que es un salto al vacío. Discrepo con ella en eso. Es mucho peor. Es un salto al atraso, a la contracultura, al tráfico de órganos, de personas, de drogas, a una sociedad caótica. Al desconocimiento de la democracia y la división de poderes, es contratar a Calígula para gobernarnos. Es llevar a la presidencia a alguien que usa como ejemplos de macroeconomía, las mas diversas perversiones sexuales, si incluyen niños mejor. Tal vez por eso, su compraventa le resulte ventajosa.
Por fin, está Patricia. Una persona íntegra. Patricia fue ministra de Seguridad con Mauricio Macri presidente. Cumplió con éxito una misión compleja, en un país que venía de catorce años de peronismo y de libertad absoluta para delinquir. Dio vuelta la taba y redujo todos los índices delictivos del país, enfrentó a los narcos y todas las mafias.
Por otro lado, y en atención a los altísimos niveles de confrontación que le planteó a los K, si Bullrich hubiese tenido el mínimo atisbo de corrupción en su gestión, la hubiesen destruido. Nadie jamás, pudo decir nada del trabajo de la exministra en su cartera. Fue una gestión de una transparencia fenomenal. Nadie tuvo el mínimo margen para objetarla.
Patricia ha combatido, desde los diversos espacios donde estuvo, la corrupción y la tiranía kirchnerista, sin guardarse nada y sin tener nada para esconder, con coraje y decisión, a su propia costa. Y ha desafiado a las mafias sindicales que tienen controlado y preso a este país desde hace décadas. Y ninguno de ellos pudo nunca, decir nada contra ella. Les aseguro, lo hubieran hecho si tuviesen con qué.
La candidata es una persona de bien. Ha construido equipos y proyectos con responsabilidad para gobernar. Ha trabajado incesantemente para convencer a los argentinos de tenemos un futuro posible sin saltar al abismo. Ha ganado el respeto y la admiración de todos por ello. Propone lo que siempre ha exhibido: austeridad y transparencia.
No cabe ninguna duda de que, si tenemos una luz al final de este túnel interminable, esa luz la sostiene Bullrich, con su coraje y su dignidad, su respeto y cuidado por su familia y sus compañeros de ruta. Su abrazo emocionado a cada argentino que se le ha acercado en sus interminables recorridas por el país, muestra la profundo de su espíritu.
Por eso voto y acompaño a Patricia, con alma y vida, hasta el último minuto y las últimas consecuencias. Porque es ella y es su gente, la única posibilidad de dejar un país distinto, de pagar las cuentas pendientes de la política con la sociedad. Nosotros que hemos votado candidatos por pícaros, por vivillos, por cancheros, tenemos una deuda con nosotros mismos: nos debemos, por una vez, que nos guíe hacia el camino de la recuperación, una buena persona. Quiero pagar esa deuda, voto a Bullrich, con alma y vida.