“Para mí esto es algo muy fuerte porque lo
viví con 6 años, mis padres estuvieron allí, mi mamá trabajaba en el ministerio
de Hacienda y fue herida en la cabeza y le trajo consecuencias para toda la
vida. Mi papá, que era delegado sindical, dejó el trabajo y salió a buscarla
pero no pudo llegar a Plaza de Mayo porque los aviones ametrallaban las calles.
Espero que de una vez por todas se haga justicia y se reconozca los crímenes de
sanguinarios que después la historia reciente los tomó como políticos normales,
buenas personas y hasta demócratas. Los que bombardearon, los que iban en los
aviones como veedores y los que luego formaron parte o apoyaron un gobierno que
comenzó con una masacre”, rememora Cecilia, catequista de la Parroquia de San
Telmo, junto a su esposo Julio, y miembros de la Pastoral Social de Buenos
Aires. En estos días, su testimonio adquiere una nueva dimensión puesto que
el abogado José Deguisa pidió hoy que se investigue como crimen de "lesa
humanidad", por ende imprescriptible, el bombardeo del 16 de junio de 1955
en la Plaza de Mayo, donde murieron cientos de simpatizantes peronistas.
Mediante una presentación contenida en diez carillas se determinó, por sorteo,
que deberá investigarla el juez Ariel Lijo, con la intervención del fiscal Luis
Comparatore. Con la presentación del escrito Deguisa busca que se condenen a los
ex pilotos navales y de la Fuerza Aérea que participaron del bombardeo
perpetrado hace 52 años por grupos militares que buscaban derrocar al ex
presidente Juan Domingo Perón y que arrojó cientos de muertos y heridos. Muchos
de ellos eran muy jóvenes cuando se produjo el bombardeo y hoy deben tener entre
75 y 80 años" dijo el abogado, quien aseguró que el " único motivo que me
impulsa a realizar esta presentación es una profunda sed de justicia para un
hecho que aún permanece impune y que representa la mayor matanza de civiles en
el país en un solo día". En ese sentido subrayó que desde la publicación en 2005
del libro Bombas sobre Buenos Aires, del periodista, Daniel Cichero,
estuvo "esperando que alguien pida investigar el tema, ya que el libro
constituye un elemento fundamental para que la justicia investigue; pasaron tres
años y nadie lo hizo, por eso me decidí a hacerlo".
Según Deguisa están "técnicamente dadas todas las condiciones
jurídicas" para que el hecho sea declarado de lesa humanidad y por tanto
imprescriptible, al tiempo que no descartó una eventual presentación ante la
justicia internacional en caso de que no prospere. Al respecto, señaló que la
presentación "está basada en la Convención sobre Imprescriptibilidad de los
Crímenes de Guerra y de los de Lesa Humanidad a la que adhirió la Argentina y
tienen rango Constitucional desde septiembre de 2003", de acuerdo a la
información vertida por Télam.
Un plan no tan simple
Si se observa con detenimiento el documental Maten a Perón,
como también los relatos que ilustran sobre el particular en el libro
Recuerdos de la muerte, de Miguel Bonasso, Mártires y verdugos, de
Salvador Ferla o el filme Evita, quien quiera oír que oiga, de Eduardo
Mignona, es clara que la intención de la Armada como de la Fuerza Aérea fue
travestir un supuesto intento de matar a Juan Domingo Perón cuando en realidad,
lo que se buscaba era provocar una masacre sin precedentes. Los autores
aludidos, como otros del extranjero, coinciden que el plan urdido era sentar un
precedente sangriento y contundente, que muchos vislumbran (no sin razón) como
el comienzo del terrorismo de Estado y la violencia política en la Argentina.
Además, coinciden ampliamente que si se buscaba la eliminación física del
entonces presidente, existían variadas maneras de hacerlo con éxito. Y no,
necesariamente, provocar semejante descalabro.
Aparte, no debe desgajarse del entramado de la conspiración
puesto que la misma preveía otros factores conducentes. Siguiendo su línea, en
el principio buscaron provocar un inexistente conflicto con la Iglesia Católica,
antes aliada del régimen peronista. Como bien ilustra Fermín Chávez en su
biografía sobre el líder justicialista, existían intereses externos muy
preocupados por algunas medidas del justicialismo. El acercamiento a EEUU,
motorizado por los acuerdos petroleros, dejaba sin margen de acción a los
sectores probritánicos, encarnados primordialmente en la oligarquía
agroexportadora. Y desde el Vaticano, el ala conservador aliada de la CIA
pergeñada por Pío XII, veía con muy buenos ojos la iniciativa del cardenal
estadounidense Spellmann de gestar un movimiento democristiano en todo el Cono
Sur, en desmedro del humanismo coherente y concreto llevado adelante por dicho
movimiento en el poder.
Cerrando este cuadro nefasto, la acción de la masonería de
rito escocés, muy enraizada en la Armada, colaboró para que la brecha con la
Iglesia se transformara en un abismo insalvable.
Como se tenía la certeza que era prácticamente imposible
batirlo mediante el ejercicio de elecciones libres, se recurrió a este asesinato
de masas. Y como colofón, en la misma noche, grupos provenientes de una logia
masónica vinculada a la Armada, incendiaron los templos más emblemáticos de
Buenos Aires para hacer creer a la opinión pública (esa farsa continúa hasta
hoy), que lo cometieron “grupos peronistas descontrolados”. Tanto el aludido
Chávez, como Guillermo Patricio Kelly, coinciden en señalar que su autoría hay
que buscarla más por el lado del entonces vicepresidente, almirante Alberto
Teissare, muy ligado a los sectores referidos arriba.
Por todo esto, sería más que conveniente si se aprueba la
iniciativa aludida, se investigue a fondo para por fin desgarrar el opresivo
manto de la historia oficial de una vez y para siempre.
Fernando Paolella