Ningún tema, de entre tantos posibles, parece preocupar más al presidente electo que el planteado por las Leliqs y todos sus correlatos. No hay entrevista o comunicación de Milei que no comience con “superado el problema de las Leliqs avanzaremos con…” Una frase que recuerda a algunas bromas sobre economistas. Como la del náufrago de esa profesión que se estaba ahogando y decía “asumamos un salvavidas”. Y también la esperanza de que el tema pueda ser resuelto de algún modo eficaz, rápido y mágico.
Tiene razón. Si bien se trata de un aspecto que luce lateral, apenas un simple endeudamiento del Estado en moneda local, nadie está en condiciones serias de predecir lo que ocurriría si el Estado dejase de pagar los intereses que paga hoy por las renovaciones de esos bonos de deuda, o redujera la tasa, como sugieren algunos expertos. Tiene por eso sentido volver a explicar aquí la esencia del problema.
Los bancos privados han venido financiando el gasto público mediante la compra al Estado (disfrazado de Banco Central) de un instrumento casi informal e íntimo que se llama Letra de Liquidez o Leliq, emitidos por la autoridad que supuestamente debe controlar que no hagan despropósitos como éste. Al mismo tiempo se neutraliza así algo del circulante falsificado por los Planes Platita, irresponsable e ignorante engendro de Cristina Kirchner.
Para lograr tentar a los bancos, la tasa de interés que paga el Central es similar a la inflación, lo que obliga a imprimir más billetes para pagar esos intereses cada mes, o cada semana. Un enorme contrasentido en un instrumento que supone servir para, justamente, neutralizar los efectos de la emisión al retirar dinero del mercado, que fue prostituido por el gobierno K y que además no sirve y es suicida con altas tasas de interés.
Los bancos han comprometido en ese proceso, con la anuencia y complicidad del Banco Central, tanto su patrimonio como el de sus clientes. Hoy los depósitos en caja de ahorro o cuenta corriente, y obviamente los plazos fijos, carecen de todo respaldo, cualquiera fueran los parámetros que se usaran.
Para cometer el terrible pecado de decir la verdad que todos ven, pero nadie quiere decir, tentados por una tasa de interés impagable, los bancos le han prestado a un deudor fallido, que no tiene patrimonio, ni merece confianza ni tiene crédito alguno. O sea, los bancos están técnicamente quebrados, sujetos al salvataje estatal de una mayor emisión-inflación-endeudamiento. Junto con ellos, lo están quienes han armado negocios financieros y diversas estructuras de` inversión en torno a esas letras. Y ciertamente, los inversores secundarios que invirtieron en esas estructuras tienen en sus manos papeles sin ningún valor, como en cualquier default.
Dentro de ese enunciado, se incluyen los tenedores de Plazos fijos, que le han prestado a entidades insolventes con la garantía de otro insolvente. Allí se anotan grandes empresas, productores, especuladores, financistas y el ahorrista privado, en menor escala.
Infinitamente complejo
El dilema, trilema o multilema al que se enfrenta Milei y al que se habría enfrentado cualquier gobierno racional, es infinitamente complejo. Si se aplicasen las reglas básicas del liberalismo y de la escuela de economía austríaca, los inversores deberían perder su dinero, como ocurre con los acreedores externos en dólares, que padecen los efectos del default argentino, sus prórrogas, quitas, destrucción del valor de sus tenencias, pérdidas que deben absorber quienes tomaron la decisión de prestar mal. Eso incluye a los bancos, las Leliqs, los tenedores de Plazos Fijos, los tenedores de billeteras y otros mecanismos que se basen en esos instrumentos.
Permitir esa quiebra, o verbalizarla, tiene efectos imposibles de medir, y de soportar, además del lobby imaginable, las presiones, y el efecto dominó que iniciaría. Lo que en términos internacionales se resume en la frase too big to fail, que viene aplicando desde hace algunas décadas la Fed, que muestra sus efectos en correlación entre la emisión y la deuda norteamericana a punto que alguien se tome el trabajo de comparar los gráficos. También ha contribuido a destrozar los principios centrales del capitalismo y a garantizar a delincuentes de guante blanco que deberían estar presos de por vida.
Si se tuviesen en cuenta los principios éticos del liberalismo y del capitalismo protestante, un salvataje constituiría también un moral Hazard, o sea, en este caso, las consecuencias de que el Estado salve a alguien de las consecuencias de sus propios actos o de su propia ambición, le permite quedarse con su ganancia de alto riesgo pero anula los efectos negativos sobre él de ese riesgo seguro al que se expuso tentado por el profit fácil. Como tomar un seguro después de chocar el auto manejando borracho y drogado y querer que el asegurador pague el arreglo.
Pese a su inclaudicable vocación de libertario y liberal, Javier Milei no seguirá esa ortodoxia. No hace falta explicar que lo último que necesita el país es una quiebra del sistema, una descapitalización de las empresas, una desconfianza generalizada y que los ahorros de algunos de los ciudadanos desaparezcan de un minuto a otro. No es moralmente liberal, no es capitalista, no es la escuela austríaca, no es lo que esta columna aplaudiría. Pero es la realidad.
Otro camino
Otro camino es intentar conseguir un crédito contingente en dólares con algún formato ad hoc, que pueda ser usado como garantía para emitir algún bono en esa moneda que obre de respaldo al sistema bancario, y por extensión a los Plazos fijos.
Se supone, a menos según algunos importantes referentes en la agonizante dolarización del electo que la presencia de esa garantía creará confianza en el sistema y que eso evitaría una corrida. Pero eso podría tener un cierto valor en caso de que Leliqs y Plazos Fijos fueran dolarizados, un supuesto lejano, lejano. ¿Qué se haría de aquí en adelante? ¿Qué tasa se pagaría? ¿No se crearía una hiperinflación si esos pesos se lanzaran al mercado, o una demanda de dólares con consecuencias muy difíciles de prever?
Una subvariante del punto anterior es directamente convertir esa deuda en pesos en deuda en dólares y conseguir un préstamo externo por esa cifra. En ambos casos, siempre se está suponiendo que el sistema financiero internacional está dispuesto a prestar esos fondos adicionales, salvo que las garantías físicas exigidas, (Vaca Muerta, litio, etc.) fueran tan importantes que resultaran inviables políticamente. No hay moral Hazard en ese mundo.
Luego hay variantes intermedias o combinadas de esas salidas. Carlos Rodríguez, el prestigioso economista ahora renunciante a nada, que tuvo razón al descartar la dolarización obligada propuesta por Emilio Ocampo, sugiere reducir la tasa de interés tanto de las Leliqs como de los Plazos Fijos de 250% a 60%, y ver qué hacen bancos y ahorristas, o sea, si siguen manteniendo sus inversiones o eligen retirarlas, algo también azaroso, como todas las decisiones en las economías no socialistas-estatistas. Una moneda al aire, por aquello de la Acción Humana.
Como la premisa fundamental del león domado es no emitir, con justa razón, todos estos dilemas múltiples surgirán a apenas una semana de que asuma, en la primera renovación de Leliqs, si no antes. Si paga las tasas de hoy, se condena a emitir. Si no las paga, se expone a las reacciones del mercado, que siempre son impredecibles. No sólo un momento de decisión, sino un Rubicón imprescindible de cruzar para poder avanzar no sólo con la eliminación del cepo, sino con todo el plan de ajuste fiscal vital sin crear un caos.
Se recordará que antes de aplicar la Convertibilidad, que logró frenar bastante rápidamente la inflación, Cavallo tuvo la suerte, o la habilidad, de conseguir que su predecesor lanzara el famoso Plan Bonex, que reemplazó compulsivamente los Plazos Fijos en pesos por Bonos en dólares del estado a mediano plazo, lo que permitió salir de una coyuntura similar.
El Toto
La designación de Luis Caputo como ministro de economía presagia que su tarea en esta etapa será encontrar alguna mecánica que permita conseguir fondos frescos en dólares para usarlo total o parcialmente en la solución de este problema crucial, que se verá si logra llevarse adelante voluntariamente u optativamente y no por imposición, quedando en el aire el valor al que se convertirían los pesos a dólares, paso imprescindible en este supuesto. El Toto no es ducho en las otras capacidades que se esperan de un ministro del ramo, pero, al mejor estilo Menem, el punto es resolver el problema hoy. Siempre se pueden cambiar los ministros.
La renuncia a nada de Emilio Ocampo, el vendedor de la idea de la dolarización a Milei tiene dos lecturas: la primera es que su propuesta de dolarizar forzosamente la economía ha muerto. La segunda es que Caputo tiene otras ideas sobre el Banco Central, pese a la reafirmación de su cierre por parte de LLA. La columna cree, además, que el futuro presidente se ha liberado de una carga molesta con esta renuncia. Y que cerrar o incendiar esa entidad no necesariamente borra los problemas que ha creado. Ni los que pueden crearse aunque no existiese.
En todo el proceso se advierte otra ventaja que aporta la adhesión-acuerdo con el Pro: la posibilidad de disponer de gestores experimentados en la administración que se requieren en gran cantidad y calidad para esta etapa, que de otro modo no estarían disponibles. Es de esperar que ninguna intriga, ambición o ego mal manejados rompa esta incipiente alianza.
Javier Milei ha comenzado a transitar el duro, espinoso, pragmático camino de la realidad. Para eso fue elegido, no para que dé clases de ética liberal ni libertaria, que no se pueden dictar a los hambrientos o pauperizados. Tendrá que cambiar muchas cosas. Inclusive a él mismo y a las acciones y delirios de sus leales originarios. El problema del país sólo se soluciona creciendo. Para crecer hay que empezar a cambiar. Para empezar hay que despejar el camino. Para despejar el camino, la transición es más importante que el plan. Porque sin transición exitosa no hay plan que sirva, ni oportunidad de ponerlo en práctica. La primera prueba de fuego está a la vuelta de la esquina.