Durante todo este tan excepcional verano, los habitantes del mundo político, se trate de gobernadores, intendentes, “expertos en mercados regulados”, eternos dirigentes gremiales o crápulas gerentes de la pobreza, se han movido en medio de una extraña niebla que surge de la Casa Rosada; parecen marcianos en Carnaval. La razón es bien simple: Javier Milei no sólo no ha cambiado un ápice cuanto prometió hacer en campaña sino que, con inusitada velocidad, marca la agenda diaria y no está dispuesto a jugar con las reglas tradicionales que sólo han beneficiado a la “casta” a fuerza de extorsiones y concesiones de inicuos privilegios.
Nunca se habían topado con alguien que, simplemente, no acepta amenazas ni presiones y, cuando éstas se producen, se niega a usar los instrumentos legales de los que dispone para frenarlas. Omar Maturano lo comprobó tempranamente cuando avisó, con bastante anticipación, que el sindicato de los conductores ferroviarios (La Fraternidad) haría una huelga para paralizar los trenes; esperaba que el Gobierno reaccionara dictando la conciliación obligatoria pero, simplemente, éste lo ignoró. Concretada la medida de fuerza, fue él quien resultó condenado por la sociedad, cuyos integrantes más humildes fueron los principales perjudicados, en una reiteración de lo sucedido con el reciente paro general que realizó la CGT, comandada por otros sindicalistas repudiados y corruptos.
A los mandatarios provinciales les sucedió algo parecido cuando, a instancias del Gobernador de Chubut, Ignacio Torres, intentaron apretar al Ejecutivo nacional advirtiéndole que cortarían la salida de gas y petróleo del sur y dejarían al país entero sin energía; olvidaron que los yacimientos están concesionados a empresas privadas, y son privados los ductos que transportan los fluidos. El Presidente ganó la pulseada recordándoles los contratos de financiamiento firmados eon el Estado federal y los gobernadores tuvieron que volver al redil.
Y para agravar el cuadro, Milei obtuvo un nuevo e inesperado plazo de casi tres meses con su convocatoria a firmar un acuerdo de diez políticas de Estado para que subsistan en los próximos mandatos con total prescindencia de lo circunstancial. Una vez más, todo el arco político quedó sumido en el desconcierto y obligado a abstenerse de actuar agresivamente hasta entonces. Por cierto, fue una muy inteligente movida y, en un país donde el largo plazo es la semana que viene, no es poco. Todos los gobernadores concurrieron ayer a una reunión previa, con la conspicua presencia de Axel Kiciloff, el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires que pretende ser el nuevo jefe del kirchnerismo, pese a su responsabilidad en tantas catástrofes que, por su soberbia e impericia, están cayendo sobre la Argentina en los tribunales de Nueva York y Londres.
Esta forma diametralmente distinta de conducir al país está generando, en el interior de todos los partidos políticos y en sus respectivas bancadas legislativas, nuevas fragmentaciones que amenazan su existencia misma. El radicalismo, que tiene el gobierno de cinco provincias, se divide entre los pocos que apoyan a la absurda oposición encarnada en su conducción nacional, a cargo de Martín Loustau, y una muy importante fracción que está dispuesto a apoyar el programa de Milei, prometiendo nuevos remezones en la próxima Convención del partido.
El PJ, arrastrado por Cristina Fernández a las peores derrotas electorales de su historia, no consigue hacer pie y, horrorizado, observa como quienes suponía más leales, como el Gobernador de Tucumán, Osvaldo Jaldo, se inclinan a acompañar al Gobierno federal en los fundamentales cambios que propone, y sus liderazgos impuestos a dedo, como el de Máximo Kirchner en la jefatura partidaria en la Provincia de Buenos Aires, son severamente cuestionados. La desesperación cunde en sus filas y pueden llevar a sus dirigentes a imaginar nuevos golpes palaciegos, al estilo de los que organizó sucesivamente Eduardo Duhalde para llegar al sillón, porque saben que, si el modelo Milei llega al mes de junio sin un estallido social, arrasará en las elecciones de medio término y se hará con un montón de legisladores dispuestos a dar al Presidente las leyes necesarias.
Mientras tanto, el extraño “peronismo federal”, que pretende encabezar Miguel Angel Pichetto, ha perdido tanto la brújula (quería ser la renovación, con vistas a acceder al poder en 2027) que se une al condenado delincuente Guillermo Moreno y al feudal Gildo Insfrán, eternizado Gobernador de Formosa, es decir, con lo peor disponible en su paleta de colores, repleta de infinitas y siempre cambiables franquicias. Y el mismo PRO se desgaja entre Mauricio Macri, del lado del Gobierno, y Horacio Rodríguez Larreta, en la resistencia.
En el ambiente periodístico, muy confundido por cierto, proliferan las versiones, muchas veces contradictorias, porque no encuentra a quien creer al concentrarse las decisiones en la muy pequeña y cerrada mesa chica de Olivos, y se ve obligado a poner en permanente duda los dichos de los funcionarios, sean dados en “on” o en “off”. Y todo se le complica porque los estudiosos de la realidad social, como Guillermo Olivetto o la Universidad di Tella, dan cuenta de la contradictoria impresión que reciben en los “focus group”, que prestan voz simultáneamente a la dura situación económico-social que todos vivimos, acompañada por una irreductible confianza y una inédita esperanza en la gestión gubernamental.