Apenas habían pasado horas de la llamada “marcha universitaria” cuando nos enteramos que el sábado de esa misma semana, Cristina Fernández de Kirchner reaparecería en público en Quilmes junto a Mayra Mendoza.
La jugada no podía ser mas obvia: la delincuente condenada por robar los dineros del pueblo había creído ver una cabecera de playa y decidió bajar de su oscura embarcación a tantear la arena.
No hay dudas de que las mayores posibilidades son que se hunda en ella. Pero eso es harina de otro costal. Lo cierto es que su instinto político le dijo que acababa de abrirse una oportunidad.
La cantidad de burradas, de lugares comunes y de antigüedades con las que adornó esa presentación son dignas de ser puestas a competir entre las piezas más ridículas que abundan en sus antecedentes… ¡¡Y mirá que tiene muchos, eh!!
Pero eso tampoco importa mucho a los fines de este análisis. En lo que quiero detenerme un segundo es en preguntarme cuál debería ser la estrategia más adecuada del gobierno y, particularmente, del Presidente, para lidiar con este fenómeno.
Está claro que Javier MIlei (o el equipo que lo rodea) decidió responder con posturas que fueron desde la genialidad de #lachorraestagagá hasta respuestas de técnica económica que se contraponían con las ignorancias que, en ese terreno, había desplegado la condenada.
En algunos lugares clave de LLA se escuchó decir que “estratégicamente” tener enfrente a Cristina Fernández de Kirchner era lo mejor que les podia pasar. No solo eso, sino que había que forzar ese enfrentamiento y mantenerlo vivo.
En ese momento vino a mi cerebro, como si fuera un rayo, la imagen de Marcos Peña, el encumbrado jefe de gabinete de Macri y el cerebro detrás de las estrategias políticas del gobierno de Cambiemos que había diseñado un plan igual, casi un calco de lo que se escucho en LLA luego de la aparición de Kirchner en el conurbano.
La idea de que, confrontando con ella, se resaltaban aún más las discrepancias internas que había en el peronismo y de que se le daba a la “gente de bien” la posibilidad de seguir reafirmando el rumbo libertario y la dirección hacia el cambio cultural, se hizo volvió casi una verdad revelada entre las filas del oficialismo.
Sin embargo, esa misma historia reciente demuestra que -si bien en condiciones en donde las esperanzas de recuperación del país aun sean firmes la estrategia puede ser correcta- si hubiera algún inconveniente en el camino, la decisión de haber mantenido viva políticamente a Fernández podría convertirse en un error mayúsculo.
Fue lo que le ocurrió a Macri y la razón de por qué el que hasta ese momento era el “genio” politico del gobierno (Peña) se convirtió en el señalado por todos como el principal responsable del regreso del kirchnerismo al gobierno.
Cuando en abril de 2018 las esperanzas de la sociedad que había creído en Macri comenzaron a desvanecerse (porque el rumbo del gobierno había empezado a tropezar severamente) el fantasma diabólico de Fernández de Kirchner reapareció y tuvo la posibilidad de armar el caballo de Troya con el que regreso al poder de la mano de Alberto Fernandez y Sergio Massa, justamente porque el gobierno de Macri la había “mantenido viva” hasta ese momento.
No necesito recordar aquí cómo continuó la historia y el precio que pagaron los argentinos medido en atraso, miseria y corrupción a partir de la instalación -otra vez- de esa banda delictiva en el gobierno.
El presidente Milei no puede cometer el mismo error. Yo entiendo que políticamente debe ser muy tentador elegir como adversario a un espantapájaros a quien la mayoría de la sociedad tiene como una chorra.
Pero una cosa son los K y otra es Cristina Fernández de Kirchner. Los K son, efectivamente, una bolsa de gatos en donde se mezcla la ignorancia, la impericia, la corrupción, el matonismo, la falta de escrúpulos y, en muchos casos, la lisa y llana delincuencia. Pero Cristina Fernández de Kirchner es la encarnación del mal. Es algo ontológicamente distinto. No estamos hablando, en el caso de ella, de una simple ladrona. Estamos hablando de un ser maléfico que, como dice el diputado Espert, no está bien de la cabeza.
Por eso, en mi criterio, la postura más inteligente que el gobierno (pero particularmente el presidente Milei) deberían tener frente a Kirchner cada vez que aparece o habla en público es la de la indiferencia mas completa: hacer como si lloviera. Seguir hablando de libertad, de cuál es el rumbo del país, de cuáles son los planes inmediatos y mediatos, cuáles son los mecanismos para seguir sacando a la sociedad de la servidumbre… Nunca abandonar el centro del ring. No darle un solo milímetro de ese foco privilegiado de atención. No ser el que le de la posibilidad de que los reflectores de la opinión le presten atención. Cero. Nada. Que el presidente, después de que hable Fernandez, cuente -como todo comentario- alguna anécdota de cuando atajaba en Chacarita. Que esa sea, por ejemplo, la vara con la que mida lo que la condenada pueda decir. Algo así como si Federico Leloir le respondiera a un adolescente de 17 años que se diviértete en su casa mezclando pociones de lo que él cree será una fórmula exitosa. ¿Le respondería Federico seriamente a ese imberbe?
Que Milei salga a responder en serio (por eso dejé a salvo el hallazgo de #lachorraestagaga) sobre economía a alguien que no distingue un tornillo de una pipa y que, de esa manera, le regale la centralidad de la atención aunque sea momentáneamente, puede pagarse caro luego.
El Presidente no debe olvidar que, mas allá del cambio que la sociedad decidió operar en las urnas el 19 de noviembre pasado, él esta trabajando sobre un cuerpo social que votó al peronismo durante 80 años y cuya mentalidad nació en los pañales de la Casa de Contratación de Sevilla: darle relevancia a alguien que sigue sosteniendo esos disparates es como tentar al alcohólico con el perfume del licor.
Hoy el Presidente, aun con los enormes escollos que se empeñan en ponerle, está avanzando (aun sin leyes que alienten la productividad, la inversión, el trabajo, la apertura y la desburocratización) en poner en orden los números macroeconómicos que el kirchnerismo había asesinado.
Es más, aún con ese acotado horizonte, ya empiezan a verse resultados que derraman sobre la micro. De resultas de ese escenario la figura del Presidente en particular y las esperanzas de que esto salga bien están en alza. Entiendo que eso pueda envalentonar al gobierno para salir a hacerle morder el polvo a Kirchner. Pero para hacerlo, ineludiblemente, la tiene que traer debajo de las luces de los principales reflectores del país: los medios, los analistas, la prensa… Y eso puede volverse un boomerang el día de mañana frente al menor tropiezo.
La Argentina de los años ‘20 parecía ser un dechado de abundancia, sin embargo, cuando las condiciones internacionales cambiaron y eso impactó negativamente en el modelo de vida que se estaba implementando (el modelo de concepción liberal de la Constitución) la sociedad escuchó los cantos de sirena de los nostálgicos del pasado proteccionista y se entregó a los brazos de los primeros populismos.
El Presidente no debería dar por sentado que la Argentina ahora venera a Milton Friedman. En eso Bregman, la ignorante diputada comunista, tiene razón: el presidente cosechó un estado de furia contra todo lo que el kirchnerismo representaba y concentró el voto de millones de personas cansadas con un modelo agotado. Pero como dijo el filósofo contemporáneo Marcelo Gallardo “siempre con la guardia en alto”, nunca bajar los brazos, nunca entregar (y mucho menos regalar) el centro del ring.
Hay que dejar que Fernández se desgañite hablando sus ignorancias y gritando sus antigüedades: llueve, es solo el sonido de la lluvia. Ni bola, yo sigo trabajando y hablando de los que hago yo; ni me gasto en darle un minuto de mi tiempo a la inutilidad de responder sandeces.
La demagogia barata no puede tomarse en serio. Y la mejor manera de darle una oportunidad es responderle. El horizonte ideal que el gobierno debería tener en mente respecto de Kirchner es una imagen de la película “El Código Da Vinci”, cuando un colega de Robert Langdon -completamente alienado por la búsqueda del Santo Grial- es detenido por la policía luego de querer matar a Robert y a Sophie Neveu en una iglesia: el hombre totalmente sacado, y sin entender que ya todo había terminado para él, sigue gritando incoherencias desde el interior de la patrulla que se lo lleva preso. Así debería terminar Kirchner.
Obviamente quienes están en el día a día de la rosca deben tener otros elementos de análisis de los que nosotros no disponemos. Pero la experiencia del dúo Macri-Peña y la sola imagen de una Cristina Fernández de Kirchner con posibilidades electorales, me causa tanta pavura que solo quise aportar una vision diferente para no darle al pasado ni el mas mínimo resquicio por el que se pueda volver a colar.