Para hoy se espera la reaparición pública del presidente Macri en un acto partidario del PRO en La Boca. Quizás el lugar elegido sea todo un símbolo en la vida del fundador del partido que encontró, de la mano del fútbol, el inicio de su carrera política en ese barrio de Buenos Aires.
Son varios los temas respecto de los cuales se espera que Macri emita una señal. Quienes lo acompañan en el partido quizás destaquen con más importancia lo que vaya a decir respecto del propio PRO, esto es, qué lugar debe ocupar de ahora en más, cuáles son las líneas que el partido va a defender en este escenario político de la Argentina y cómo resolverá las disputas con Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta que otrora fueron los que se presentaban como las alternativas naturales de sucesión.
Quienes no participan del PRO, en cambio, quizás esperen con más ansiedad lo que Macri vaya a decir de su relación con el gobierno y con el presidente Milei: qué es lo que apoya y lo que no apoya; qué hay respecto de una posible fusión de partidos o, al menos, de la formación de una coalición que actúe como un mismo bloque en el Congreso; qué cuestiones de la política económica le parece que habría que profundizar y qué otras habría que modificar… En fin, son varios los rubros que atraen la atención de todos respecto de lo que Macri vaya a decir.
Personalmente creo que el ex presidente va a abstenerse de dar respuestas concretas al menos en materia de las políticas del gobierno. Ayer Macri estuvo reunido por más de cuatro horas con el presidente Milei en la Quinta de Olivos. Es allí, seguramente, donde ambos presidentes hablaron con mayor sinceridad.
La versión que podamos tener nosotros de lo que allí se dijo a partir de lo que Macri diga hoy será muy lavada y cuidadosa. No habrá en ese sentido un sinceramiento abierto de lo que ambos se confesaron hace menos de 24hs. Solo podremos tener acceso a finas sugerencias de las cuales podremos extraer conclusiones tomadas con pinzas.
Con todo cada vez es más notoria la diferencia que hay entre lo que por un lado es la relación personal entre Milei y Macri y, por el otro, lo que es la relación que entre los que están con Milei y Macri.
Muchos dirán que esa es una cuestión sencilla de resolver porque solo hace falta que Milei y Macri les digan a los que están con ellos cómo son las cosas.
Y es allí donde comienzan los inconvenientes. Por el lado de Macri, porque el PRO se ha atomizado de tal manera que el ex presidente y ahora presidente del partido no tiene la capacidad de producir ese alineamiento detrás de una postura única y, por el lado de Milei, porque el propio presidente reconoce que él no es el vértice de la jefatura sino que es su hermana Karina.
A estas dificultades se le suma una inveterda costumbre argentina (o más bien latinoamericana) que imposibilita el hecho de que se constituyan agrupaciones o partidos grandes que conserven una mancomunión apretada alrededor de un set de valores amplio y que luego puedan tener, internamente, matices de diferencias: en la Argentina (o en América Latina en general) la más mínima desviación genera un desprendimiento hacia un partido o una agrupación nueva. La idea de la competencia interna según la cual una línea, circunstancialmente, tome el “gobierno” del partido sin que las otras líneas no solo no lo abandonen sino que se avengan a aceptar la dirección que le imprima la línea que ganó, es completamente exótica para la mentalidad argentina o latinoamericana.
La existencia, por ejemplo, de un “Partido Republicano” en donde conviva un “Donald Trump” y un “Ron De Santis” argentinos o un “Partido Demócrata” en donde convivan una “Kamala Harris” y un “Joe Manchin” argentinos, es completamente extraña en la lógica de la política local.
Esa incapacidad deriva en la atomización ad-infinitum de las agrupaciones políticas lo que genera una dificultad adicional para el acuerdo y el compromiso político.
Líderes como Macri y Milei deberían tener ese inconveniente argentino como una de los principales problemas que impide el avance de soluciones que saquen al país de tanta miseria y postración.
Esta cuestión se conecta con el tema de los “entornos” al que nos referíamos más arriba. En efecto, la terquedad y la intransigencia suele ser mayor en los entornos que en los jefes, quizás por el hecho de que esos entornos quieran mostrarse como más “fieles” que la propia fidelidad exigida por los jefes.
En el caso de PRO y LLA (como así también con decenas de otros partidos aún más pequeños en los que se aprecia una línea tendiente a la libertad económica y a la conservación de valores sociales tradicionales) está claro que lo sugiere el sentido común y la sana crítica sería la fusión en un gran “Partido Republicano Argentino” que -con las diferencias elásticas de sus líneas internas- defienda más férreamente la intangibilidad de la arquitectura jurídica de la Constitución. Pero eso no va a ocurrir. No existe en la Argentina la grandeza, el renunciamiento y la visión de largo plazo que son condiciones necesarias para que esa ingeniería política se concrete.
La presentación del presidente Macri, en ese sentido, a mi modo de ver distará mucho de meterse con estos temas. Es una pena que haya tanto temor público para tomar al toro justo por las astas para que deje de arremeter contra todo intento de ordenar un escenario cuya fragmentación impide que cicatrice.
Hace ya muchísimos años el inefable Ortega y Gasset nos contaba sus puntos de vista sobre lo que él llamaba la “España Invertebrada”, es decir un país sin la capacidad de moverse interconectadamente como un todo armónico y coherente.
Es curioso como el mismo Ortega, en otro de sus escritos, sentenciaba que “España, claramente, no podía darle a sus colonias algo que ella misma no tenía”. Más de 400 años después, en América Latina en general y en Argentina en particular, esa misma invertebración sigue tan vigente como siempre.