Muchos políticos incapaces de abrir su mente a formas comprensivas y armónicas de convivencia suelen recurrir a la justicia atrincherados defensivamente frente a cualquier asunto que no “cuadre” a sus intereses personales.
Disconformes con una realidad que les disgusta, tratan de dilatar así disposiciones que dicen los perjudicarían “gravemente” (sic), enfurecidos por no lograr imponer condiciones respecto de ciertos asuntos en pugna, reclamando derechos de una enorme fragilidad conceptual que convierten los desacuerdos en pujas que terminan en auténticas pesadillas kafkianas.
En muchos de ellos se percibe que no hay deseo de verdad, sino un manifiesto desinterés por asumir la realidad y ciertas evidencias de la naturaleza de algunos asuntos, creyéndose imbuidos de una supuesta superioridad moral y abusando de instrumentos que terminan deformando un mínimo espíritu de convivencia.
El servicio de justicia se abarrota así por la multiplicación de pleitos que podrían ser resueltos mediante acuerdos transaccionales (no necesariamente “consensos” en los que no creemos), donde cada uno de los disconformes cediera su posición irreductible, en busca de alguna forma amigable que lograse satisfacer ciertos egos discordantes.
Estos políticos pretenden imponer así una estructura conceptual que responde a su sentimiento de superioridad respecto de los demás, como si se tratasen de aristócratas que sienten que el derecho “natural” debe estar a su favor, sintiéndose al mismo tiempo como individuos “enciclopédicos” que niegan el valor de cualquier alternativa que se oponga a sus intereses personalísimos.
La estrechez de su campo visual –por decirlo de algún modo-, desaloja de tal modo todo lo que no “entre” en la angosta base de un saber que consideran casi infinito, y les otorga supuestos derechos para imponer la soberbia de sus caprichos.
El servicio de justicia ha quedado así totalmente desacreditado, no solamente por la dilación de las sentencias finales sobre los casos recurridos ante ella, sino por la morosidad del curso de la misma por el abarrotamiento ya mencionado, que convierten las controversias en un festival de impugnaciones maliciosas de litigantes que se sienten imbuidos de un “especialismo conceptual” y se comportan respecto de todas las cuestiones que ignoran con la petulancia de un árbitro inapelable de sus propias razones.
No es el principal abuso de individuos que componen una casta oligárquica. Hay otros. Pero en el caso que analizamos contribuye en grado sumo a la morosidad con que se tramitan asuntos que la mar de veces necesitan resolución urgente en pos del bien común.
Con el tiempo, esta conducta abusiva ha terminado por extenderse a casi todos los diferendos que van surgiendo en el escenario nacional, convirtiendo el “hacer” cotidiano en una verdadera parafernalia que contribuye a mantenernos paralizados desde hace años respecto de lo “esencial”: nadie está dispuesto a aceptar razones, aunque las mismas sean más que evidentes a la luz del sentido común. Un escenario que ha retardado casi “sine die” cualquier esfuerzo de reunificación nacional que permita alejarnos del primitivismo conceptual imperante.
A buen entendedor, pocas palabras.
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Fuerza Aérea Argentina y Gendarmería Nacional interceptó una avioneta narco con 480 kilos de cocaína. El piloto detenido es un excomandante de La Fuerza Aérea Boliviana (FAB), estuvo acusado de asesinato durante las protestas en Bolivia de 2019, había sido detenido en 2022.
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Debemos renunciar a los intereses personales, perseguir intereses comunes, resolver los importantes problemas que enfrentamos, promover el desarrollo social y evitar caer en el atolladero del individualismo y el abuso de poder.
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Lo hemos escuchado y leído mil veces; después de una elección el periodismo nos dice que el candidato ha sido "consagrado". Consagrar es hace algo superior, indiscutible, intocable. Alfonsín hablaba de la institucionalización, luego las instituciones se consagraron. Un tiempo después Néstor y Cris eran instituciones; Hebe institución; Estela institución; las universidades, instituciones; los partidos políticos, instituciones; los sindicatos y las organizaciones sociales, instituciones. Todos irresponsables impunes e intangibles, consagrados. No son actitudes individuales, es un sistema de creencias que impusieron y tratan de explicitarlo lo menos posible, pero lo actúan. Los dirigentes pasan a ser como una oligarquía o una nobleza, o una casta sacerdotal y el resto súbditos. De eso es de lo que hay que liberarse.
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Divide y reinarás dice el dicho, pero pocos se dan cuenta que la forma más rápida de dividir es en grupos, porque les das la orden y los giles se agrupan solos. El idealismo es un abuso platónico de la teoría de conjuntos. Todo es imaginario, los individuos en grupos chicos, los grupos chicos en grupos más grandes, en cada grupo los únicos sujetos son sus representantes o dirigentes; arriba de todo, la sociedad y el estado y del mismo modo, el único sujeto es el que está arriba. Filosofía de la ley del gallinero. Esto es alta filosofía desde Hegel, todavía no refutada en la Academia no porque no sea charlatanería y pensamiento mágico sino por buena educación. Esa es la base filosófica del fascismo, según sui creador Giovanni Gentile.
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El liberalismo no es una ideología, es el rechazo a la ideología fascista que consagra y sublima a los colectivos y a sus dirigentes. Milei no es un líder, no nos enseñó ni nos convenció. Mieli dijo lo que iba a hacer y nosotros ya sabíamos que eso era lo que hay que hacer y por eso lo elegimos. Por primera vez en la historia probamos la verdadera política que es decir lo que hay que hacer y por qué hay que hacerlo. Por primera vez probamos verdadera democracia, que es saber lo que hay que hacer y poder elegir a alguien dispuesto y capaz de hacerlo.
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