Existe actualmente un gran número de la
población mundial que, en mayor o menor medida, y esto depende del país donde se
encuentre, defiende cierta postura cultural o filosófica donde se pretenden
revertir algunas cuestiones o situaciones que se van generando con ciertos
adelantos tecnológicos, ambientales, sociológicos o culturales, especialmente
después del “mayo francés” de 1968, cuando una especie de cambio en la
mentalidad y el concepto de las personas comenzó a difundirse.
Como no podía ser de otra manera, cierto sector del
periodismo se hizo eco de esta corriente y comenzó a reflejar, a modo de
investigación u opinión, y muchísimas más veces con denuncias, esta especie de
males que aquejan a nuestro mundo.
Este nuevo género comenzó a nutrirse de personas que se
encuadran dentro de una especie de “periodismo progresista”, una mezcla rara de
pseudos ecologistas, socialistas y humanistas que pregonan en pos del bien
mundial.
Los temas preferidos de este “periodismo progresista”
son, entre otros, defender los derechos humanos, la ecología, mejorar el nivel
de vida de los más necesitados, la distribución equitativa de la riqueza —o la
redistribución de las riquezas—, por un lado, y oponerse enérgicamente a todo
tipo de represión, la pena de muerte, la discriminación, el capitalismo, el
neoliberalismo, la acumulación y/o concentración de las riquezas, el consumismo,
y, por sobre todas las cosas, enfrentarse al peor de todos los males, la tan
temida globalización.
Por supuesto que ninguna persona medianamente coherente puede
defender la contaminación o la destrucción del medio ambiente, o que existan
pobres e indigentes en ninguna parte del mundo, o de la discriminación o
represión, pero —siempre hay un pero— lo interesante sería, en primer lugar,
develar quiénes son los verdaderos responsables de estos flagelos, luego, cómo
se hace para revertir o prescindir de ellos, y por último, no caer en la
contradicción.
Las naciones que sufren estos males son, en mayor medida,
los países subdesarrollados, especialmente África, Latinoamérica, y Asia, pero
aquí nos tendríamos que preguntar qué hacen estos países para desarrollarse.
Seguramente, un periodista progresista diría que es por
culpa de los grandes capitales, las empresas multinacionales, de las políticas
neoliberales, de la concentración de las riquezas, etc., pero jamás aceptarán
que son subdesarrollados en gran parte por su propia inoperancia, cultura e
idiosincrasia, y como ejemplo podemos citar a Venezuela, que es una nación
extremadamente rica donde la mayoría de sus habitantes están por debajo del
límite de la pobreza; la contracara sería Japón, un país extremadamente pobre en
cuanto a riquezas territoriales e inmensamente rico en tecnología, ciencia,
desarrollo industrial y lógicamente económico.
Tampoco se escucha decir, por parte de este periodismo
progresista, cómo se hace para prescindir o revertir estas situaciones. De ser
así tendríamos que transitar todo un proceso de involución y volver a vivir como
en la Edad Media, dejando de lado la ciencia, la tecnología, cerrar los
laboratorios medicinales o las fábricas para evitar las contaminaciones, por
ejemplo.
Por último —y éste es el punto más interesante— es la
contradicción que despliegan estos periodistas; citemos algunos ejemplos:
Reniegan de la globalización, pero se nutren de Internet y todos, absolutamente
todos, poseen e-mail o web site, difunden sus ideas a través de diarios,
revistas, radio o TV, ¿Y cómo se hace para crear un medio de difusión masiva sin
recurrir a la tecnología, la industria, las fábricas o el capitalismo?
Otro ejemplo clarísimo de contradicción es que se reclama por
hospitales bien equipados para que toda la población pueda tener acceso a la
medicina, cosa que es totalmente lógica y comprensible, pero ¿cómo se hace para
fabricar un tomógrafo, un quirófano o sencillamente un bisturí o una jeringa
descartable sin instalar una fábrica?
Y por supuesto que nadie puede estar en contra de la
educación ¿cómo fabricamos libros o pupitres sin talar árboles, o pintar
escuelas sin una fábrica que haga la pintura? estos ejemplos son tan básicos
como reales, y tan contradictorios como interminables.
Es muy fácil escribir o manifestarse en contra de la
contaminación ambiental, de la globalización, de la pobreza y de muchos otros
males que aquejan a la humanidad, lo que no es fácil es proponer un camino
diferente, cómo revertir estas situaciones y cómo no caer en la contradicción
sin hacer uso de la demagogia y el populismo.
Pablo Dócimo