Con respecto a los OVNIS que décadas atrás
hicieron “tanto barullo” en el mundo entero para quedar hoy un poco eclipsados,
aún persiste para algunos la sospecha de que fueron visitantes de otros lares
del universo para curiosear en nuestro mundo y que una vez satisfechos
regresaron a sus hogares con las nuevas sobre nuestro planeta acuoso y sus
habitantes inteligentes y que quizás regresen algún día si fuera necesario.
La imaginación humana, una vez encendida trabaja sin descanso
y aplicado sobre ella el razonamiento, el cerebro es capaz de elaborar toda una
explicación racional de todos los hechos extraordinarios supuestamente ocurridos
en el pasado, según narraciones de carácter mitológico conservadas por la
tradición o relatos contenidos en los libros tenidos por sagrados que sirven de
fundamento a ciertas religiones.
De esta manera, todo lo tenido por sobrenatural adquiere
carácter de natural; todo milagro, todo prodigio, todo signo extraño, visión
extraordinaria, transformación y transfiguración, obtienen su explicación
racional por medio de la intervención de inteligencias de superhombres que
actuaron frente a un primitivo que nada podía entender, como lo fueron los
representantes de la civilización Asirio-Caldea y del antiguo Egipto, y quienes
escribieron sobre esos fenómenos tal como puede describir un inculto actual de
la selva amazónica, las impresiones que le puede causar una ciudad moderna.
Así es como los personajes que figuraron como sobresalientes
en los distintos pueblos de la Antigüedad, que han sido admirados por su ingenio
para organizar las naciones o por sus doctrinas revolucionarias, rodeados de
hechos extraordinarios, son tenidos por visitantes extraterrestres que se han
puesto en contacto con el hombre para transmitir a éste ciertas formas de vivir,
conocimientos astronómicos, empleo de los materiales para erigir obras,
organizar la agricultura, ordenar social y políticamente a los pueblos, enseñar
técnicas arquitectónicas, etc.
Viracocha, Quetzalcoatl, Osiris, Zaratustra, Jesucristo…
serían entonces visitantes de otras civilizaciones del Cosmos que han venido a
la Tierra con misiones diversas; de tecnificación o de adoctrinamiento, por
ejemplo.
Todos los hechos extraordinarios narrados en los textos
antiguos adquieren una explicación mediante la intervención de los seres
extraterrestres, quienes dominaron la naturaleza gracias a una técnica de
avanzada.
El hecho ocurrido durante el éxodo de los hebreos, cuando
según el texto bíblico, atravesaron el mar Rojo perseguidos por los soldados
egipcios, en cuyas circunstancias se abrieron las aguas formándose dos paredones
líquidos y un corredor en medio que permitió el paso al pueblo hebreo, es
explicado por fuerzas dominantes de la gravedad, aplicadas por los
extraterrestres para separar y represar las aguas, a fin de permitir el paso
para cerrarse después ante las hordas enemigas.
La nube que primero envolvió al ejército egipcio que
perseguía a los hebreos, se dice que fue producida por una nave extraterrestre
para confundir a los guerreros.
El efecto de tironeo de las aguas del mar que se abren, es
producido por dos naves, una a cada lado, que anulan las fuerzas gravitatorias.
Muchos relatos de apariciones de personajes que descienden de
naves de fuego (Véase Biblia: La visión de Ezequiel en Ezequiel 1, 1-28), rayos
que hieren a los guerreros, brazos armados que son obligados a dirigirse hacia
el enemigo para herirle en los campos de batalla, todo es creíble desde una
interpretación ufológica (platillista).
De esta manera, la mentira, el fraude, la pura invención
anclada en la fantasía, no existirían en ningún texto antiguo. Todo estaría
relatado al pie de la letra de lo ocurrido, salvo algunos errores de observación
y de interpretación, dada la falta de conocimientos en la época y de alegorías y
metáforas utilizadas por algunos narradores con el fin de dar realce a la
retórica, pero que, no obstante, dejan un resquicio para adivinar qué fue lo que
ha ocurrido, interpretado como producido por la visita y constante vigilancia
ejercida en la antigüedad por otras civilizaciones alienígenas para dirimir
conflictos, aconsejar o actuar directamente, aun en pleno campo de batalla para
favorecer a determinado bando.
Todo hecho milagroso pasa así a ser algo semejante a la
interpretación que un primitivo puede obtener de un fenómeno provocado por la
técnica moderna.
Los primitivos (antes denominados salvajes) hablan de
encantamientos, pues no encuentran otra explicación. Los hombres de la
antigüedad hablan de milagros, sorprendidos ante la técnica de los
extraterrestres que provocan fenómenos, como la aparición de una imagen en las
nubes que, incluso les habla, o la aparición y desaparición de personas como en
el caso de las visiones.
La antigüedad, plagada de hechos milagrosos, como se
desprende de las narraciones e incluso de los mitos, resulta coincidir con una
época en que las “oleadas” de visitantes extraterrestres eran muy frecuentes con
fines de encausar al género humano, en contraste con nuestros días en que ya no
es dable observar esos prodigios, aunque siempre queda la expectativa de una
nueva visita en la que los personajes se mostrarán con toda evidencia y no como
en aquellos tiempos en que lo hacían como a escondidas de muchos terráqueos,
“eligiendo” a tal o cual candidato para “estudiarlo” o simplemente asustarlo,
conducta que es interpretada como correspondiente a un largo periodo de
observación, por parte de los seres extraños, sin intervención directa en los
asuntos humanos.
El natural antropocentrismo continúa prevaleciendo aun hoy
día en esta neocreencia.
Así como los antiguos humanizaron a sus dioses, también los
ufólogos hablan de “humanoides” cuando se refieren a pobladores de otros
planetas, en contradicción con las ciencias biológicas, como la evolución de las
especies vivientes, la genética y la ecología, que estudian los mecanismos del
transformamiento continuo de los seres vivientes, cuyas formas derivan hacia
múltiples facetas de las más variadas. El espécimen antropomorfo continúa siendo
aceptado inconscientemente, porque la vanidad del hombre filogenéticamente
programada, siempre se halla latente y esa forma es considerada la ideal,
corolario de toda la evolución.
Podrán ser enanitos o gigantes, de cabezas descomunales, de
tez verde (como los marcianos), pero siempre humanoides, porque además de la
tendencia natural hacia la hominización, existe también un anhelo de estar
acompañado el hombre, en el inmenso y enigmático Cosmos, por especímenes
semejantes a él, que sientan como él o que sean ya metas antrópicas alcanzadas,
con las que sueña la humanidad para el futuro, es decir, superhombres de una
inteligencia descomunal.
Esta neocreencia, que se fue difundiendo y arraigando día a
día, busca, afanosamente, un refuerzo en los objetos arqueológicos del pasado y
en las pinturas antiguas.
Todo dibujo que se asemeja en algo a un astronauta con casco,
toda escultura, relieve como el de Palenque, México, que se parece a naves
extraterrestres imaginadas o cápsulas espaciales, es asimilado a las creencias
en los visitantes del espacio exterior, en franco desafío a la ciencia
arqueológica seria, que por su parte explica de otra manera esas similitudes.
Se piensa que, los grandes monumentos como las pirámides de
Egipto, las de los Mayas y Aztecas, no fueron obras exclusivas del terráqueo, al
igual que los grandes monumentos escultóricos como la esfinge de Gizeh; las
esculturas gigantes de la isla de Pascua; las figuras de Nazca, Perú, que he
tenido la oportunidad de avistar personalmente desde una avioneta alquilada.
Desafiando a la antropología, que sabe que el hombre de hace
5.000 y más años era tan inteligente como el de hoy, la neocreencia no acepta
que en la remota antigüedad, el hombre, por sí sólo, haya podido llegar a tener
conocimientos astronómicos y de geometría suficientes para crear esas
construcciones monumentales.
Este hurgar en el pasado, pretendiendo resistir a la
interpretación que da la ciencia de los hechos históricos, aunado con las
señales que ven o se creen ver en el espacio, interpretadas a su vez como
pruebas de visitantes de otros mundos con sus naves, van configurando un
conjunto razonado de elementos que hacen a una creencia de carácter natural, que
se perfila como sólida, desplazante y reemplazante del sobrenaturalismo, aunque
en el fondo puede quedar siempre como un remanente, la idea de un creador.
Es la explicación de los mitos y de la naturaleza de los
personajes mitificados, lo que destruye los fundamentos sobrenaturales de muchas
religiones y la esperanza de los hombres es direccionada hacia un rescate de la
humanidad por parte de ciertas inteligencias del Cosmos, frutos de una natural
evolución a partir de un primer plasma viviente.
Ladislao Vadas