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Tesis navideña

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¿NACIÓ JESÚS UN 25 DE DICIEMBRE?
¿NACIÓ JESÚS UN 25 DE DICIEMBRE?

    Se acerca el 25 de diciembre y por tradición, o lo que se entiende por ella, las familias cristianas se reúnen para recordar el nacimiento de Jesús.

 

    El propósito de la presente investigación es saber cuál es la fecha exacta del nacimiento de Jesús.
A fuer de sincero, quien escribe este dossier considera más importante el sentido tradicional y simbólico de la Navidad, que no se tratará aquí, que si Jesús nació o no nació en diciembre.

    Con este propósito se recorren las opiniones de diversos autores. No está en el ánimo del autor de este escrito ofender la fe de nadie, y cualquier enciclopedia especializada o autoridad eclesiástica puede salvar las inquietudes del lector ocasional.


OPINIÓN DE LOS ESCÉPTICOS

Isaac Asimov


   
Dice el divulgador científico, de familia judía,  en “LA ESTRELLA DE BELÉN” sobre la posibilidad de la aparición de la conocida estrella de Belén que menciona Mateo en cuatro versículos. Expresa “que las combinaciones Venus-Júpiter de los :años 3 a.C. y 2 a.C. se produjeron en la constelación de Leo (...) lo bastante cerca como para impresionar a los astrólogos –se refiera así a los magos del Evangelio o reyes magos para la tradición cristiana posterior-. De forma que nos encontramos con una simple ‘estrella’ anormal que aparece en el horizonte de Judea, próxima a la estrella que es símbolo del Mesías”. Asimov cree que los magos vieron a Régulos, en latín ‘joven rey’, y la asimilaron al Mesías.  Y continúa diciendo “¿No es lógico pensar que los astrólogos partieran al momento hacia Judea para investigar, aunque sólo hubiera sido para comprobar sus propias conclusiones? (...). Ambas conjunciones se produjeron en los meses de verano y de ningún modo en la época del nacimiento de Jesús (... La fecha del 25 de diciembre no tiene garantía bíblica y fue escogida en los tiempos del cristianismo primitivo simplemente para competir con la fiesta de Mitra, que se celebraba aquel día, y para aprovechar la tradición, ya muy sentada, del regocijo general cuando llegaba el solsticio de invierno). (...) Tanto Mateo como Lucas sitúan el nacimiento de Jesús en la época  de Herodes, y dicho monarca murió en el año 4 a.C. o sea que Jesús no pudo nacer después de ese año y, como mínimo, debía de tener dos años de edad en la época de la segunda y más llamativa conjunción”.
    Remata su escepticismo el autor ruso al remarcar “Todo el relato no es más que una explicación ingeniosa, elaborada a posteriori (...). Son simples relatos fantásticos que podríamos despreciar como naderías si no fuera por el hecho de que son ‘nuestros’ relatos fantásticos, los que nos enseñaron a venerar cuando éramos jóvenes impresionables”.
 


QUÉ DICEN LOS EVANGELIOS CANÓNICOS


   
En el Evangelio según San Mateo y en el de San Lucas se menciona el nacimiento de Jesús, pero nada dicen de una fecha determinada. En el de San Marcos y en el de San Juan, no se hace mención a la natividad.
    En el desarrollo de este trabajo varios autores opinarán al respecto.


QUÉ DICE EL CORÁN

   
Jesús, profeta destacado y respetado por los musulmanes, es mencionado 25 veces en el Corán. Al igual que en los Evangelios, no da ninguna fecha de su nacimiento.



SEGÚN LOS AUTORES CRISTIANOS

CORRIERE DELLA SERA

    El “CORRIERE” publica, en Italia, el 9 de julio de 2003 un artículo titulado “JESÚS NACIÓ VERDADERAMENTE EL 25 DE DICIEMBRE”, cuyo autor es  Vittorio Messori. Sorprende al establecer  que Jesús nació el 25 de diciembre.
Dice el periodista italiano: ”Cuando todos están fuera, cuando las ciudades están vacías, ¿a quién — y a dónde — enviar tarjetas postales y presentes con cintas y copos de nieve? ¿No son los propios obispos que vociferan contra esa especie de orgía de consumo a que están reducidas nuestras  navidades? Entonces, engañemos a los bobos y coloquemos todo al 15 de agosto... La cosa no parece imposible. En efecto, no fue la necesidad histórica, sino la Iglesia que escogió el 25 de diciembre para contrastar con las fiestas paganas y substituirlas en  los días del solsticio de invierno:  el nacimiento de Cristo en el lugar del renacer del Sol invicto (...) Fue una decisión pastoral que pode ser mudada conforme a las necesidades. Una provocación, evidentemente, que entretanto se basaba en lo que es (o mejor, era) pacíficamente admitido por todos los estudiosos: la fiesta litúrgica de la Navidad sería una escogencia arbitraria, sin ligación con la fecha del nacimiento de Jesús, que nadie está en condiciones de determinar. Pues bien, parece que justamente los especialistas se engañaron; y yo, obviamente, con ellos.
    En la realidad, hoy, gracias notablemente a los documentos de Qumram, estamos el condiciones de establecer con precisión: Jesús nació mismo un 25 de diciembre.
    Un descubrimiento extraordinario a tomar en serio y que no puede ser sospechoso de fines apologéticos cristianos, ya que la debemos a un profesor judío de la Universidad de Jerusalén.

    Tratemos de comprender el mecanismo, que es complejo pero fascinante. Si Jesús nació en un 25 de diciembre, la concepción virginal se dio obviamente nueve meses antes. Y, en efecto, los calendarios cristianos sitúan en el 25 de marzo la anunciación del ángel Gabriel a María. Pero sabemos por el propio Evangelio de San Lucas que exactamente seis meses antes había sido concebido por Isabel el Precursor, Juan, que será llamado el Bautista. La Iglesia católica no tiene una fiesta litúrgica para tal concepción, en cuanto que las antiguas Iglesias del Oriente la celebran entre el 23 y el 25 de septiembre. O sea, seis meses antes de la Anunciación a María.

    Una sucesión lógica de fechas, pero con base en tradiciones no verificables y en eventos localizables en el tiempo. Así pensaban todos, hasta tiempos recientísimos. En la realidad, parece que no es así.

    En efecto, es justamente de la concepción de Juan que debemos partir. El Evangelio de Lucas se abre con la historia del matrimonio de ancianos, Zacarías e Isabel, ya resignada a la esterilidad, una de las peores desgracias en Israel. Zacarías pertenecía a la casta sacerdotal y, un día el que estaba a servicio en el templo de Jerusalén, tuvo la visión de Gabriel (el mismo ángel que seis meses después se presentará a María, en Nazaret) que le anunciaba que, a pesar de la edad avanzada, él y su mujer habrían de tener un hijo. Deberían llamarlo Juan y sería “grande delante del Señor”.
    Lucas tuvo el cuidado de precisar que Zacarías pertenecía a la clase sacerdotal de Abías y que cuando tuvo la aparición “oficiaba en el turno de su clase”. De hecho, aquellos que en el antiguo Israel pertenecían a la casta sacerdotal estaban divididos en 24 clases que, turnándose en orden inmutable, debían prestar servicio litúrgico al templo durante una semana, dos veces por año. Sabíamos que el clan de Zacarías, o de Abías, era el octavo, en el elenco oficial. Pero, ¿cuándo caían sus turnos de servicio? Nadie sabía.

    Pues bien, utilizando pesquisas desarrolladas por otros especialistas y trabajando sobre todo en los textos encontrados en la biblioteca de los esenios de Qumram, el enigma fue revelado por el profesor Shemarjahu Talmon, el cual, como se dijo, enseña en la Universidad hebraica de Jerusalén. O sea, el estudioso consiguió precisar en qué orden cronológico se sucedían las 24 clases sacerdotales. La de Abías prestaba servicio litúrgico en el templo dos veces por año, como las otras, y una de esas veces era en la última semana de septiembre.
    Por tanto, era verosímil la tradición cristiana oriental que sitúa entre el 23 y el 25 de septiembre el anuncio a Zacarías. Pero tal verosimilitud se aproxima a la certeza porque, estimulados por el descubrimiento del profesor Talmon, los estudiosos reconstruirán el hilo de aquella tradición, llegando a la conclusión que ella provenía directamente de la Iglesia primitiva judeo-cristiana de Jerusalén. Memoria tan antigua cuanto tenaz esa de las Iglesias del Oriente, como confirman muchos casos.

    Así, aquello que parecía mítico asume de repente una nueva verosimilitud. Una cadena de eventos que se extiende a lo largo de 15 meses: en septiembre, el anuncio a Zacarías y en el día siguiente a la concepción de Juan; en marzo, seis meses más tarde, el anuncio a María.

    Con este último evento llegamos justamente al 25 de diciembre, día que, por tanto, no fue fijado al acaso.

    Sí señor, parece imposible proponer la Navidad para el 15 de agosto. Haré por tanto una penitencia, pero, en vez de humillado, emocionado: después de tantos siglos de investigación obstinada, los Evangelios no cesan de reservar sorpresas. Detalles aparentemente inútiles (¿qué importaba si Zacarías pertenecía a la clase sacerdotal de Abías? Ningún exégeta le prestaba atención) muestran de repente su razón de ser, o su carácter de señal de una verdad escondida pero precisa. A pesar de todo, la aventura cristiana continúa”.



EDITORIAL SAN PABLO


   
En un libro de esta editorial-librería, que vende textos cristianos y New Age,  “ENIGMAS DE LA BIBLIA 1”, su autor Ariel Álvarez Valdés manifiesta:

    “Pero ¿Jesucristo nació realmente ese día? No. El 25 de diciembre no es la fecha histórica del nacimiento del Señor. ¿Cuál es, entonces, la fecha exacta? Si bien es posible fijar el año de su nacimiento con bastante aproximación (que fue, paradójicamente, el año 7 antes de la era cristiana), es en cambio imposible saber el día. Porque los datos de los que disponemos resultan escasos para permitirnos averiguarlo (...). Si quisiéramos atenernos a las informaciones bíblicas debemos concluir que diciembre es el único mes en que Jesús no pudo haber nacido. ¿Por qué? Porque el Evangelio de San Lucas nos dice que la noche en que él nació había cerca de Belén unos pastores que dormían al aire libre en el campo y vigilaban sus ovejas por turno durante la noche (2,8). Ahora bien, teniendo en cuenta que diciembre es pleno invierno en Palestina, y que en la región cercana a Belén caen heladas durante este tiempo, además de ser la época que tiene los promedios más altos de lluvias, difícilmente se puede pensar que en ese mes haya habido unos pastores al aire libre cuidando sus rebaños. Todos ellos, rebaños y pastores, permanecen dentro de los establos. Sólo a partir de marzo, al mejorar las condiciones climáticas, suelen pasar la noche a la intemperie. Por lo tanto, si cuando nació Jesús había pastores con sus ovejas a la intemperie, es probable que haya sido cualquier mes del año menos diciembre. ¿Por qué, entonces, celebramos la Navidad el 25 de diciembre? (...).

    Desde muy antiguo los cristianos quisieron fijar la fecha del nacimiento de Jesús para poder festejar su cumpleaños, como se hace con los seres queridos y los personajes importantes. Como no podían averiguarla, se propusieron varias fechas probables. San Clemente de Alejandría, en el siglo III, decía que era el 20 de abril. San Epifanio sugería el 6 de enero. Otros hablaban del 25 de mayo, o el 17 de noviembre. Pero no se llegaba a un acuerdo decisivo debido a la falta de datos y de argumentos ciertos para demostrarlo. Así, durante los tres primeros siglos la fiesta del nacimiento del Señor se mantuvo incierta.  Pero en el siglo IV ocurrió algo inesperado, que obligó a la Iglesia a tomar partido por una fecha definitiva y a dejarla finalmente sentada. Apareció en el horizonte una temible y peligrosa herejía que perturbó la calma de los cristianos y sacudió a los teólogos y pensadores de aquel tiempo. Era el ‘arrianismo’, doctrina así llamada porque la había creado un sacerdote de nombre Arrio, en la ciudad de Alejandría de Egipto. (...) Arrio era un hombre estudioso y culto, a la vez que impetuoso y apasionado. Tenía la palabra elocuente y gozaba de un notable poder persuasivo. Hacia el año 315 comenzó a desplegar una enorme actividad en Egipto, y sus prácticas ascéticas, unidas a su gran capacidad de convicción, le atrajeron rápidamente numerosos admiradores. Pero Arrio pronto empezó a predicar unas ideas novedosas y extrañas. ¿Qué enseñaba Arrio? Su pensamiento puede sintetizarse en lo siguiente: Jesús no era realmente Dios. Era, sí, un ser extraordinario, maravilloso, grandioso, una criatura perfecta, pero no era Dios mismo. Dios lo había creado para que lo ayudara a salvar a la humanidad. Y por la ayuda que le prestó a Dios con su pasión y muerte en la cruz se hizo digno del título de ‘Dios’, que Dios Padre le regaló. Pero no fue verdadero Dios desde su nacimiento, sino que llegó a serlo gracias a su misión cumplida en la tierra. La teoría de Arrio fascinó la inteligencia de muchos, especialmente de la gente sencilla, para quien era más comprensible la idea de que Jesús fuera elevado por sus méritos a la categoría de Dios, que el hecho grandioso e impresionante de que Dios mismo, en persona, haya nacido en este mundo en una débil criatura. El arrianismo, en el fondo, quitaba el misterio de la divinidad de Cristo, y pretendía vana y contradictoriamente poner al alcance de la inteligencia humana una de las verdades fundamentales del cristianismo: que Jesucristo era Dios y hombre desde su nacimiento. Eso lo llevó a abrirse fácilmente camino entre las grandes masas y a extenderse rápidamente en vastos territorios. La habilidad dialéctica de Arrio y su fogosa oratoria logró convencer no sólo al pueblo simple y a numerosos sacerdotes, sino también a dos grandes obispos: Eusebio de Nicomedia y Eusebio de Cesarea. (...) La prédica de Arrio desató una fuerte discusión religiosa dentro de la Iglesia, y los cristianos se vieron de pronto divididos por una dolorosa guerra interna. Fue una lucha general: emperadores, papas, obispos, diáconos y sacerdotes, intervinieron tempestuosamente en el conflicto. El mismo pueblo participaba ardorosamente en disputas y riñas callejeras. Unos decían: ‘Jesús no es Dios’, y otros contestaban con vehemencia: ‘Sí, Jesús sí es Dios’. La doctrina de Arrio se expandió de tal manera que San Jerónimo llegó a exclamar: ‘el mundo se ha despertado arriano’.

    En medio de este acalorado debate, se resolvió convocar a un concilio universal de obispos para resolver tan delicada cuestión, que dividía a la Iglesia en dos bandos antagónicos. Y el 20 de mayo del año 325, en Nicea, pequeña ciudad del Asia Menor, ubicada casi frente a Constantinopla (por entonces la capital del Imperio), dio comienzo la magna asamblea. Participaron unos 300 obispos de todo el mundo y fue el primer concilio universal reunido en la historia de la Iglesia. Los presentes en el concilio, en su inmensa mayoría, reconocieron que las ideas de Arrio estaban equivocadas y declararon que Jesús era Dios desde el mismo momento de su nacimiento. Para ello acuñaron un credo, llamado el Credo de Nicea, que decía: Creemos en un solo Señor Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos. Dios verdadero de Dios verdadero. Engendrado, no creado. Al final del concilio de Nicea el arrianismo fue condenado, y sus principales defensores debieron abandonar los puestos que ocupaban en la Iglesia. (...) A pesar de la derrota, Arrio y sus partidarios no se amedrentaron. Convencidos de estar en la verdad continuaron sembrando sus errores por toda la Iglesia. Y su prédica resultó tan eficaz que siguió logrando gran cantidad de adeptos, a tal punto que unos treinta años más tarde, en muchas regiones no se encontraba un solo obispo que defendiera el credo propuesto en Nicea. Se habían hecho todos arrianos. Frente a este panorama el Papa Julio I, que gobernaba entonces la Iglesia, comprendió que una manera rápida y eficaz de difundir la idea de la divinidad de Cristo, y así contrarrestar las enseñanzas de Arrio, era propagar la fiesta del nacimiento de Jesús, poco conocida hasta ese momento. En efecto, si se celebraba el nacimiento del Niño-Dios, la gente dejaría de pensar que Jesús llegó a ser Dios sólo de grande.
    Pero para ello había que buscarle una fecha definitiva. ¿Y cuál elegir, si no se sabía a ciencia cierta qué día era? Ante la falta de datos, alguien (no sabemos exactamente quién) tuvo una idea genial: tomar una fiesta muy popular del folclore romano, llamada ‘el día del Sol invicto’. Se trataba de una celebración pagana antiquísima, traída a Roma por el emperador Aureliano desde Oriente en el siglo III, y en la cual se adoraba al sol como al dios invencible. (...) ¿Cómo había nacido esta fiesta en el Oriente antiguo? Es sabido que en el hemisferio norte, a medida que se va acercando diciembre (es decir, el invierno), se van acortando los días. La oscuridad se prolonga, y el sol se vuelve cada vez más débil para disipar el frío. Además, sale siempre más tarde y se pone más temprano. En el cielo se lo ve brillar con menos fuerza y menos tiempo. Todo hace temer su desaparición. Hasta que llega el 21 de diciembre, el día más corto del año, y la gente con la mentalidad primitiva de aquella época se preguntaba: ¿Desaparecerá el sol? ¿Las tinieblas y el frío ganarán la partida? ¡Triste destino nos esperaría en ese caso! Pero no. A partir del 22 los días lentamente comienzan a alargarse. El sol no ha sido vencido por las tinieblas. Hay esperanzas de que vuelva a brillar con toda su intensidad. Habrá otra vez primavera, y llegará después el verano cargado de frutos de la tierra. El sol es invencible. Jamás las sombras ni la oscuridad podrán apagarlo. Se imponía el festejo. Y entonces el 25 de diciembre, después de asegurarse de que los días habían vuelto a alargarse, se celebraba el nacimiento del Sol Invicto.

    (...) Ahora bien, para los cristianos Jesucristo era el verdadero Sol. Por dos motivos. En primer lugar, porque la Biblia así lo afirmaba. En efecto, en el siglo V a.C. el profeta Malaquías (3,20) había anunciado que cuando llegara el final de los tiempos brillará el Sol de Justicia, cuyos rayos serán la salvación. Y como al venir Jesús entramos en el final de los tiempos, el Sol que brilló no pudo ser otro que Jesucristo. También el Evangelio de Lucas dice que nos visitará una salida de Sol para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte (1,78). Y el libro del Apocalipsis predice que en los últimos tiempos (es decir, los actuales) no habrá necesidad del sol, pues será reemplazado por Jesús, el nuevo Sol que nos ilumina desde ahora (21,23). En segundo lugar, porque también hubo un día en que a Jesús las tinieblas parecieron vencerlo, derrotarlo y matarlo, cuando lo llevaron al sepulcro. Pero él terminó triunfando sobre la muerte, y con su resurrección se convirtió en invencible. Él era, pues, el verdadero Sol Invicto. Estos argumentos ayudaron a los cristianos a pensar que el 25 de diciembre no debían seguir celebrando el nacimiento de un ser inanimado, de una simple criatura de Dios, sino más bien el nacimiento del Redentor, el verdadero Sol que ilumina a todos los hombres del mundo. De este modo la Iglesia primitiva, con su especial pedagogía, bautizó y cristianizó la fiesta pagana del ‘Día natal del Sol Invicto’, y la convirtió en el ‘Día natal de Jesús’, el Sol de Justicia mucho más radiante que el astro rey. Y así, el 25 de diciembre se convirtió en la Navidad cristiana. (...) La nueva fiesta del nacimiento de Jesús, pues, surgió en la Iglesia no tanto para contrarrestar el mito pagano del Sol que vence a las tinieblas del invierno, sino para impugnar las ideas de Arrio de que Jesús, al nacer, era un hombre común y que sólo después Dios lo adoptó con la fuerza de su Espíritu y lo convirtió en otro Dios. Y gracias a la celebración de la Navidad, la gente fue tomando conciencia de que quien había nacido en Belén no era un niño común, sino un Niño-Dios. Y que desde el mismo instante de su llegada al mundo residía en él toda la divinidad. El primer lugar donde se celebró la fiesta de Navidad fue en Roma. Y pronto se fue divulgando por las distintas regiones del Imperio Romano. En el año 360 pasó al norte de África. En el 390, al norte de Italia. A España entró en el 400. Más tarde llegó a Constantinopla, a Siria y a las Galias. En Jerusalén sólo fue recibida hacia el año 430. Y un poco más tarde arribó a Egipto, desde donde se extendió a todo el Oriente. Finalmente, en el año 535, el emperador Justiniano decretó como ley imperial la celebración de la Navidad el 25 de diciembre. De este modo, la fiesta de Navidad se convirtió en un poderosísimo medio para confesar y celebrar la verdadera fe en Jesús, auténtico y verdadero Dios desde el día de su nacimiento. (...)

    El 25 de diciembre no nació Jesucristo. Es una fecha simbólica. Sin embargo, no pudo haberse elegido un día mejor para festejarlo. Y si alguna vez, con los futuros descubrimientos, llegara a saberse exactamente qué día nació, no tendría sentido cambiar la fecha. Habría que seguir celebrando el 25 de diciembre. Porque lo que se pretendió al fijar ese día, más que evocar un hecho histórico, fue dejar un excelente mensaje. En efecto, muchas veces cuando miramos a nuestro alrededor parece que las tinieblas nos rodearan por todas partes. Y los problemas, las preocupaciones, los dolores, los fracasos, las enfermedades parecen crecer de tal manera que uno llega a preguntarse: ¿Terminarán ahogándonos? Las injusticias, la miseria, la corrupción, la mentira, ¿lograrán sobreponerse? ¿Aumentarán tanto que llegará un día en que el mensaje de amor de Cristo desaparecerá? ¿Será vencido Jesús por tanto mal? El 25 de diciembre es el anuncio de que Jesús es el Sol Invicto. Que jamás será derrotado, aun cuando a veces la vorágine del mundo parece que se lo ha tragado, o que no lo deja actuar.  El 25 de diciembre es el más grande grito de esperanza que tienen los hombres, y que nos recuerda que el Amor no es una utopía impracticable destinada al fracaso. Al contrario. Todo lo que se oponga a Jesús, desaparecerá. Porque él es el verdadero Sol Invicto”.



PADRE JORDI RIVERO


    Da una explicación sobre los calendarios imperantes de la época en que nace Jesús. Expresa; “Cristo vino al mundo durante el Imperio Romano. Los cristianos de los primeros siglos usaban los calendarios de su época que se referían a fechas de acontecimientos importantes para aquel mundo: fechas de emperadores, olimpíadas o el año de la fundación de Roma. A comienzos del siglo VI D.C., el cristianismo se había propagado por todo el imperio. Uno de los hombres más sabios de la época, el monje y astrónomo de Scythia (actual Suroeste de Rusia), Dionisio el Exiguo (el pequeño) recopiló una tabla de fechas para la Pascua utilizando el calendario del emperador Dioclesiano. Entonces, después de muchos estudios y cálculos, quiso reanudar el sistema de cuenta de los años tomando el nacimiento de Jesucristo, Señor y centro de la Historia, como punto de partida. Dionisio señaló el año 753 de la fundación de Roma como el año del nacimiento de Jesucristo. Tomó entonces este año como primero de la era cristiana. Paulatinamente, este nuevo calendario fue tomando importancia primero entre los cristianos y después en el mundo secular. Es el calendario que hoy se reconoce universalmente, aunque en algunas regiones aún utilizan también otros calendarios. Es según este calendario que comenzamos el tercer milenio.

    Aunque Dionisio hizo un buen trabajo, no pudo saber exactamente la fecha exacta del nacimiento de Cristo. Estudios posteriores indican que Cristo nació varios años antes de lo que calculó el monje Dionisio:

    Jesús nació durante el reinado de Herodes el Grande. Los Evangelios y el historiador Macrobio señalan que Herodes murió poco después de la masacre de los Santos Inocentes. También sabemos, según los datos del historiador Flavio Josefo, que Herodes el Grande murió en el año 750 de Roma. Por lo que se deduce que Jesús debe haber nacido antes de ese año.

    Según San Lucas, Jesús contaba con unos treinta años cuando fue bautizado. Ahora bien, como San Juan Bautista comenzó su ministerio el año 15 del reinado de Tiberio, tenemos un punto de referencia. El año 764 de Roma es la fecha más probable del principio del reinado de Tiberio. Si añadimos 15 años para llegar al ministerio de San Juan Bautista, estamos en el año 779 de la fundación de Roma. Si para entonces Jesús tenía 30 años, Él nació el 749 de la fundación de Roma, es decir 4 años antes de lo calculado por Dionisio. La fecha del nacimientos de Jesús sería el año 4 AC.

    La imprecisión de la fecha en ningún modo disminuye la importancia de celebrar el nacimiento de Jesús. No cambia la realidad histórica y trascendental de que el Verbo Eterno se hizo hombre y habitó entre nosotros para salvarnos. Lo importante no es la fecha del nacimiento sino el nacimiento en sí mismo.

    Pongamos un ejemplo. Si unos hijos no supiesen el día exacto del nacimiento de su padre (supongamos que éste quedó huérfano en la guerra y no quedó constancia de su fecha de nacimiento). ¿No sería lógico que esos hijos, ante la carencia de datos, escogiesen una fecha aproximada para celebrar el cumpleaños de su padre querido?.  Pues, aunque no supiesen exactamente el día que nació, ciertamente saben que su padre nació y vive entre ellos y eso es lo que quieren celebrar. ¿Qué tal si algunos de los hijos rehusaran celebrar apelando a que la fecha es incierta y entonces cada uno optara por celebrarle el cumpleaños en un año o día distinto? ¿Acaso no sería un agravio contra el padre quien lo que quiere es celebrar con toda su familia unida? A esos hijos habría que preguntarles: ¿qué es lo más importante, el día del calendario o la persona?”.



DIEGO RUBIO BARRERA

    Para el licenciado en teología, Diego Rubio Barrera, en “JESUCRISTO EL GRAN DESCONOCIDO”: “la fecha del nacimiento de Jesús no se comenzó a celebrar hasta el año 98 de nuestra era, y parece que fue instituida por el Papa I que gobernó la Iglesia del 88 al 98. Esta fiesta de la Navidad se celebraba en fechas distintas: el 6 de enero, el 25 de marzo, el 19 de abril, el 20 de mayo, el 29 de septiembre, según los diferentes sistemas que se emplearán para contar el tiempo. Es posible que la fecha actual del 25 de diciembre se deba a San Cirilo, obispo de Jerusalén, y la primera Navidad fuese en el año 364. Esta es la fecha que aparece escrita en los primeros documentos romanos, pues antes de ese año no existe ningún documento preciso. Según cuenta la tradición, San Cirilo pidió al Papa Julio I que estableciese con la mayor exactitud la fecha del nacimiento de Jesús y se conmemorase ese día en toda la Iglesia. El resultado fue, que teniendo en cuenta las correcciones hechas en los sistemas de contar el tiempo, se decidió el 25 de diciembre como la fecha más correcta, que desde entonces no se ha modificado. Esta fecha del 25 de diciembre no se extendió a toda la Iglesia hasta el año 400, a excepción de las iglesias griegas que celebran la navidad el 7 de enero, por regirse por el antiguo calendario juliano. Pero no hay prueba alguna que fije el 25 de diciembre como fecha histórica del nacimiento de Jesús. Es más, históricamente puede afirmarse que no es este el caso. Lo que hicieron los cristianos fue apropiarse de una fiesta pagana de la antigua Roma. En esta ciudad, el 25 de diciembre era el ‘dios natalis invicti’ el ‘día del nacimiento del jamás vencido’, el día del solsticio de invierno y, además, en Roma, el último día de ‘las Saturnales’, que hacía tiempo habían degenerado en un carnaval de una semana de desenfreno y, por lo tanto, un tiempo en que los cristianos podrían sentirse más seguros. Una fiesta que instauró el emperador Aurelio en el año 274 a. de J.C. para celebrar el nacimiento del Sol.



CHARLES PERROT

    En “LOS RELATOS DE LA INFANCIA DE JESÚS”, el sacerdote de la diócesis de Moulins y profesor del Instituto Católico de París, Charles Perrot, pregunta en su trabajo: “¿Qué día nació Jesús?” A lo que responde: “Estamos tan acostumbrados a celebrar la Navidad el 25 de diciembre, que la respuesta nos aparece evidente. Sin embargo, en el Evangelio nada se dice al respecto. Parece que fue al final del reino de Constantino (muerto en 337), cuando se decidió celebrar el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre. El emperador Aurelio había fijado en esta fecha, que es la del solsticio de invierno, es decir en el momento en que la fuerza solar que decrece en ese momento, comienza a crecer de nuevo, la fiesta del Natalis Solis Invicti, del sol renaciente e invencible. La Iglesia, probablemente para cristianizar esta fiesta pagana, decidió celebrar el dies natalis (de donde viene nuestra ‘navidad’), el día del nacimiento del verdadero ‘sol naciente’. Es posible que esto tuviera lugar cuando Constantino construyó una basílica sobre la tumba de Pedro, en la colina vaticana, uno de los lugares privilegiados del culto solar: ‘es curioso y significativo que el más antiguo mosaico cristiano que se conoce actualmente, el del mausoleo de los Julios en el cementerio Vaticano, que se remonta a la mitad del siglo III, represente sencillamente al Cristo sol en su carro triunfal’ (Dalmais). De todas formas, en el Cronógrafo de 354, calendario romano civil y religiosos, se puede leer a propósito del 25 de diciembre: ‘En el octavo día de las calendas de enero, Cristo nació en Belén de Judá. Esta fecha es pues romana, pero se extendió rápidamente durante el siglo IV por toda la cristiandad, celebrando así la Gloria de Dios que se manifiesta en Jesús, luz que ilumina a todo hombre”.


TESTIGOS DE JEHOVÁ

    El autor cristiano Pedro Beltrán Sánchez escribe sobre la Navidad pero contra la interpretación de los Testigos de Jehová.
”LA ATALAYA y DESPERTAD de diciembre (revistas quincenales de los T. J.) se enfatizan en desprestigiar la Navidad cada año. Es tal su odio hacia la Navidad, que han llegado a declarar, que la estrella de Belén la hizo brillar Satanás. En el libro ‘MI LIBRO DE HISTORIAS BÍBLICAS’ (un libro bíblico para niños, editado por los T.J.) dicen:


‘... ¿Quién crees que hizo que aquella nueva estrella brillara? ... Satanás tiene que haber hecho que aquella estrella brillara.’ Pag. 86


    Pero, ¿acaso la Biblia habla de esto? ¿Que no dice la Biblia: ‘Porque hemos visto su estrella en oriente y venimos a adorarlo’ (Mt 2,2) En Números 24,17 leemos: ‘Algo veo, pero no es para hoy; a alguien diviso, pero no de cerca; de Jacob se alza una estrella...’
    Entonces ¿Por qué la estrella de Belén se detuvo en Jerusalen? (dirán ellos). Era parte del plan de Dios, sólo así habría de cumplirse la profecía: ‘Yo llamé de Egipto a mi hijo’ (Mt 2,18) ¿Que no fue Dios quien endureció el corazón del faraón (Ex. 14,17)? o ¿Fue el diablo?

    Según los Testigos de Jehová es incorrecto celebrar la Navidad, puesto, que es de origen pagano, en el libro Usted puede vivir para siempre en el paraíso en la tierra escriben:

    ‘La realidad es que el 25 de Diciembre no es la fecha del nacimiento de Jesús. No pudiera haberlo sido, puesto que la Biblia muestra que al tiempo de el nacimiento de Jesús todavía había pastores en los campos de noche.

    Ellos no hubieran estado allí en la fría y lluviosa estación del invierno. (Lucas 2:8-12) En realidad, la fecha del 25 de Diciembre, fue escogida para celebrar el nacimiento de Jesús porque, como lo explica THE WORLD BOOK ENCICLOPEDIA: ‘La gente de Roma ya lo observaba como la fiesta de Saturno, en celebración del natalicio del sol’. (pag. 213) (...) Muchos Testigos de Jehová dicen que la Iglesia Católica enseña que Jesús nació el 25 de Diciembre y, precisamente, muchos que fueron católicos creían que Jesús nació el 25 de Diciembre, porque el sacerdote así les enseño.

    Es claro que estos hermanos, cuando eran católicos, lo eran sólo de nombre, puesto que la Iglesia Católica nunca ha enseñado que Jesús nació en esta fecha. El libro la Navidad en México, del P. José Luis Fernández (libro católico) afirma: ‘El 25 de Diciembre, evidentemente, no es la fecha histórica del nacimiento de Jesucristo, sino que se escogió por parte de la Iglesia de Roma, para suplir la fiesta del nacimiento del sol invicto, porque el culto al sol estaba muy arraigado de paganismo decadente, así como la del solsticio de invierno la que hacía solemnes celebraciones; por tal motivo, para alejar a los fieles de esas fiestas idolátricas, la Iglesia Católica, instituyó ese día como la fecha de nacimiento, del Salvador, verdadera luz que ilumina a todo hombre’. (pag. 22)

    Entonces es claro, que la Iglesia Católica no enseña que Jesús nació el 25 de Diciembre, sino que efectivamente la Biblia no da la fecha exacta de su nacimiento. Pero, esto ¿es motivo para no celebrar su nacimiento? ¡Por su puesto que no! Puesto que el ángel del Señor dijo que su nacimiento sería ‘motivo de mucha alegría para todo el pueblo’(Lc 2,10) (...) Que algunos católicos la celebren incorrectamente, no quiere decir que sea por culpa de la Iglesia Católica: ‘Para uno, todos los días no tienen la misma importancia; para otro, todos son iguales; en esto, que cada uno actúe según su conciencia. El que distingue entre los días, lo hace por el Señor...’ (Rom. 14,5-6)”



SEGÚN AUTORES PROTESTANTES


IGLESIA DE DIOS UNIDA

En la revista de comprensión bíblica “LAS BUENAS NOTICIAS”, dice Jerold Aust:

    “¿Es importante comprobar si la Navidad es una costumbre respaldada por la Biblia? ¿Qué pensaría Jesús acerca de esta fiesta tan comercializada y emocional que supuestamente lo honra? ¿Cuál es el verdadero origen de la Navidad? ¿Es cierto que esta fiesta se originó entre los pueblos paganos mucho antes de que naciera Jesucristo?
    De hecho, las pruebas históricas demuestran que la Navidad se celebraba muchos siglos antes de Cristo. Uno de los primeros clérigos de la Iglesia Católica fue Tertuliano (155-220 d.C.). Él confirmó que la Navidad y el Año Nuevo eran días paganos; en otras palabras, que estaban basados en las religiones politeístas de la antigua Roma y sus antepasados. Reconoció que esta temporada anual se extendía desde principios de diciembre hasta principios de enero. Es más, al dirigirse a la iglesia, Tertuliano se pronunció en contra de toda esta temporada de prácticas paganas.

    Tertuliano nació en Cartago de padres que no eran cristianos, quienes lo enviaron a Roma para estudiar derecho. Allí, según el autor Walter Elwell, ‘se convirtió al cristianismo y repudió su licencioso modo de vida. Cuando regresó a Cartago se entregó apasionadamente a la propagación y la defensa del evangelio [según lo entendía él]. Luego, muy desencantado por la laxitud de la Iglesia Católica, se apartó de ella y adoptó el riguroso ascetismo ... del montanismo . . . [Él analizó] los aspectos prácticos de la vida cristiana [y] las fallas del catolicismo primitivo y [presentó] polémicos argumentos en contra de los paganos y los herejes’ (Tertullian, 2001, p.1176).

    Tertuliano defendió el cristianismo de la creciente infiltración de prácticas paganas, particularmente las festividades de la Navidad y del Año Nuevo. Entre sus comentarios se encuentran referencias a las decoraciones paganas de estas celebraciones, muchas de las cuales han sido transmitidas, casi sin modificar, hasta nuestros días. Escribió: ‘En vuestro día de jolgorio, nosotros [los cristianos] no cubrimos nuestros dinteles con guirnaldas, ni damos comienzo al día encendiendo lámparas. Al iniciarse esta festividad pública, vosotros consideráis apropiado decorar vuestras casas como un nuevo burdel. Se nos acusa de cometer un sacrilegio menor al no celebrar con vosotros estos festivales de los césares de una manera contraria a la modestia, la decencia y la pureza’ (David Bercot, A DICTIONARY OF EARLY CHRISTIAN BELIEFS [DICCIONARIO DE CREENCIAS CRISTIANAS PRIMITIVAS], 1998, p.342).

    Tertuliano siguió con sus comentarios sobre la temporada de la Navidad y el Año Nuevo: ‘Los traidores romanos adornaban sus dinteles con ramas verdes de laurel. Llenaban sus vestíbulos con el humo de sus lámparas elevadas y luminosas’ (ibídem). Dirigiéndose a los cristianos católicos de esa época, los amonestó acerca de la Navidad: ‘Es más, como cristianos, no [debéis] tener ningún contacto con estas festividades de los gentiles’ (ibídem).

    Tertuliano también comparó la fidelidad de los paganos hacia sus festividades con la falta de fe de los cristianos y la tendencia a traicionar sus creencias. Los fustigó, diciendo: ‘¡Nosotros frecuentamos las saturnales, el Año Nuevo, los festivales invernales y las matronales! ¡Los regalos vienen y van! ¡Entregan regalos del Año Nuevo! ¡A su bullicio se agregan juegos y banquetes! Los paganos son más fieles a sus propias sectas. Si hubiesen conocido el día del Señor o Pentecostés, no los habrían celebrado con nosotros, por temor a verse como cristianos. En cambio, nosotros no tenemos ningún temor de parecer paganos’ (ibídem).

    ¡Qué declaración más increíble de un maestro de la primitiva iglesia latina! Decía que los paganos eran más fieles a sus tradiciones que los cristianos a las suyas. Tertuliano censuró a los que profesaban ser cristianos en ese entonces, recordándoles que estaban siguiendo tradiciones paganas que existían antes del nacimiento de Cristo (...)

    Muchos autores han escrito libros, cuidadosamente investigados, que documentan los orígenes de los festivales cristianos, y muchas enciclopedias contienen la misma información en forma concisa. Tales escritores no han sido motivados por prejuicios religiosos, pues simplemente relatan lo que han encontrado en los registros históricos.

    Uno de estos libros, escrito bajo la supervisión de los profesores Bruce Metzger y Michael Coogan, menciona en la sección sobre la Navidad: ‘Para el siglo cuarto, el 25 de diciembre era la fecha del solsticio de invierno, celebrado en la antigüedad como el cumpleaños de Mitra [un antiguo dios persa] y del Sol Invicto. En el calendario juliano, el solsticio caía el 6 de enero, fecha en que se celebraba en Alejandría el cumpleaños de Osiris [el dios egipcio de los muertos]. Para el año 300 d.C., la fecha de la Epifanía, una fiesta siempre ligada con la Navidad, fue el 6 de enero en Oriente. ‘La primera mención del 25 de diciembre como fecha de la Navidad se encuentra en el calendario filocaliano del año 354 d.C., el cual refleja la práctica romana del año 336.

    La celebración del nacimiento de Cristo no fue una práctica común hasta el siglo cuarto; de hecho, en el siglo quinto todavía se conmemoraba en el antiguo leccionario armenio de Jerusalén el día de Santiago y David el 25 de diciembre y ahí se señalaba que ‘en otros pueblos se celebra [en este día] el nacimiento de Cristo’ (THE OXFORD GUIDE TO IDEAS AND ISSUES OF THE BIBLE ["GUÍA DE IDEAS Y TEMAS DE LA BIBLIA, DE OXFORD], 2001, p.95).

    Debería ser chocante para los cristianos de hoy enterarse de que aún a mediados del siglo cuarto no todos los cristianos habían empezado a observar los festivales paganos de la Navidad y el Año Nuevo. La misma fuente de información añade que la Navidad tiene sus raíces en el solsticio invernal, la fecha en que se celebraba el natalicio del sol y del dios persa Mitra (...) Otro erudito que escribió acerca de los orígenes de los festivales cristianos fue Sir James Frazer. Él explicó que los orígenes de la Navidad se remontan al natalicio de Mitra, el antiguo dios persa: ‘...No cabe duda de que la religión mitraica fue una formidable rival de la cristiana, combinando ... un rito solemne con aspiraciones de pureza moral y esperanza en la inmortalidad. Y de hecho, el final del conflicto entre estas religiones quedó por algún tiempo indeciso. Una reliquia ilustrativa de esta prolongada lucha es nuestra fiesta de Navidad, que la iglesia parece haber tomado prestada directamente de su rival pagana. ‘En el calendario juliano se computó el solsticio de invierno el 25 de diciembre, día que fue considerado como la natividad del sol, debido a que a partir de ese momento los días comienzan a alargarse y el poder del sol a acrecentarse.

    El rito de la Navidad, como al parecer se realizaba en Siria y Egipto, era muy notorio. Los celebrantes, reunidos en capillas interiores, salían a medianoche gritando: ‘¡La Virgen ha parido! ¡La luz está aumentando!’ "Es más, los egipcios representaban al sol recién nacido con la imagen de un niño, y en su cumpleaños, el solsticio invernal, lo sacaban al exterior para presentarlo a sus adoradores. Sin duda, la virgen que concebía y paría un hijo el 25 de diciembre era la gran diosa oriental [es decir, del Cercano Oriente] que los semitas llamaron la virgen celestial o simplemente la diosa celestial. En los países semíticos ella era una representación de Astarté. Por otra parte, a Mitra sus adoradores lo identificaban comúnmente con el sol, ‘el sol invicto’, como le llamaban; por ello, su natividad caía también en el 25 de diciembre" (“THE GOLDEN BOUGH” ["LA RAMA DORADA"], 1996, p.416).

    Sir James Frazer, como tantos otros buenos investigadores, rastreó los antecedentes de la Navidad en los registros históricos y llegó a una conclusión ineludible: la Navidad es una reliquia de la adoración del dios pagano conocido por los persas como Mitra. En otras palabras, los que observan la Navidad sencillamente están guardando una fiesta idólatra, disfrazada con simbolismo cristiano (...) ¿Por qué adoptó la Iglesia Católica la fiesta pagana de la Navidad? El erudito Frazer agrega: ‘¿Qué consideraciones guiaron a las autoridades eclesiásticas a instituir la fiesta de la Navidad? Los motivos de la innovación han sido declarados con gran franqueza por un escritor sirio cristiano: ‘La razón’, nos dice, ‘de que los padres transfirieran la celebración del 6 de enero al 25 de diciembre fue ésta: era costumbre de los paganos celebrar en el mismo día 25 de diciembre el nacimiento del sol, encendiendo luminarias como símbolo de la festividad. En estas solemnidades y festividades tomaban parte también los cristianos.

    Por esto, cuando los doctores de la iglesia se dieron cuenta de que los cristianos sentían atracción por esta fiesta, se consultaron y resolvieron que la verdadera Navidad debería solemnizarse en ese mismo día, y la fiesta de la Epifanía en el 6 de enero. Por esa razón, y según la costumbre, se siguen encendiendo luminarias hasta el día 6’. ‘El origen pagano de la Navidad está claramente insinuado, si no tácitamente reconocido, por San Agustín, cuando exhorta a los cristianos a no celebrar el día solemne en consideración al sol, como los paganos, sino en relación con el que hizo el sol.

    De modo semejante, León el Grande condenó la perniciosa creencia de que se solemnizaba la Navidad debido a

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