Es relativamente corta. Con un recorrido de 12 cuadras. Peatonal. Céntrica. Une a dos enemigos: Rivadavia y San Martín. En el Nº 271 una placa recordatoria indica que allí vivió Mariquita Sánchez de Thompson, a quien la historia escolar recuerda como la dueña del salón en donde canta por vez primera el Himno Nacional Argentino.
Está repleta de negocios. A veces, no muy limpia. Recorrida por una multitud de transeúntes, que suelen chocarse sin darse cuenta ni pedirse disculpas. Visitada por todo extranjero que llegue a la Capital Federal. Vomita vendedores de ropas que “huelen” al extranjero y lo invitan a acercarse a sus locales de venta de ropa de cuero. No falta el “arbolito” que dice en voz baja: “cambio, cambio”, invitando a la compra y venta de dólares.
Sí, es la famosa calle Florida.
Se cuenta que en la década del 1880 es lugar de residencia de la ‘gente bien’, de la elite porteña. Muchos años después, pasó a ser una arteria comercial. En 1913, se accede al pedido de los comerciantes para hacerla exclusivamente peatonal en algunos tramos. Las grandes tiendas comerciales, como Gath & Chaves y Harrod’s instalan allí sus enormes y polícromas vidrieras. También, se cubre de confiterías y galerías artísticas y literarias. Hoy, toda su ruta es peatonal.
Recibe su nombre pero no por sus flores, que están ausentes. Pocos de sus caminantes saben el por qué.
La “colonización pedagógica” está presente y triunfante, desconectando al porteño con su verdadera historia.
Un triunfo patriótico en el Alto Perú
El 25 de mayo de 1814, se enfrentan en la cercanías del pueblo de La Florida, a orillas del río Piray, las fuerzas realistas del coronel José Joaquín Blanco contra las huestes patrióticas encabezadas por Antonio Alvarez de Arenales y José Ignacio Warnes, junto a los comandantes De la Riva y Mercado.
Es una dura batalla en donde se enfrentan aproximadamente 2000 hombres. El triunfo favorece a las fuerzas patrióticas. Blanco, derrotado, se agrupó con su gente en la plaza del pueblo. Allí se apersona el coronel Warnes y lo desafía a un combate personal.
Se enfrentaron montados en sus caballos y el jefe patriótico vence al absolutista.
Luego, Arenales arremete contra la caballería realista y mata espada en mano a tres enemigos. Es muy mal herido, aunque se sobrepone y salva su vida gracias a los cuidados del médico y capellán Fray Justo Sarmiento.
En homenaje a los triunfadores, el Director Supremo don Gervasio Antonio Posadas dispone que la calle más céntrica de Buenos Aires lleve el nombre del lugar de la batalla: Florida.
Esta batalla es recordada en el libro de Emilio A. Bidondo “LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA EN EL ALTO PERÚ”. Como dato curioso, es interesante observar el aprecio o respeto excesivo que presenta el coronel Bidondo por el enemigo realista.
Dice textualmente sobre el jefe Blanco: “hábil profesional y de un carácter y valentía similar a sus oponentes (...) el valiente Blanco, con varias heridas de corte y punta, murió estoicamente como había vivido, sobre su caballo de pelea”.
Dicho sea de paso, una peculiaridad de nuestros historiadores es valorizar unas batallas en desmedro de otras. Es así que en la historia escolar se da gran importancia a la batalla de San Lorenzo y ni se menciona el importante triunfo de Arenales. El historiador Ricardo Levene (“LECCIONES DE HISTORIA ARGENTINA”) estaba al frente de un ejército “de 125 hombres”. Y realmente el combate no supera los 400 hombres. El recio enfrentamiento duró menos de una hora.
Sucede que ése es el único combate librado por José de San Martín en el actual territorio argentino. Por eso se lo destaca. Sin embargo, merecería resaltarse más y más cada día la importancia y trascendencia del Gran Capitán en las campañas de Chile y Perú.
Antonio de Arenales, el “Apóstol de los indios”
Una relación poco difundida a los escolares es la simpatía recíproca del español Arenales y los indios.
Alvarez de Arenales es nativo de España. Nace en 1770 en Villa Reynosa, de Castilla la Vieja.
Adquiere la ciudadanía de las Provincias Unidas del Río de la Plata en 1813.
Es educado para ser sacerdote, pero elige la carrera militar. Tras concluir sus estudios militares, convertido al liberalismo revolucionario, es enviado al Alto Perú (la actual Bolivia) donde se une al movimiento revolucionario de Chuquisaca (1809).
Dirige a los indios contra la opresión. Bernardo Frías (“HISTORIA DEL GENERAL GUEMES”) lo llama el “apóstol de los indios” y expresa que los mismos “salían a esperarlo como genio prodigioso y benéfico, no existiendo un caso igual de veneración en los pueblos de América”.
Es derrotado por Goyeneche, jefe de las fuerzas realistas. Se lo toma prisionero y lo ubican en los calabozos del Callao.
Escapa y regresa a Salta. El 20 de febrero de 1813, lucha junto a Manuel Belgrano. Triunfan en la batalla de Salta. Belgrano lo nombra gobernador de Cochabamba.
Posteriormente, son derrotados en Vilcapugio y Ayohúma.
Utiliza la estrategia de la guerra de guerrillas. Pezuela se ve forzado a abandonar las provincias norteñas argentinas para proteger la retaguardia realista.
Obtiene una importante victoria en La Florida (1814).
Arenales reocupa Chuquisaca. Luego, se une a las fuerzas de Rondeau en su tercer intento por incorporar el Alto Perú (Bolivia) a la revolución.
Una vez que se produce la derrota de Sipe Sipe (1815), encabeza la retirada hacia Tucumán.
Cruza los Andes hacia Chile donde San Martín está preparando su expedición libertadora al Perú. Es bienvenido por San Martín quien lo designa al mando de una división.
El Gran Capitán proclama a las comunidades: “Allá os envío una división de guerreros invencibles, destinada a no abandonaros hasta haber puesto a vuestra existencia y libertad al abrigo de la opresión. A su cabeza está el General Arenales, vuestro protector y el azote de los tiranos del Perú”.
Arenales avanza y triunfa en: Ica, Nazca, La Sierra, Huamanga, Huacavélica y Tarma.
Lo apoyan los indios, soldados realistas que se pasan a su bando y las poblaciones lo alaban.
Producida la renuncia de San Martín, solicita su retiro y se dirige a Salta, donde es elegido gobernador (1823).
Envía tropas para colaborar en la Guerra contra el Brasil.
En 1827, una revuelta encabezada por José Gorriti depone a Arenales quien se traslada a Bolivia donde muere en 1871.
Alcanza los grados de mariscal de campo de Chile, gran mariscal del Perú y el de brigadier otorgado por el gobernador de Buenos Aires.
Néstor Genta