El Tíbet, a través de la historia, ha sido
un país que ha sufrido de múltiples invasiones, protagonizadas principalmente
por sus vecinos: China, Mongolia, Nepal, etc.; y hasta países europeos de la
talla de Inglaterra estuvieron involucrados e interesados en ocupar aquel
territorio asiático.
El 10 de marzo de 1959, tras una sangrienta represión, se
realiza la anexión definitiva del pueblo tibetano a China que finalmente se
formalizó en 1965. Aunque, el Tíbet nunca renunció al reclamo de sus derechos y
autonomía política.
El conflicto territorial, como tema de discusión, suena, en
cierto modo, hasta redundante y lejano en el tiempo. Sin embargo, y para
sorpresa de historiadores y estudiosos del tema, el conflicto entre tibetanos
y chinos recrudeció tras la decisión del Comité Olímpico Internacional
(COI) de realizar en China los próximos juegos olímpicos.
Pero ¿qué hay verdaderamente tras de esto?
Ya desde el punto de vista deportivo se pueden encontrar
desuniones y diferencias, criterios totalmente antagónicos que se enfrentan en
una dialéctica constante.
Defensores de la ética deportiva y de todo aquello que
representa el “espíritu olímpico” se niegan rotundamente a que China sea sede de
los Juegos, ya que esto implicaría, de alguna manera y desde algún punto, una
especie de complicidad con la injusticia social y política que allí se produce.
Otros, separan lo estrictamente deportivo de lo político y,
sin dejar de reconocer que ésta "deshumanidad" existe y que hay que encontrar
métodos para combatirla, creen que se pueden lograr ambos objetivos sin la
necesidad de la cancelación del evento deportivo.
También hay sectores dentro del ambiente deportivo que
sospechan de una especie de estrategia de desprestigio, ya que Estados Unidos se
ve seriamente amenazado por el meteórico crecimiento de China, lo que produciría
que peligre su ya acostumbrado primer puesto en el medallero, y por primera vez
en muchos años tenga que cederlo.
Análisis más complejos involucran organizaciones de
derechos humanos, defensores de una calidad de vida mínima y otras
organizaciones sociales. Las cuales, consideran que ésta dominación territorial
y política produce, además, un sometimiento inhumano que se refleja en una
pobreza creciente, la cual entre otras cosas se expresa en el ingreso mensual de
los tibetanos, ya que el mismo ronda en promedio los nueve euros. Este grupo se
manifiesta con fuertes protestas, persiguiendo e intentando apagar la llama
olímpica alrededor del mundo.
Para aquellos, también hay una mirada antagónica y crítica,
que ve otra vez la mano oscura de norteamérica tras los hilos.
Según esta teoría, EEUU se ve amenazado por China como
potencia mundial, pero ya no deportivamente hablando, sino a un nivel
socioeconómico. Busca entonces, a modo estratégico, utilizar esta recrudecida
polémica para debilitar un posible rival en la carrera a conquistar este mundo
económicamente globalizado. En el cual, al parecer todo vale, mucho más para el
gigante norteamericano que nunca entendió de códigos a respetar.
Es en este momento, cuando el país yanki no
comprende cómo permitió crecer tanto al pueblo asiático y cómo hoy se le
está escapando el agua entre los dedos de las manos. Le resuena, entonces y casi
atormentándolo, aquella famosa frase de Napoleón que decía: “Dejad que China
duerma; cuando despierte, el mundo temblará”.
A menos de tres meses de iniciarse los Juegos Olímpicos, la
polémica aún continúa. Una vez más, en lugar de usar al deporte como una
herramienta de unión de pueblos, se lo ve y se lo utiliza como todo lo
contrario.
Cristian Isa