Desde hace ya bastante tiempo, mucho antes de que se
desatara este conflicto entre el gobierno y productores rurales, el kirchnerismo
se empecinó en decir que existen desestabilizadores, conspiradores y, lo más
grave de todo, golpistas.
El blanco preferido de estas acusaciones fueron mutando
y tan disímil como ridículamente, yendo desde "supermercadistas" y
comerciantes hasta acusar directamente al Gobierno de los EE UU de conspirar
contra el, entonces, flamante gobierno de Cristina Kirchner con una supuesta “operación
basura” cuando se detuvo en Miami a Guido Antonini Wilson.
Pero el rango de acusaciones de conspiraciones y
golpismo es tan amplio, que el espectro lo conforman la Iglesia, empresarios,
fuerzas de seguridad, la mano de obra desocupada, la oposición y, por supuesto,
los preferidos en el ranking de acusaciones del kirchnerismo: el periodismo y
los productores rurales; y lo que es peor y mucho más grave aún, ahora se
incluye en esta larga lista a los simples ciudadanos que sencillamente no están
de acuerdo con la particular forma de gobernar que practica el Frente Para la
Victoria. Por eso, cada vez que haya una manifestación contraria a la filosofía,
pensamiento o metodología del kirchnerismo, como lo fue la espontánea
concentración y cacerolazo en Plaza de Mayo el 25 de marzo —luego del irritante
discurso de Cristina o el acto del 25 de mayo en Rosario—, los asistentes serán
tildados de "golpistas".
Sin embargo, la realidad, la triste realidad, dice todo
lo contrario, los únicos golpistas son el mismísimo Presidente de hecho, Néstor
Kirchner, y la cantidad de obsecuentes y chupamedias que lo secundan y obedecen
sistemáticamente sus órdenes, como Diputados, Senadores, Intendentes,
Gobernadores, Ministros e incluso Jueces y Fiscales que responden a los
intereses del gobierno.
Un párrafo aparte merecen Hugo Moyano y los “piqueteros
oficialistas”, como Emilio Pérsico, Luis D`Elía y Edgardo Depetri, que no hacen más que
seguir deteriorando la vertiginosa caída de imagen positiva de Cristina.
En términos de análisis y/o pronósticos, es
prácticamente imposible que el gobierno pueda reflotar credibilidad, prestigio o
tan si quiera una imagen medianamente aceptable por parte de la población, y
todo debido a la medida adoptada de aumentar el porcentaje a las retenciones.
Recordemos, por si queda alguna duda, que esta idea no la propuso otro que el
mismo gobierno, por lo tanto deberán hacerse cargo de sus propios errores, y no
culpar a otros de golpistas.
Más allá de que esta medida —que en realidad fue la
gota que derramó el vaso y sacó a la luz una serie de reclamos por parte de la
mayoría de la población— desnuda de forma más que gráfica la soberbia,
autoritarismo y autismo de Néstor Kirchner, será, lamentablemente, que sea el principio
del fin del Frente Para la Victoria.
El análisis no es muy difícil. Existen dos
posibilidades, no más. La primera sería volver atrás con la medida, y la
segunda, seguir adelante y afrontar las consecuencias.
El pronóstico sería mucho mas simple y sencillo si el
gobierno optara por la primera posibilidad, que sería retractarse y no aplicar
la suba a las retenciones.
De ser así, a esta altura de las circunstancias, el
gobierno quedaría muy mal frente a la opinión pública, mostrando, ahora sí, que
perdió la pulseada y se debilitaría, mucho más que ahora, su imagen.
Muy distinto hubiese sido si se hubiese desistido del
aumento a las retenciones tiempo atrás, incluso lo pudieron haber hecho cuando
renunció el ex Ministro de Economía Martín Lousteau, echándole la culpa a él y
por eso su consecuente renuncia (aunque todos sabemos que Martín Lousteau no fue
el ideólogo, sino todo lo contrario, esa medida fue el punto máximo que aguantó
en el gobierno). Esa, dentro de todo, hubiese sido la oportunidad de enmendar el
error.
La segunda posibilidad, que evidentemente parece ser la
elegida por Kirchner, es seguir hasta las últimas consecuencias y, de alguna
manera, hacer frente a estas.
Aquí, el pronóstico, es mucho más difícil, pero sin
dudas los productores rurales no van a aceptar ninguna medida alternativa, y por
una sencilla razón: porque en esas condiciones no les conviene trabajar, y
nadie medianamente cuerdo va a trabajar a pérdida.
No es muy difícil ver, dentro del marco que el mismo
gobierno ha impuesto, quién es el verdadero golpista, o mejor dicho "autogolpista", ya que Cristina, que es Kirchner, lisa y llanamente es víctima de sus
propios errores, por lo tanto es inconcebible acusar de golpistas o
conspiradores a quienes muy por el contrario le están encendiendo una luz de
alerta para que abran los ojos y no tengamos, una vez más, un triste final como
el de diciembre de 2001.
Pablo Dócimo