Como siempre, aquellos que lo pasaron
tirando flores pensando en que a los Kirchner les quedaba un resto de coherencia
política, se les quemaron los papeles y se les piantó la tortuga. Ni
siquiera le dieron bola al crítico documento eclesial, que les exhortaba a ambos
un gesto de grandeza, y a Cristina uno de estadista. Pues en la caída de la
tarde del lunes 9, frente a los lamebotas de siempre, la aludida salió a
confrontar de manera directa contra los tachados de "reaccionarios" y
"golpistas".
Con el mismo espíritu de su marido, un Nerón
irresponsable, blinda su mente ante las razones de los otros a quienes al mismo
tiempo teme y subestima. Y cuando estallan los aplausos, juguetea con los
micrófonos para acordarse (tarde piaste) de la mentada opción por los pobres,
cuando es sabido su predilección por los gustos suntuosos y demasiado caros.
Por eso, asediada por una oleada de descontento que parece no
trascender esas rosadas paredes, decidió en estricta anuencia con Néstor
establecer por decreto la inmovilidad del sistema de retenciones móviles para,
según sus palabras, que serán destinadas a un programa de redistribución social.
Y para cerrar la puesta en escena, transmitida en cadena
nacional, dictaminó que en el transcurso de las semanas iba a dar respuestas
sectoriales para zanjar un largo conflicto.
Liberación o dependencia
“Se niegan a contribuir con los pobres”, dijo en un momento
aludiendo a la repiqueteada consigna que tacha a los díscolos ruralistas como
una caterva de oligarcas. Escribiendo esto, es inevitable una sonrisa dado la
duplicidad manifiesta del matrimonio gobernante en materia de reivindicaciones
sociales. Precisamente, uno de los puntos que se puntualizaron en el discurso
fue un plan de construcción de viviendas sociales y rurales. Muy bonito, pero
se debe recordar que fue precisamente su marido quien vetó el proyecto de ley de
vivienda familiar inembargable. Además, es bastante sospechoso que cuando su
imagen positiva sólo araña un exiguo 15%. Y algo más risible, dos de las
encargadas de llevar adelante esto son las ministras Graciela Ocaña y Alicia
Kirchner.
La primera, famosa por su probada ineficacia al frente del
PAMI, y la segunda todo un puntal en el arte del clientelismo político, al
regalar heladeras a gente que ni siquiera tiene el dinero suficiente para
llenarlas con comida.
De esta forma, el oficialismo intenta establecer un
tajante borrón y cuenta nueva al pleito con el agro. Pretendiendo, muy difícil
de creer, que el interior soliviantado desde marzo acepte esta decisión
unilateral con una sonrisa y se sienten todos muy felices al convite del
bicentenario.
“Con Cristina para la liberación”, o algo así, cantaban unos
militantes jovencitos que evidentemente les atrasaba el reloj de la historia.
Pues no estamos en 1973, sino en el 2008, año en el cual muchos se despertaron
de una siesta de cinco años y cayeron en la cuenta de que pueden ser, al fin,
artífices de su propio destino.
Mientras en el palacio rosado hay clima de fiesta, afuera
hace mucho frío y para muchos, es el comienzo de una larga lucha cuyo final aún
se dibuja incierto en el horizonte.
Fernando Paolella