Primero fue la ingenuidad de Alfredo De Ángelis, asegurando que los productores agropecuarios iban a instalar una carpa cerca del Congreso así seguían mejor las deliberaciones sobre las retenciones. Pero en ese mismo lunes los kirchneristas se les adelantaron y "encajaron" seis carpas, pasándose por las partes húmedas la reglamentación municipal que prohíbe apoderarse del espacio público como si fuera el living de su casa.
Y cuando el jefe porteño Mauricio Macri pretendió hacer cumplir la disposición enviando a un funcionario, por poco se lo lastran y exhiben su cabeza como trofeo. Todo esto ante las cámaras, disfrutando de una puja innecesaria que hace las delicias de la corporación mediática mientras que en el recinto parlamentario prosigue la maniobra dilatoria tan cara al matrimonio Kirchner.
Pero los productores, que lograron finalmente poner su carpa y su inflable, el toro Alfredito, tienen muy claro que por detrás de este circo existe una maniobra destinada a cansarlos y a dilatar su capacidad de aguante a fin de que la ley se apruebe a ojos cerrados. El temor principal de estos, como lo han expresado tanto el citado como Eduardo Buzzi, es que vuelvan a sus pagos con las manos vacías y no tengan más remedio de recomenzar la lucha, con todo el amargo costo político y social que ello implique.
Insana estupidez
Durante estos largos 100 días, fue criminal observar el poco serio tratamiento de la crisis en cuestión por parte de muchos medios y de conspicuos funcionarios o simples seguidores de la postura oficial. Desde los ridículos e impresentables desaguisados de personajes tales como Hebe de Bonafini, Ignacio Copani, La Tota Santillán y Mercedes Sosa, pasando por las bravuconadas de Guillermo Moreno, los inoportunos discursos de la Presidenta, los alambiques pseudoideológicos de su marido y las bestialidades del bastonero oficial Luis D’Elía.
Desde esa tribuna se recurrió a la mentira más artera, al falseamiento ideológico, al ocultamiento y la manipulación de datos y estadísticas, a las solicitadas y a los carteles infamantes, cerrando el cuadro con agresiones físicas y verbales para culminar con el copamiento de las dos plazas principales de la ciudad, la de Mayo y la de los Dos Congresos. Todo esto haciendo caso omiso del ya casi total rechazo popular a esta forma de gestión, como si estos acontecimientos hubieran ocurrido en la Luna o si jamás tuvieron lugar.
En contadas ocasiones desde este sitio, tanto quien escribe estas líneas como su director, han advertido que esta modalidad provocaría a la larga efectos devastadores de los cuales jamás se retorna indemne. Y también, se puntualizó una y otra vez que la gente no es idiota ni come vidrio. Pero nunca posee una paciencia infinita como para bancar cien años de oprobio, como tampoco ni hay cuerpo o toro Alfredito que lo resista.