Es frecuente oír hablar de la asombrosa
organización de la colmena de abejas donde cada individuo posee una misión
determinada. La reina madre, por ejemplo, es la encargada de la postura; la
corte de abejas, de la función de asear y alimentar a esa única madre de la
colonia; las nodrizas, de alimentar a las crías; las pecoreadoras, de
aportar el alimento; las ventiladoras, de mantener el clima adecuado del
habitáculo; las guardianas, de defender a la comunidad y los zánganos de
fecundar a la reina y mantener la moral de la colonia mediante su presencia.
Muchas personas habrán exclamado en ciertas circunstancias de
la vida: ¡Por qué el hombre no tendrá una organización de colmena como las
abejas, para vivir en orden en el mundo!
Todas las conductas de los insectos de mentas, son genéticas;
es decir que no hay improvisación alguna. Los individuos se comportan como
autómatas y a través de milenios realizan las mismas tareas de supervivencia.
Sin embargo, es necesario hacer notar que en la organización
social humana milenaria no ocurre algo distinto y las conductas humanas
fundamentales para la perpetuación de de la familia, clan, tribu o pueblo,
poseen también una base claramente genética.
Por ejemplo los jefes o gobernantes, los guerreros y simples
recolectores o cazadores primitivos (hoy trabajadores), siempre han existido en
la organización social humana y esta organización es de base genética.
Así también el encargado de sostener todo ese mundo mental de
evasión de la procelosa realidad siempre ha existido en todo tiempo y lugar del
globo; lo mismo que el guerrero que lleva en su sangre la belicosidad, y el jefe
o cacique quien posee cualidades innatas para el mando, el chamán (futuro
sacerdote) y el hechicero, quienes aunque haya una distinción entre ambos en
cuanto a sus maneras de obrar y objetivos también son dueños de una personalidad
especial que tiene su raíz en una predisposición genética. Se trata de tipos
psicológicos que siempre se repiten de generación en generación. Suelen estar
dotados de una tendencia hacia la sugestionabilidad a tal punto, que pueden
llegar a autoconvencerse de sus poderes mágicos para dominar a la naturaleza y a
los espíritus. Pueden incluso caer en trances místicos, ser víctimas de
alucinaciones y en ocasiones suele tratarse de individuos neuróticos o
psicóticos que se sumen en un mundo irreal, de modo que muchos magos, hechiceros
y chamanes podrían haber sido clasificados como esquizofrénicos si hubiesen sido
sometidos a un examen psiquiátrico en base a los modernos conocimientos de la
actualidad.
Estos individuos, aun siendo algunos de ellos anormales o
próximos al límite de lo normal, ¡son en realidad necesarios para la comunidad!
con una misión originada en una tendencia incorporada a la dote genética como es
el caso de los zánganos que sostienen moralmente a la colonia de abejas.
El clan, tribu o pueblo tiene en ellos un apoyo moral y una
vigencia permanente de la irrealidad, una imagen continuamente recordada de todo
ese mundo sobrenatural específico de cada conglomerado humano.
Estos personajes aglutinan las creencias supersticiosas
acumuladas a lo largo de las épocas y suelen ser depositarios y sostenedores de
su tradición.
Así las creencias alucinantes dispersas, entremezcladas, a
veces contradictorias como propias de un desvarío, adquieren algo de coherencia
y cierta unidad y ordenamiento en la mente del chamán, por ejemplo, y este hace
uso de ellas para aliviar las penurias de los que depositan su confianza en él.
El chamán es el representante genético del futuro sacerdote y
los que se hallan bajo su influencia poseen una amplia confianza en él.
Estos individuos, con una personalidad de fondo en extremo
sugestionable ven el mundo como un conjunto de voluntades que se hallan en la
tierra, en las rocas, en los vegetales, en los animales, en el aire, en las
aguas… Es decir que su visión sobrenatural del mundo se halla magnificada,
lo cual los hace susceptibles para tomar ciertos sucesos o cosas por señales,
para relacionar luego esos sucesos o cosas con otros acontecimientos que nada
tienen que ver con ellos.
Por ejemplo, la visión de un ave de extraño aspecto, como
pueden ser las rapaces (búho, lechuza), seguida por el fallecimiento de algún
miembro de la tribu, de inmediato es tomada como un anuncio de desgracias y el
chamán autoconvencido de esa relación transmite su creencia que con el correr
del tiempo se transformará en una tradición.
Existe también una marcada dosis de superstición en estas
personas que pueden creer fácilmente en sus propios sueños e incluso tomarlos
por realidad. También los hechos y cosas que aparecen en los sueños pueden ser
interpretados como señales de futuros sucesos.
La tendencia hacia las alucinaciones puede ser una gran
ventaja para quien aspira a transformarse en un chamán, no sólo por cuanto será
mirado como un ser dotado de una visión especial por parte de los que le rodean,
sino también por la mayor fuerza de autoconvencimiento que otorga la
alucinación.
Es necesario distinguir aquí a varios tipos psicológicos
entre los que llegan a ser chamanes o hechiceros, pero la personalidad solamente
mística, precursora del posterior sacerdote, se halla presente junto a los
individuos que pueden ser catalogados de neuróticos o psicópatas.
En nuestros días un psicópata que puede obtener éxitos
chamanísticos en los pueblos de mentalidad aún primitiva, difícilmente pueda
llegar a ser sacerdote, pero el sacerdote actual con personalidad mística tuvo y
tiene sus réplicas en los chamanes, esto es indudable.
Si embargo existen excepciones y hoy en día podemos ver en
algunos monjes tibetanos a verdaderos psicópatas que son mirados por los
creyentes como seres iluminados.
El chamán se toma atribuciones para curar enfermedades y
verdaderamente puede “curar” o ayudar a mejorar a los pacientes que creen estar
enfermos y también creen ciegamente en él, cuando se trata de pacientes
hipocondríacos o histéricos que trasladan a sus órganos los influjos de sus
desequilibrios mentales.
Muchas dolencias requieren un estado de ánimo optimista para
la recuperación del paciente, sin ser éste necesariamente neurótico, y el chamán
es el encargado de infundir esa confianza necesaria asumiendo el papel
equivalente al moderno psicoterapeuta.
Basta con algún éxito esporádico de esta índole fruto de la
casualidad, para que luego su imaginario poder se extienda a la cura de toda
enfermedad. Si luego fracasa, siempre existirán argumentos que justifiquen el
yerro, pues no hay que olvidar que para esas mentes, existen voluntades
contrarias que se mueven en las tinieblas de lo desconocido. Se cree que en los
objetos inorgánicos, en las aguas, en el aire, en los seres vivos, moran
espíritus que a veces se imponen a pesar de la intervención del chamán, quien
trata de torcer los acontecimientos a su favor mediante danzas acompañadas de
contorsiones.
Pero en muchos casos los chamanes se valen de un puro
charlatanismo y engañan a su auditorio.
Son utilizados trucos de prestidigitación e incluso la
ventriloquia. Por ejemplo “los chamanes esquimales y siberianos utilizaban sus
panderos para desfigurar su voz, de modo que los oyentes después de unos pocos
minutos empezaban a perder la capacidad de localizar la fuente de los sonidos.”
(Véase al respecto: E. Adamson Hoebel, El hombre en el mundo primitivo,
Barcelona, Omega, pág. 592).
Se pueden fingir milagros y el fraude es moneda corriente en
muchos casos, (aunque en otros el chamán se encuentra realmente engañado por sus
propias creencias). Así, mediante el engaño, hoy en día miríadas de modernos
“chamanes” practican la pseudociencia del curanderismo para obtener dinerillo y
a veces un dineral si son lo suficientemente astutos para el engaño.
También está el lado verdaderamente tenebroso de este tema.
El hechicero o el tramposo, por su parte, es aquel que mediante sus influjos
sobre los acontecimientos puede utilizar “sus poderes” (o trampas) para causar
daños. El que “posee” tales poderes puede causar enfermedad, trastornos en el
juicio o atraer la muerte por mandato de otro (según la creencia). Es el
personaje temible que posee como aliado el mal.
De esta manera, muchas cosas como una enfermedad incurable,
una locura o un fallecimiento prematuro, adquieren una explicación aceptable
para el vulgo. La ciega fatalidad se transforma en intencionalidad de alguien
que obra con poderes para desencadenar hechos perniciosos. La desconcertante
sinrazón es suprimida, aunque, por otra parte, se acrecientan las zozobras por
causas de las posibilidades de producción de hechos infelices causados por el
hechicero.
Verdaderamente, las mentalidades retrazadas de los pueblos
primitivos, aun perviven en nuestros días, y a pesar de la difusión de cultura
en los medios, esto no da abasto para barrer con perniciosas supersticiones que
llenan los bolsillos de los que se aprovechan de la ignorancia ajena. Creo que
las autoridades competentes, deberían tomar cartas en el asunto controlando las
publicaciones espurias y los manejos ilícitos de los charlatanes.
Ladislao Vadas