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LA ARGENTINA SIN FIN

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FALACIAS DEL PROGRESISMO KIRCHNERISTA
FALACIAS DEL PROGRESISMO KIRCHNERISTA

LA ARGENTINA SIN FIN  Otra vez l

    Otra vez la desidia, otra vez el vandalismo, otra vez la violencia de los intolerantes, y van.
    Lamentablemente, en la Argentina, de a poco nos estamos acostumbrando a esta especie de anarquía que permite que cualquiera haga lo que quiera, desde cortar una calle, ya sea por un vidrio roto en una escuela, o interrumpir el tránsito de la avenida Entre Ríos frente al Congreso de la Nación para presionar a diputados y senadores a efectos de votar a favor o en contra de tal o cual ley, como si esa estupidez podría modificar la decisión ya tomada por los legisladores, que en realidad, en su mayoría —salvo honrosas excepciones— responden a sus propios intereses en lugar de defender el de quienes los elegimos.
    Y este descontrol generalizado, promovido, especialmente por este gobierno —y cuando me refiero a este gobierno hablo de Néstor y Cristina, que son Kirchner— no termina sólo ahí; abarca todos los sectores, por lo que no es casual que hoy ocurran en escuelas y colegios casos tan penosos como agresiones a los profesores, por el mero hecho de burlarse de ellos, llegando a la toma de edificios, con el agravante de que nadie, absolutamente nadie, se haga cargo o asuma la responsabilidad, y lo que es peor, que todos los funcionarios se desentiendan del problema y miren para otro lado, total, ojos que no ven, corazón que no siente.
    Pero claro, existen matices, y no podemos meter en la misma bolsa a cuatro estudiantes que cortan una calle para reclamar porque en el colegio no funcionan las estufas, que es más producto de la rebeldía juvenil y la oportunidad de perder horas de clase, con imbéciles que comenten hechos delictivos en nombre de vaya uno a saber qué cosa. Y estos son los peligrosos, y son peligrosos porque fueron alimentados, generados y utilizados por los gobernantes de turno, y la historia no es nueva, e incluso nos podríamos remitir a las barras bravas de los clubes de fútbol.
    Pero, para no hacer un revisionismo histórico, podríamos comenzar con los saqueos ocurridos allá a fines del gobierno de Raúl Alfonsín, estrategia luego utilizada para darle el golpe final y "voltear" al gobierno de la Alianza.
    Lógicamente, como toda estrategia exitosa, no sólo siguió siendo utilizada, sino que se fue generalizando y creciendo, y así estamos llegando a la vieja metodología trotskista, la preferida de la izquierda universal y muy popular, por cierto, en nuestro país.


No avives giles que después se te hacen contra

    Pensar que los hechos ocurridos en las estaciones de Castelar y Merlo fueron espontáneas reacciones de los usuarios hartos del deficiente sistema ferroviario argentino sería más que infantil. El hecho fue premeditado, de eso no hay dudas.
    Por supuesto que existe un caldo de cultivo que potencia esto, la gente está cansada de viajar como viaja, y cualquier incidente genera la misma reacción que ponerse a fumar en un polvorín, pero sería muy ridículo pensar que cientos de usuarios del Ferrocarril Sarmiento, hoy administrado por la empresa Metrovías, viaja con mochilas cargadas con piedras, palos, aerosoles y bombas molotov o bidones con nafta.
    La pregunta es ¿quiénes y por qué? En primer lugar, no debemos dejar pasar por alto que ¡oh, casualmente! esto ocurre en el mismo día que el director de cine Pino Solanas estrena su film “Próxima estación”. Que coincidencia, pero claro, evidentemente al señor Pino Solanas lo acompañan las casualidades... ¿se acuerdan cuando estaba rodando el documental Memoria del saqueo (2004)? la entonces Diputada y ex azafata Alicia Castro, en su exposición en la Cámara de Diputados desplegó una bandera yanki y la puso sobre la banca del presidente de la Cámara, en un acto claramente populista y tendencioso, que lógicamente fue captado por la cámara de Pino Solanas, quien otra vez fue bendecido por casualidad, valga la redundancia, y estaba en el lugar justo en el momento justo. Pero como yo no creo en las casualidades, y soy más afecto a las causalidades, y tratándose de un personaje como Pino Solanas, que “casualmente” es militante de izquierda, no creo que sea ajeno a lo ocurrido.
    El porqué es obvio; la izquierda, que está fragmentada en más de 15 agrupaciones, asociaciones y/o partidos —otra incoherencia más, una más, de los marxistas vernáculos— jamás superó un porcentaje medianamente aceptable en ninguna elección, por más que se sumen todos los votos de todos los que se presenten, y su única manera de generar presencia es a través de la violencia, como lo hicieron históricamente, incluso en la década del 70 cuando se infiltraron en el peronismo con el nombre de Montoneros.


Los k están probando de su misma medicina

    Casualidades al margen, es obvio que lo que auspició y alimentó al Frente Para la Victoria desde sus comienzos —la intolerancia, el patoterismo— es el mismo que hoy utilizan a través de sus grupos de choque dirigidos por Luis D`Elía, Emilio Pérsico, La Cámpora y compañía. Es muy doloroso cuando se lo aplican a ellos, pero lo lamentable en esta historia, es que como siempre, en el medio está el ciudadano común, el que siempre termina siendo el damnificado.
    Grupos como Quebracho, Partido Obrero o MST, entre otros, jamás causaron tantos desmanes y actos delictivos como en el transcurso del kirchnerato, un poco porque al comienzo se lo permitían —cuando les eran funcionales—, y otro poco porque como es sabido, estos idiotas útiles, que jamás propusieron nada viable, y aprovechan cualquier oportunidad para aplicar el axioma de Trotsky, “cuanto peor estén las cosas, mejor”.
    Lo contradictorio, o mejor dicho, incoherente, de la izquierda en general, es que sistemáticamente proclaman por la igualad, los derechos humanos e individuales, el respeto, y se quejan permanentemente por la represión, utilizan como único medio de diálogo la violencia, y lo triste es, que cuando la aplican ellos, está justificada, como la violación de los DDHH en Cuba, pero eso sería tema para otro análisis, uno más profundo acerca de las incoherencias y contradicciones del marxismo, más en la práctica que en la teoría, por supuesto.


Ferrocarriles, estatizaciones y aerolíneas

    Más allá de que en este caso puntual no haya habido responsabilidad de Metrovías, puesto que se trata de un sabotaje, un detalle que llama poderosamente la atención en todo esto, es que, de alguna manera, pinta de cuerpo entero por lo que hoy está atravesando nuestro país: léase descontrol, desidia, desgobierno, violencia, falta de políticas de Estado, falta de inversión en infraestructura, ya sea por parte de la empresa administradora y del Estado y algunas cosas más. Es que, en el caso de los ferrocarriles, en ningún momento el Gobierno Nacional siquiera atinó a decir que le quitaría la concesión a Metrovías o cualquier otra empresa administradora de otros ramales para volver a estatizar los ferrocarriles, como lo hiciera con el Correo Argentino, Aguas Argentinas o la inminente estatización de Aerolíneas Argentinas.
    Bueno, no es muy difícil llegar a una conclusión acertada, y es, sencillamente, que a los Kirchner no les interesan los ferrocarriles, es así de simple.
    Los ferrocarriles, para el gobierno, serían un serio problema, ya que para, por lo menos comenzar a normalizarlos, se deberían invertir miles de millones de dólares, que el gobierno en este momento no tiene y que si los tuviera los invertiría en algo que fuese, políticamente hablando, más rentable. O sea, la relación costo-beneficio de los ferrocarriles —para el gobierno, no para el pueblo, por supuesto— arroja un saldo negativo, si no, seguramente, ya se los hubiesen quitado.
    Casos muy distintos son los ya citados, donde a través del Estado, se pueden manejar fondos interesantes y generar cierto poder político a través de sus sindicatos.
    Esto no es ninguna novedad, es la principal forma de gobernar de los sistemas totalitaristas al que siempre aspiró Néstor Kirchner, y lo podemos ver en sus principales aliados políticos de Latinoamérica, como Hugo Chávez y Evo Morales.
    Por eso, en el mundo K, de eso no se habla.

 

Pablo Dócimo

 

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