Amargados,
estropeados,
cascoteados de esperar el velorio de los turros
y que se mueran los que nos enmuertan
argentinamente envejeciendo
entre la paja y el choreo
de prestados,
emigrantes y envaselinados
Como si se asistiera al mítico eterno
retorno, tronaron los aplausos en el Salón Blanco como aquella vez que el país
entró en default. Y también hubo sonrisas, de un lado y del otro. Además,
muchos medios saludaron la medida del cash al Club de París como un gesto de
madurez institucional, y de reingreso al mundo. Semejantes dislates también
fueron proferidos en los tiempos del megacanje del binomio De la Rúa-Cavallo,
de muy infausta memoria por cierto.
Pero durante el transcurso del día 10 de septiembre, víspera
del Día de Maestro, el autismo oficial volvió a sorprender: en los
supermercados de la norteña provincia de San Luis la inflación es tres veces
superior a la registrada por el instituto nacional de estadística. Pero esta
diferencia no se debe a problemas de abastecimiento ni a especulaciones de los
minoristas sino, según los funcionarios provinciales, a que la medición oficial
es manipulada por el gobierno nacional con fines económicos y políticos. Desde
julio de 2007, el precio de la comida, el café, las entradas para el cine y
otros bienes subió en la provincia un 25,1% en promedio, comparado con el
aumento de 9,1% informado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos
(Indec) para la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores. Desde hace más de
un año, economistas y críticos del gobierno acusan al Indec de informar una
inflación menor a la real. Y muchos consideran que el índice de San Luis es
el que más se acerca al verdadero aumento de precios, dijo a AP Adrián
Garraza, director de la Dirección Provincial de Estadística y Censos.
San Luis y Santa Fe, gobernadas por mandatarios opositores a
la administración nacional, son las únicas provincias —de las 24 de todo el
país— que informan el índice de inflación utilizando el mismo método que el
Indec usaba hasta el año pasado."No quieren que los metan en la misma bolsa con
el gobierno nacional", dijo Osvaldo Cado, analista económico de la consultora
Prefinex de Buenos Aires. "Nosotros sabemos que la inflación no es del 9,1%",
añadió. Pese a que el gobierno asegura que las mediciones del Indec son
confiables, la gente en la calle siente otra cosa. Sólo 10% de los argentinos
confía en la estadística oficial, de acuerdo con una encuesta de la consultora
Ibarómetro realizada el 19 de agosto sobre 700 entrevistas, con un margen de
error del 4%.
Otro sondeo de la firma realizado en julio, había revelado
que más de un tercio de los consultados consideraba a la inflación su
preocupación principal. La creciente desconfianza en el Indec se ha traducido en
un descenso en la popularidad de la presidenta Cristina Fernández, quien según
las encuestas más recientes posee una imagen positiva que ronda el 20%. La
discrepancia sobre el índice oficial de inflación y el verdadero también
preocupa a los inversores, quienes temen que esta falta de transparencia sea
una señal de que el gobierno también podría enmascarar otras debilidades de su
economía vinculadas con su capacidad de pago de la deuda nacional. En agosto, la
calificadora de riesgo Moody's Investors Services redujo la perspectiva
de la deuda argentina de "positiva" a "estable", mientras que Standard &
Poor's bajó de B+ a B la nota de los bonos de deuda argentinos, por sus
dudas sobre la solidez financiera del país. Fernández anunció la semana pasada
la cancelación de la deuda de 6.700 millones con el Club de París, pero los
analistas dicen que de todos modos Argentina tendrá problemas para conseguir
nuevos fondos, mientras las cifras de inflación se ven como una instantánea no
fiable de la salud de su economía.
Los aumentos de precios han sido impulsados por un
crecimiento sostenido de la economía, una suba en los costos de la energía y un
conflicto de cuatro meses entre el gobierno y los productores agropecuarios que
provocó desabastecimiento en todo el país. A su vez, el gobierno aumentó un 35%
el gasto público en los últimos 12 meses, inyectando efectivo a la economía y
aumentando los costos. La expectativa inflacionaria llevó a los sindicatos a
exigir importantes mejoras en los salarios, lo que empujó los precios de las
mercancías que los trabajadores producen y venden. Las sospechas sobre el índice
de inflación del Indec comenzaron a principios de 2007, cuando el entonces
presidente Néstor Kirchner, esposo de la actual mandataria, reemplazó al
director del organismo por una amiga personal del Secretario de Comercio
Interior, Guillermo Moreno. La maniobra, dicen los críticos, le dio a la
administración de Kirchner una línea directa con el Indec que a su vez le
permitió mantener bajas las cifras de inflación. Trece empleados acusaron
públicamente al Indec de manipular los índices. Luego perdieron su trabajo, lo
que desató una protesta de cientos de sus colegas en noviembre pasado.
El Indec adoptó en mayo una nueva metodología para medir la
inflación, que excluye las primeras marcas pero incluye productos cuyos precios
han sido acordados con el gobierno y limitó las mediciones al gran Buenos Aires,
donde según analistas la mayor competencia entre comerciantes mantiene bajos los
precios a diferencia de lo que sucede en el interior del país. Otra de las
críticas es que la nueva metodología —que mide la inflación en nueve áreas
básicas— incluye muchos productos que no son identificados, lo que hace
imposible verificar la variación en sus precios. Cada punto porcentual de
inflación que no es reportado le permite al gobierno ahorrarse 600 millones de
dólares en el pago de los bonos en pesos ajustados por inflación. Desde
principios de 2007, el gobierno se ahorró unos 10.000 millones de dólares
gracias a estas maniobras, explicó Ramiro Castiñeira, analista de la consultora
Econométrica. Pero los funcionarios argentinos podrían caer en su propia trampa,
aseguró Fausto Spotorno, economista de la consultora Orlando J. Ferreres &
Asociados. Para controlar la inflación, los analistas coinciden en que el
gobierno necesita recortar el gasto, una tarea difícil ya que regularmente
recurre a los subsidios y las subas de salarios y jubilaciones para compensar el
verdadero aumento de precios. Y para recuperar la confianza de los inversores y
mejorar el acceso del país al crédito internacional, el manejo del Indec y sus
cuestionadas técnicas de medición deben ser reemplazados. Pero esto podría
disparar la inflación oficial, forzando a los funcionarios a admitir que han
estado falseando los datos, dijo Sportono. Mientras tanto, el Banco Central
tiene las manos atadas: en lo que va del año ya ha subido las tasas de interés
del 10% al 12%. "Debido a un problema de credibilidad de los índices oficiales,
tenemos una situación en mi juicio muy irregular", dijo días atrás el ex
presidente del Banco Central Mario Blejer durante un seminario en Buenos
Aires."No sé cuánto es la inflación real, eso es la verdad. Y eso es un
problema", agregó.”, de acuerdo a un informe de la agencia Associated Press,
emitido durante la misma jornada.
Quien pone la mesa? Quien esconde el vino?
En este país que nos está comiendo vivos...
Donde queda el postre cuando no hay cuchara?
En este país que nos está rompiendo bien la cara...
No podemos lo posible,
no pedimos lo imposible
y lo de siempre siempre vuelve
y nos viene a caminar la espalda
la humedad nos mata
los caballos regalados siempre muerden
y diosito que ayuda a los que nos madrugan
Quien pone la mesa? Quien escupe el vino?
en este país que nos está comiendo vivos...
Donde queda el postre cuando no hay cuchara?
En este país que nos está rompiendo bien la cara...
hijos de las muy felices pascuas
de los "síganme" malandras
de la ñapi por atrás,
ninguneados, bien forreados
tetra idiotas, masticados
mal dormido, mal c…
en pelotas, sushisados
Quien pone la mesa? Quien esconde el vino?
en este país que nos está comiendo vivos...
Donde queda el postre cuando no hay cuchara
en este país que nos está cagando a trompadas?” (Argentinamente, de Iván
Noble, 2003)
La presente canción, que ilustra como casi ninguna el presente y el pasado reciente nacional, alumbró el mismo año de la asunción de Néstor Kirchner a la presidencia. Cinco años después, cada estrofa, cada palabra, se hace presente en la carne como agujones inclementes de los millones de sufridos argentinos cotidianamente. Mientras tanto, la corporación que rige malamente los destinos del país desde hace décadas, sigue obrando como si todo siguiera igual.
Fernando Paolella