Hay que mirar la película y no quedarse
sólo con la foto. Es imposible entender la crisis si no se ve su desarrollo.
Tampoco se pueden caer en simplificaciones groseras del tenor "la culpa la
tienen las hipotecas". El problema es mucho más complejo que conlleva
operaciones y productos financieros que sólo pueden descifrar unos pocos.
Resulta difícil sintetizar un proceso que duró casi una
generación y que es la consecuencia del más formidable período de crecimiento
económico que conozca el mundo moderno y con episodios inéditos en la historia.
La crisis financiera por la que atraviesan los Estados Unidos
es la consecuencia lógica de un fenomenal proceso de inversión y desarrollo,
generado por la principal economía del planeta que dio lugar a la aparición de
sofisticados productos financieros inéditos.
Era lógico que esto ocurriera luego de casi un cuarto de
siglo de crecimiento. Desde el triunfo en la "Guerra de las Galaxias" y la "Reaganomic",
Bush senior y las guerras preventivas, la revolución informática, la era
Clinton, el milagro chino, el auge los BRIC hasta Bush jr. con los atentados y
el boom de commodities incluidos, todo fue generado por esa
formidable locomotora que fue la economía de los EE.UU. Vale la pena la
reiteración: se trata de una generación que no conoce otra cosa que el
crecimiento, el desarrollo y la expansión.
Para que eso fuera posible hubo que hacer lugar a nuevas
formas de financiamiento del ahorro y de la inversión. Y es allí donde aparecen
los nuevos actores financieros llamados, "Derivativos", "Bancas de Inversión", "Hedge
Funds" y otros operando fuera del control de las autoridades políticas, moviendo
trillones de dólares. No había forma de producir semejante desarrollo y
crecimiento con los productos y mecanismos financieros clásicos.
Aparecen ahora como los actores malos de la película pero
en realidad fueron los que permitieron financiar semejantes tasas de crecimiento
mundial y que sacaron a muchas naciones de la pobreza.
Esos raros productos financieros fueron los que
posibilitaron la concreción de verdaderas obras faraónicas y el desarrollo de
nuevas formas de producción de bienes y servicios más eficientes.
Sin embargo, como en todo sistema debe haber correcciones,
dicho sea también, por errores y excesos en su funcionamiento. Pero esto no debe
opacar la colosal tarea desarrollada. Con sus más y sus menos estamos hablando
de un cuarto de siglo de crecimiento que le permitió a los Estados Unidos y a
muchas naciones duplicar su PBI, algo desconocido hasta ahora.
¿Hay burbuja? Es muy probable, pero la sobrevaluación de
activos podría estar también emparentada con alguna conducta fraudulenta aislada
que no tuvo otra salida más que los tribunales. De todas formas, la exhuberancia
de los mercados requiere un ajuste de precios y el mercado va en ese camino.
Washington tiene en la mira a los derivativos y a los hedge funds a
quienes responsabiliza por la suba de precios en especial de los commodities.
Lo cierto es que a partir de ahora, las restricciones
crediticias serán más severas y los flujos de capitales comenzarán un lento pero
inexorable retorno hacia latitudes más seguras.
¿Y por casa? ¿Aprovechó la Argentina semejante período de
bonanza mundial? ¿Cosechó los frutos de esta época? ¿Constituyó algún reaseguro
o tal vez un fondo anticrisis como hicieron otros países? Este es otro capítulo.
Los problemas argentinos son exclusivamente argentinos. No se trata de suscribir
a pie juntillas la inoportuna definición de la Presidenta, al referirse al
derrumbe de los mercados de la Meca económica. Todo lo contrario, la Argentina
no está firme frente a la crisis y lo estará mucho menos si, como se presume,
los hedge funds comienzan a desarmar posiciones en el mercado de
commodities y el precio de los productos que exporta el país bajan a los
promedios históricos.
¿Cuáles son esos problemas? En primer lugar, fiscal. El
supuesto superávit desaparece porque los ingresos dependen en gran medida de los
derechos de exportación de los commodities En segundo lugar, financieros.
La menor disponibilidad de fondos y el reflujo de capitales hacia los centros
mundiales dejarán sin crédito a la plaza local, disminuyendo considerablemente
la actividad económica y por consiguiente un menor ingreso fiscal.
En tercer lugar, social. Enmarañado en un serio proceso
inflacionario, con demandas salariales y con crecientes demandas laborales,
¿cómo hará el gobierno para evitar una estanflación aun cuando tiene pendiente
un ajuste de tarifas? Sin margen fiscal y financiero, ¿cómo hará el gobierno
para conseguir fondos para atender los vencimientos de la deuda del año próximo?
El costo del seguro por un eventual default ya equivale a casi 12 por
ciento y el riesgo país al 9 por ciento, hablan por sí mismos de los temores del
mercado con respecto a la Argentina.
Si este año debió ampliarse el presupuesto por mayores gastos
en casi 17.000 millones de dólares, ¿cómo hará el gobierno en el próximo
ejercicio, para atender una mayor demanda de gastos, en particular, en un año
electoral? Como puede apreciarse, estos problemas nada tienen que ver con la
crisis financiera internacional. La firmeza está sentada sobre un pantano.
Miguel Angel Rouco