Por lo general, cuando en la Argentina se habla de
autopistas, se escuchan opiniones muy encontradas, donde curiosamente son más
las que están en contra que las que están a favor.
Dicha negación a la construcción de autopistas en
nuestro país proviene desde la primera construcción planificada por el gobierno
militar a fines de la década del 70, tal es así que de las 8 autopistas
programadas sólo se construyeron 2, y luego, muy lentamente, se fueron
realizando algunas otras, pero sin finalizar todavía la obra completa.
Otro motivo de cierto “rechazo” a la construcción de
autopistas debe ser la manera en cómo se otorgaron concesiones para explotar varias
rutas a lo largo y ancho del país durante la década de los 90, donde debemos
aclarar que no se realizó ninguna autopista, sino que se otorgó la explotación a
través del “peaje” y la mayoría de las empresas concesionarias sólo se limitaron
a reparar el asfalto y pintar las líneas de seguridad. A lo sumo, algunas
rutas ya existentes se ensancharon transformándolas en “autovías”, como el
acceso Norte, “Panamericana”, la Av. Gral. Paz o las autovías 2 y la 11 —la interbalnearia— y la ruta Buenos Aires-Rosario, por citar algunos ejemplos.
Sin embargo, la creación de autopistas ha demostrado
ser una de las mejores inversiones no solamente para bajar costos o acortar
distancias, sino también para evitar muertes, un problema muy serio en nuestro país y
que muy por el contrario de encontrar alguna solución, parece agravarse en tanto
y en cuanto crece el parque automotor, especialmente el transporte de carga y de
pasajeros, estos últimos como consecuencia de la falta de un servicio
ferroviario acorde a los tiempos actuales.
En los países desarrollados es muy normal ver redes de
autopistas donde prácticamente se unen todos los puntos del país, y en el caso
de Europa, no sólo se unen pueblos y ciudades, se unen países.
Pero veamos algunos ejemplos claros y concretos.
Algo fundamental para le reconstrucción de un país
Japón, después de haber perdido la 2da Guerra Mundial,
quedó subordinado militar y políticamente a EEUU. El Gral. Mac Arthur era el
“jefe”absoluto, pero al Emperador Hiroito se le respetó siempre su autoridad
moral.
Mac Arthur, en el marco de la implementación del Plan Marshal, que pretendía reconstruir a los países devastados por la Segunda
Guerra Mundial, pidió la colaboración de los cerebros más destacados de Japón
para que le propongan un Plan de “reconstrucción del país”. Estos, propusieron
sólo dos cosas:
1-Restablecer las comunicaciones, para unir de nuevo la
Nación, construyendo urgentemente ferrocarriles, autopistas y aeropuertos,
y; 2-Hacer escuelas.
Nada más, ya que lo demás vendría solo. Eso dijeron,
y así fue.
Las autopistas se construyen en décadas, los autos se
fabrican en minutos
En 1985, una Delegación China fue al Banco Mundial y la atendió un ingeniero argentino, José Veniard, graduado en la UBA.
Los chinos sabían que primero había que construir las
autopistas, después los autos vendrían solos.
En 2005, China tenía las autopistas terminadas y
llegaron a 40 millones de vehículos, esta cifra trepará a 170 millones en el año
2020.
La idea de construir una red de autopistas siguiendo el
modelo de EE.UU. parecía descabellada. Por ese entonces China casi no tenía
automotores. Apenas 100.000 autos y 900.000 camiones cuando Argentina ya tenía
3,7 millones de vehículos. Veniard argumentaba que la motorización se iba a
producir inexorablemente y que la construcción de autopistas era mucho más lenta
que la fabricación de automotores. Fabricar un auto requiere pocos minutos y una
red de autopistas, décadas.
Veniard se instaló en Pekín para poner en marcha el
ambicioso megaproyecto y permaneció allí seis años. Cuando él llegó toda China
tenía 22 km de autopistas, menos que la General Paz. Actualmente, su red
terminada, la segunda del mundo, tiene 25.000 km y ya se puso en marcha una
segunda etapa de 35.000 km. Hoy China tiene 30 millones de automotores, de los
cuales 10 millones son camiones pesados. Según las proyecciones del Banco
Mundial en 2020 habrá alcanzado a 170 millones de automotores.
La obra más grande del Planeta
Pero el caso más significativo es el de los EEUU. Antes
de la guerra, Alemania ya había construido la red de autopistas más grande del
Planeta, y el Gral. Einsenhower, Comandante en Jefe de todas Fuerzas de Europa y
futuro Presidente de EEUU, comprendió la importancia vital de las autopistas,
no sólo para la guerra, además para el desarrollo económico.
Luego, durante su mandato, construyó la impresionante suma
de 68.000 kilómetros de autopistas y 55.000 Puentes.
El costo de esta obra ciclópea —considerada en su
conjunto la obra más grande del Planeta— fue el doble más cara que el viaje a la
Luna, pero se la reconoce hoy como la obra más rentable de la economía
norteamericana.
Mientras tanto, en la Argentina...
En nuestro país, tenemos construidos 1.700 Km. de
autopistas, algo realmente insignificante teniendo en cuenta la extensión de
nuestro territorio. Las demás Rutas Nacionales tienen un ancho de 7,20 metros, y
la única autopista en ejecución Córdoba-Rosario, de 420 Km. está parada por
falta de fondos.
Como resultado tenemos miles de muertos por año.
Se cumplió la predicción de Veniard
Todos los países que están luchando eficazmente contra
la miseria y el atraso han encarado redes integrales de autopistas: México logró
así cuadruplicar sus exportaciones a EE.UU; China concluyó en 2005 la segunda
red de autopistas del mundo de 25.000 Km; India, con una superficie similar a
la Argentina, está construyendo a buen ritmo 12.000 Km. Además están Corea del Sur,
Irlanda y Chile. Todos estos países, al equiparse con una infraestructura vial
moderna para sustentar su desarrollo, reducen sustancialmente sus tasas de
siniestralidad.
Cuando la motorización llegó, China tuvo el territorio
equipado con una red de autopistas que duplica la de Alemania. Un caso de
auténtica planificación inteligente ya que las carreteras se construyeron antes
que los autos. En China, claramente, en lugar de “reaccionar” tardíamente frente
al problema se “accionó” planificadamente previendo el futuro.
Pablo Dócimo