A medida que pasan los días y la crisis
financiera va mostrando toda su dimensión y magnitud, el meneado canje de la
deuda se está convirtiendo en la única vía de oxígeno para exangüe modelo K.
La pregunta que se hacen por estas horas en los principales
escritorios de la City porteña es, si este es el momento oportuno para
llevar adelante semejante operación financiera o si bien, hay que esperar a que
se tranquilicen las aguas turbulentas que se agitan desde Wall Street.
La respuesta no es menor. Quienes sostienen la primera tesis
se apoyan en que cuanto antes se consiga financiamiento y se mejore el perfil de
vencimientos, se obtendrá mayor tranquilidad frente a la crisis. Al mismo
tiempo esgrimen que posponer el canje va a provocar que se tenga que pagar una
mayor tasa de interés, lo cual reduce el atractivo de la operación.
Quienes se inclinan por esperar, argumentan que en semejante
torbellino financiero, la operación va a naufragar porque nadie se va a animar a
comprar deuda soberana de un Estado cuyo riesgo-país supera los 1.000 puntos
básicos y lidera el ranking regional. En ese sentido, remarcan que todo lo que
pueda conseguir la Argentina dependerá de los números que muestre hacia futuro.
Más allá de esta discusión, la crisis financiera le sigue
marcando el paso a la administración Kirchner y a medida que transcurren los
días va acorralando al modelo, en momentos que enfrenta el período de mayor
cuestionamiento.
Hacia futuro, los números fiscales comenzarán a mostrar
groseras fisuras con la perspectiva de transformarse en rojos profundos.
La crisis financiera de los EEUU amenaza con mandar a un
ciclo recesivo a la principal economía del planeta y dejará una huella indeleble
en la economía argentina. Dicho de otro modo, si la locomotora se detiene,
también lo harán los furgones de cola.
El gobierno de Cristina Fernández enfrenta un escenario
fangoso. Sus principales defensas financieras dependen del precio de los
commodities y están atados a los impuestos al consumo.
Por una u otra vertiente, se los va a ver menguar. Por la
vía de las exportaciones, los precios de los granos y derivados enfrentan un
fenomenal ciclo de reversión de precios. Desde hace tiempo, desde estas líneas
se venía advirtiendo que en el momento que los hedge funds desarmaran sus
posiciones apalancadas en los commodities, los precios de estos bienes
iban a desmoronarse. La crisis aceleró las cosas y los productos argentinos de
exportación comienzan a sentir el impacto. Sin embargo, este no va a ser el
único efecto. En cuanto, la inevitable suba de tasas de interés y la reversión
del flujo de capitales detenga por completo la demanda global, la caída de
precios se va a acentuar, complicando aún más la situación fiscal, de los
productores rurales y de todo el interior del país.
Por la vía del consumo, el alza del costo del dinero ya está
mostrando su peor cara, con una marcada caída de ventas que se hará más
ostensible en los próximos meses. El intento por reducir subsidios y actualizar
tarifas va a precipitar la caída del consumo y con ello una reducción de los
ingresos fiscales.
A partir de esta crisis se abre un período sumamente delicado
para la economía nacional. El gobierno llega tarde para corregir las
groserías fiscales que imperaron desde la caída de la Convertibilidad. De la
inflación a la recesión en un sólo paso.
¿Qué hizo el kirchnerismo con la bonanza de tantos años?
¿Dónde están los miles de millones de dólares de superávit gemelos? ¿Por qué
razón no se creó un fondo anticíclico para la época de "vacas flacas"? Estas
preguntas comenzarán a retumbar con más fuerza a medida que la intensidad de la
crisis se traduzca en una nueva disputa por la distribución del ingreso. Empleo
y salario librarán una sangrienta lucha, en medio de la mayor fragilidad laboral
de la historia y en un terreno yermo por el ciclo recesivo. La Argentina vivirá
en los próximos meses uno de los períodos más difíciles de los últimos años.
¿Podrá soportar la endeble administración regente los embates de la crisis?
Miguel Angel Rouco