Apenas 24 hrs después de que el optimismo
reinó en los mercados financieros a causa de un repunte en las bolsas, otra vez
estos se desplomaron hasta el piso sembrando nuevamente el pánico y la desazón.
En Buenos Aires, el índice MERVAL se estrelló 12, 14% en concordancia con Wall
Street, donde el Dow Jones perdió un 8% mientras que el Nasdaq 8,4%.
Un día antes, cuando la alegría —que luego resultaría la luz
de un fósforo— se apoderaba de muchos ánimos, se oyeron algunas declaraciones
que este miércoles sonaron bastante voluntaristas: “El ex presidente del Banco
Central y seguro candidato a diputado por la Coalición Cívica Alfonso Prat Gay
dijo que 'el paquete europeo dio vuelta las cosas. Por primera vez decidieron
asistir los pasivos de los bancos. Y el mejor indicador es lo que ocurrió con la
tasa inglesa Libor, que estaba en 4,8 y descendió a 4,05'.
El economista se mostró optimista con el impacto del
paquete europeo y piensa que podría haber pasado lo peor. Sin embargo,
insistió en que al menos dos generaciones de estadounidenses están comprometidas
en pagar los platos rotos que provoca este colapso.
'Europa tomó una decisión correcta. Permite restablecer el
crédito entre entidades, que es fundamental para el funcionamiento del sistema.
Es parecido a cómo manejamos la crisis en la Argentina', dijo”, según registró
el martes 14 el diario Los Andes. Pero el súbito retroceso del día
siguiente demuestra que el sistema financiero internacional tiene, parafraseando
a Discépolo, un pie en un jabón y otro en una navaja. Es que la admisión lisa
y llana de una recesión creciente en EEUU ha disparado esta ola de pesimismo que
difícilmente tenga un final a corto plazo.
A tono con la hecatombe, el presidente de la Reserva Federal
estadounidense Ben Bernanke aseguró que "al restringir los flujos de crédito a
las familias, las empresas y los Gobiernos estatales y locales, las turbulencias
en los mercados y las presiones de financiamiento sobre las empresas representan
una amenaza significativa al crecimiento económico. Seguiremos usando todas las
herramientas a nuestra disposición para mejorar el funcionamiento del mercado y
la liquidez, y para reducir las presiones en los mercados clave de crédito y
financiamiento. La estabilización de los mercados financieros es un primer paso
clave, pero incluso si se estabilizan como esperamos, la recuperación económica
no ocurrirá de inmediato”, de acuerdo con la agencia Reuters. Mientras
resonaban estas palabras, el temor a una recesión global arrojaba al subsuelo
las plazas financieras latinoamericanas por el temor difundido a una recesión
global.
Postales desde Springfield
En un episodio de Los Simpson Lisa intenta explicar el
término "crisis" a su padre, Homer. Pues según su precoz erudición en chino el
mismo es similar a oportunidad. “Oportuncrisis, humm, suena bien”, responde él.
Por lo menos, es más optimista que su etimología griega, que alude precisamente
al quiebre del corazón. Sobre todo, si se analiza estos acontecimientos desde
este prisma filosófico, se observa que lo que se está quebrando es un andamiaje
financiero surgido en la década perdida de los 90. Es que en ese momento
particular de la historia se suscitó lo que el historiador Arnold Toynbee
denominó la embriaguez de la victoria. Concluida la Guerra Fría con la
subsiguiente caída del Muro y el posterior hundimiento de la URSS, los analistas
y pensadores de moda, como Francis Fukuyama, se subieron al carro del vencedor y
pontificaron el advenimiento de un mundo feliz bajo la égida del libremercado.
Ya no sería, según sus dictados interesados, la intervención del Estado
nacional como regulador y a veces interventor de la actividad económica.
Puesto que este, alejada la amenaza de una guerra nuclear, debía fluir sin
trabas de ninguna especie guiando al mundo hacia una era de oro verde dólar.
Los hados favorables alejaban lejos a los fantasmas de una
posible recesión, y cualquier alusión similar hacía que quien la profiriera
fuera vilipendiado tachándolo poco más de retardatario. En estas playas, muchos
profetas mediáticos pululaban por el espectro televisivo recomendando que se
volviera a los sagrados dictámenes del tristemente célebre José Alfredo Martínez
de Hoz, alias El Oreja, quien en 1976 recomendaba “achicar el Estado para
agrandar la Nación”. Es bueno recordar que el Estado ciertamente se achicó, pero
su correlato fue que la Nación estuvo al borde de su extinción, como lo demostró
de buen grado aquel iracundo diciembre de 2001.
De más está decir que la globalización tenía en su matriz
semillas de contradicción que al volverse árboles provocarían lo que se
puntualiza arriba, pero ante el optimismo imperante cualquier advertencia de ese
tenor sonaba a aguafiestas.
Ahora, con las botellas rotas de champán que estigmatizan el
fin de fiesta de aquellos diez años, sería bueno y conveniente escuchar un
poquito más a Lisa aconsejando con amor a Homero, para dejar definitivamente de
lado aquel zafador “yo no fui” de Bart, cuando mete la pata hasta el
hueso. Pues a largo plazo, puede ser demasiado tarde.
Fernando Paolella