La Argentina transita por estas horas uno
de los momentos más difíciles de los últimos tiempos. Una ola de locura
colectiva parece haber atravesado el país y haberse apoderado de la dirigencia
política la cual parece haber perdido el rumbo y haber optado por decisiones que
generarán serios perjuicios para la población.
La administración Kirchner, en las últimas horas, ha dado un
paso decisivo en su proyecto suicida y está llevando a toda la Nación hacia ese
infierno.
La ley de estatización de los aportes previsionales
privados, no sólo destruyó el ahorro en la Argentina sino que apunta a alimentar
una política de despilfarro.
Esta ley pone de rodillas a millones de habitantes que
buscaron poner a resguardo, parte de sus ingresos, para ser utilizados en su
etapa pasiva. Mediante la inversión de esos fondos se buscaban dos objetivos:
primero asegurarse un mejor bienestar y segudo, no ser una carga para sus hijos.
Nadie escuchó a las personas que hace menos de un año optaron
por permanecer en el sistema de capitalización. Nadie respeto sus derechos. Los
legisladores, supuestos representantes de los habitantes de este país, no
escucharon sus reclamos, y optaron por citar a exponer a personas que tienen
intereses encontrados con los derechos de los afiliados al sistema. En otras
palabras, la democracia representativa fracasó, una vez más, y fue reemplazada
por la autocracia partidaria.
Pero este proyecto genera efectos colaterales más graves. El
ahorro desaparece y con él la inversión. El manejo de los recursos por parte de
la ANSES convierte a este organismo en el principal agente del sistema
financiero. La ANSES pasa a manejar mayores fondos que los bancos que integran
el sistema, sin estar sujeto a las previsiones, normas y encajes que sí deben
cumplir los bancos generando una competencia desleal en el sistema financiero.
Otro de los efectos que provoca esta ley, junto con la
movilidad de los haberes es la alta litigiosidad que derivará en
multimillonarias demandas judiciales.
Tampoco sirve para solucionar el crónico problema fiscal que
arrastra la administración Kirchner ni los vencimientos de la deuda pública.
Y por último, agrava en el tiempo los problemas de caja, al
poner en cabeza del Estado la atención de las obligaciones previsionales de
millones de personas.
Contrariamente a lo que se está haciendo en el mundo para
enfrentar la crisis -los Estados ayudan a los privados-, en la Argentina, el
sector privado acude en ayuda del Estado para evitar otra quiebra.
Mientras tanto, la dirigencia política argentina en un estado
de alienación, aumenta la vulnerabilidad de todos los habitantes del país y
continúa incrementando los problemas. Ahora en un acto de seudo soberanía,
apunta a expropiar Aerolíneas Argentinas, debiendo hacerse cargo de un abultado
pasivo, de un déficit operativo de 500 millones de dólares anuales y la amenaza
de una demanda en los tribunales internacionales por otros 1.000 millones de
dólares. ¿Qué sentido tiene todo ésto?
Pero el brote sicótico de la dirigencia no tiene límite y en
medio de una caída abrupta de los términos de intercambio, de un aumento del
déficit de cuenta corriente, de despidos y suspensiones, los gobernadores han
comenzado una "cruzada" de aumentos de impuestos que seguramente derivará en
resultados aun más negativos para el conjunto de la actividad económica.
Confiscación de ahorros, expropiaciones de empresas, deterioro de los términos
de intercambio e impuestazos por doquier conforman un cocktail explosivo que se
traduce en menor riqueza para la población. Una devaluación silente.
Miguel Angel Rouco