Existe una categoría de personas, sumamente conocida
entre los argentinos, especialmente en el mundo de la política, que es la de los
hipócritas.
Según la Real Academia Española, hipócrita es todo
aquel que finge sus sentimientos, ideas y cualidades, contrarias a las que se
experimentan, y llegan a creerse sus propias mentiras.
Este adjetivo le cabría perfectamente no sólo a Néstor Kirchner, quien practica la hipocresía desde su época de Intendente de Río
Gallegos o Gobernador de Santa Cruz, también a muchos, por no decir a casi
todos, los miembros de su escuadrón.
Una de las frases más mencionadas en todos los medios
en estos días es la que dijera Néstor, refiriéndose a un reclamo de su esposa,
la supuesta abogada Cristina Fernández:
“Cristina todos lo días me dice, Néstor, que vice que me
pusiste”. Más allá de que, indirectamente se haya blanqueado que NK fue y es
quien maneja los destinos del país, que a esta altura ya es un dato irrelevante,
el presidente de facto no hace más que sacar a la luz su hipocresía.
Lógicamente que Cobos no cuaja con la esencia de los
Kirchner, de hecho, hasta ahora fue el único que se les enfrentó, y parece,
dentro de esta caterva de mamarrachos que a lo único que atinan es salir a
defender cualquier iniciativa kirchnerista.
Debemos mencionar a dos personas que también le van a
traer dolores de cabeza a NK.
Martín Redrado, quien ya se sabe presentó su renuncia y
está esperando que se la acepten, y en off no duda en tildar de mesiánico a su
jefe, y Felipe Solá, que huyó despavorido por no querer someterse a la
manipulación descarada del presidente de facto.
Pero volviendo a la frase que Néstor le atribuye a
Cristina, acerca de su vice, y siguiendo ese criterio, ¿no le tendríamos que
decir a Eduardo Duhalde, todos los días, "Eduardo, qué Presidente que nos
pusiste"?
Claro, es que la hipocresía tiene eso, que hace
parecer vivos a los que antes eran giles.
Evidentemente, NK no recuerda cuando iba corriendo detrás
de Carlos Menem y no dudaba en llamarlo “el mejor presidente de la historia”, y no
perdía oportunidad de hablar frente a cualquier micrófono que se le ponía al
alcance de la boca, o llamaba desesperado a los canales para que por favor
televisen los tristísimos actos de su campaña presidencial.
Hoy, cual gil avivado, hace comentarios
despectivos nada menos que del vicepresidente, por el sólo hecho de no sucumbir
a su autoritarismo, pero se olvida de cuando él —NK— era un ignoto gobernador
patagónico que era más conocido por sus actividades usurarias que por sus logros
políticos.
El mismo día que NK hizo el comentario sobre lo que
supuestamente su esposa le reprocha cada mañana, el “malevo” Ferreira se
suicidaba en público.
No es intención juzgar o analizar los antecedentes del
malevo Ferreira, quien seguramente tuvo, como la mayoría de nosotros, más
defectos que virtudes. Sí la actitud y la valentía de hacer lo que hizo, o sea,
todo lo contrario a la hipocresía.
El suicidio no es para cualquiera, para suicidarse hay
que tener coraje y, fundamentalmente, honestidad, o si se prefiere, ser
coherente en lo que se dice con lo que se hace.
Los hipócritas, los mafiosos, los déspotas, no se
suicidan.
Directa o indirectamente, este suicidio fue inducido
por la supuesta política de Derechos Humanos llevada a cabo por este gobierno que, como
bien corresponde a su línea hipócrita, no juzga a ex terroristas, quienes
también secuestraron, torturaron y mataron, y que para colmo de la hipocresía
los meten por la ventana en el gobierno.
Seguramente, el día que quienes hoy manejan el destino de
nuestro país no estén en el poder y no tengan la posibilidad de manejar —como lo
hacen tan impunemente— la Justicia, deberán dar cuenta de miles de hechos de
corrupción, de eso no tenga dudas, y seguramente pasarán a estar en el lugar del
“malevo” Ferreira.
La pregunta es la siguiente: ¿Serán capaces, quienes hoy están protagonizando el peor
gobierno de la historia, de seguir el ejemplo de Ferreira?
Pablo Dócimo