La primera conclusión a la que llegaron
los españoles al nuevo mundo, cuando se dieron cuenta de que no estaban donde
ellos pensaban llegar, que era la India, fue que estaban en el Paraíso.
Un clima agradable, playas hermosas, un mar cálido y
cristalino, y con gente semi desnuda que vivía de la recolección de abundantes
frutos y la eventual caza de algún animal. Era, sin dudas, lo más parecido que
se podían imaginar al edén.
Hace 10.000 o 20.000 años, en África, sucedía algo muy
similar. Sus habitantes, nunca tuvieron la necesidad de preocuparse por los
alimentos, pero algo totalmente opuesto ocurría en Europa, donde las
inclemencias del invierno hacían que los primeros habitantes de esas tierras
debieran apelar a distintos métodos para poder sobrevivir y enfrentar las
adversidades. Un claro ejemplo, es el desarrollo de distintas técnicas para
poder conservar los alimentos, que abundaban en verano y eran prácticamente
imposible de conseguir durante el invierno.
Del Neandertal al hombre gracias a un cambio climático
El origen del hombre moderno, que se ha debatido por más de
150 años, podría encontrarse en un cambio climático que lo hiciera evolucionar
del Neandertal.
Diversos estudios aseguran que el cambio climático provocó
que la diversidad genética de los Neandertal se reduzca, permitiendo extrañas
mutaciones. El clima, además, redujo la diversidad y accesibilidad de animales
para cazar, por lo que crece la teoría que indica que indica que el homo
sapiens evolucionó en forma directa de esta primitiva especie.
Las principales corrientes de pensamiento dicen que los
humanos modernos migraron de África y superaron a sus pares europeos más
primitivos, los Neandertal, o se aparearon con ellos. Pero la teoría de que el
homo sapiens evolucionó de los Neandertal, que se extinguieron hace unos 28.000
años, cobra cada vez mayor credibilidad.
Un estudio publicado en la revista especializada
Proceedings of the National Academy of Sciences, asegura que la evidencia de
un importante cambio climático fundamenta esta teoría.
Eugene Morin, profesor de antropología en la Universidad
Laval (Quebec, Canadá), asegura que un largo período de clima difícil podría
haber hecho de Europa un lugar poco hospitalario para nuevos migrantes, en un
momento en que el hombre moderno empezaba a desarrollar herramientas y a pintar
en cavernas.
Morin agrega que es más probable que los Neandertal
evolucionaran como resultado de estos cambios climáticos que redujeron
drásticamente la diversidad y accesibilidad de animales para cazar.
"Si los Neandertal ya tenían problemas, ¿cómo sería posible
que otra población sobreviviera?", se preguntó.
"Aunque (los recién llegados) tuvieran una ventaja selectiva
igual enfrentarían las condiciones climáticas (...) y competirían con los
Neandertal que ya estaban adaptados al lugar", asegura Morin.
Morin examinó los huesos de animales descubiertos en el sitio
arqueológico de Saint-Cesaire, Francia, y determinó que el consumo de reno
aumentó del 30% al 87% en la dieta del hombre cavernario hace unos 35.000 a
40.000 años.
Y como se encontró un patrón similar en los huesos de
mamíferos menores, como ratones, Morin concluyó que un cambio climático
"relativamente rápido" llevó a una reducción drástica de las manadas de caballos
y bisontes en la región.
Con su supervivencia dependiendo de las inestables manadas de
renos, la densidad poblacional de los Neandertal en la región cayó
dramáticamente, concluyó Morin.
Esto generó un "cuello de botella poblacional" en el que
la diversidad genética de los Neandertal se redujo, permitiendo extrañas
mutaciones, agregó.
También es posible que las duras condiciones forzaran a
los Neandertal, cazadores y recolectores, a deambular más lejos en busca de
comida y para extender sus redes sociales por protección.
Esto también podría haber ayudado a extender las tendencias
genéticas encontradas en los Cromañón y el uso más complejo de herramientas y
pinturas rupestres.
"Sigue siendo un misterio por qué todos estos cambios
ocurrieron al mismo tiempo, pero no creo que ocurrieran como resultado de una
migración del hombre moderno", dijo Morin.
¿Los blancos son más inteligentes que los negros?
De todas estas cuestiones, estudios y análisis, se podría
desprender la teoría de que algunas razas, ya sea por cuestiones evolutivas,
debido al clima, y transformándose en genéticas luego, sean diferentes a otras.
Por ejemplo, es sabido que los negros son más resistentes al
calor, y que por sus aptitudes físicas, se destacan más que los blancos o los
asiáticos en muchísimos deportes. ¿Pero que ocurre con la capacidad intelectual?
En octubre de 2007, el premio Nobel de Medicina
estadounidense, James Watson, provocó una fuerte polémica al afirmar que las
personas de piel negra son menos inteligentes que los blancos, y calificar de
falsedad “la igualdad de poderes de razonamiento” entre europeos y africanos.
Watson, quien fuera ganador del Nobel en 1962 por su
participación en el descubrimiento de la estructura del ADN y director del Cold
Spring Harbour Laboratory de Long Island, Estados Unidos, reabrió un debate que
la ciencia ya considera superado al afirmar que las políticas occidentales en
países africanos son incorrectas “porque se basan en la idea de que las personas
negras son tan inteligentes como las blancas”.
Watson afirmó que, a su juicio, los genes responsables de
crear las diferencias en la inteligencia humana de acuerdo con las razas serán
hallados en diez años. También agregó, en esa oportunidad, que se siente “muy
pesimista” por el futuro de África. “Todas nuestras políticas sociales [en ese
continente] están basadas en el hecho de que la inteligencia [de ellos] es igual
a la nuestra, cuando todos los exámenes dicen que esto no es realmente cierto”.
Sus opiniones se reflejan en un su libro titulado Avoid boring people:
lessons from a life in science (Evitar a los aburridos: lecciones de una
vida en la ciencia).
En dicho libro expresa, además: "No hay razón firme para
anticipar que las capacidades intelectuales de las personas geográficamente
separadas demuestren que han evolucionado de forma idéntica (...) Nuestro deseo
de considerar a todos iguales no será suficiente para fundamentar esta
afirmación".
En 2000, sorprendió a su audiencia en la Universidad de
California, en Berkeley, cuando presentó su teoría sobre el color de la piel y
el deseo sexual. En su conferencia, que acompañó con varias diapositivas que
mostraban a mujeres en bikini, argumentó que se había descubierto que los
extractos de melanina, una hormona que le da color a la piel, aumentaban la
libido.
"Es por eso que existen los amantes latinos —contaron que
había dicho personas que estuvieron presentes en la conferencia—. Uno nunca
escucha que haya amantes ingleses. Sólo pacientes ingleses."
Esta polémica originada por Watson, no es la primera, y es
similar a la que en la década de 1990 provocó el libro The Bell Curve,
una obra coescrita con los profesores de Harvard Richard Hernstein y el
especialista en ciencias políticas Charles Murray, quienes sugirieron que las
diferencias de cociente intelectual entre las personas son genéticas, y que la
raza juega un rol importante.
La moral no es cultural, sino genética
Algo similar a las condiciones físicas y el coeficiente
intelectual ocurre con aspectos o actitudes que por lo general consideramos que
provienen de nuestra formación cultural, como por ejemplo, la moral.
¿De dónde vienen las reglas morales? De la razón, afirman
algunos filósofos. De Dios, aseguran los creyentes. Rara vez se considera otra
fuente como la que hoy defienden algunos biólogos: la evolución. Pero según un
artículo de Nicholas Wade, publicado en The New York Times, "Los seres
humanos compartimos sistemas morales innatos", como lo afirmara el psicólogo
norteamericano Jonathan Haidt
Una mirada a la selección natural y a la supervivencia de los
más fuertes sólo parece confirmar los valores más egoístas. Pero para los
animales que viven agrupados el egoísmo debe ser limitado o no habría ventaja en
vivir en sociedad. ¿Puede la conducta desarrollada por los animales que viven en
sociedad ser el fundamento de donde partió la moralidad humana?
En el libro Hipótesis de la felicidad, Jonathan Haidt,
psicólogo moral de la Universidad de Virginia, construye una visión amplia de la
moralidad donde rastrea su conexión tanto con la religión como con la política.
Haidt comenzó investigando la emoción de la aversión. Al
probar las reacciones de la gente ante situaciones como la de una familia
hambrienta que cocinó y comió a su perro luego de que éste hubiera muerto en una
ruta, exploró el fenómeno en que la gente siente fuertemente que algo está mal
pero cuyo porqué no puede explicar.
Este fenómeno lo llevó a ver a la moralidad conducida por
dos sistemas mentales separados. Un sistema antiguo, que él llama intuición
moral, se basa en las conductas con carga emotiva que se desarrollaron antes que
el lenguaje. Un sistema moderno, que llama juicio moral, llegó después del
lenguaje, cuando la gente pudo expresar por qué algo estaba bien o mal.
Las respuestas emocionales de la intuición moral ocurren de
manera instantánea; son primitivas reacciones viscerales que evolucionaron para
desarrollar decisiones intempestivas que ayudan a la supervivencia en un mundo
peligroso. El juicio moral, por otro lado, llega más tarde, cuando la mente
consciente desarrolla una racionalización para la decisión que llegó a través de
la intuición moral.
El elefante y el jinete
Haidt compara la maquinaria moral subterránea con un elefante
y al razonamiento moral consciente con un pequeño jinete que monta sobre su
lomo. Los psicólogos y filósofos han tenido una visión muy estrecha de la
moralidad, según cree, porque se han centrado en el que monta e ignoraron al
elefante.
Haidt desarrolló una mejor idea del elefante luego de que
visitó la India. Allí, vio que la gente reconocía un dominio de lo moral mucho
más amplio que lo relacionado con el daño y la justicia que son centrales en la
moral occidental. Los indios se preocupaban por integrar a la comunidad a través
de rituales y los ligaban a conceptos de pureza religiosa como manera de
reprimir la conducta.
A su regreso de la India, Haidt rastreó literatura sobre
antropología y psicología en busca de ideas de moralidad en todo el mundo.
Identificó cinco componentes de la moralidad que eran comunes a la mayoría de
las culturas. Algunos tenían que ver con la protección de los individuos, otros
con los lazos que mantienen unidos a los grupos.
Entre los sistemas morales que protegen a los individuos, uno
tiene que ver con prevenir el daño a una persona y el otro con la reciprocidad y
la justicia. Menos habituales son los tres sistemas que promueven conductas
desarrolladas para fortalecer al grupo. Estas son la lealtad al grupo, el
respeto por la autoridad y la jerarquía, y el sentido de pureza o santidad.
Los cinco sistemas morales, según Haidt, son mecanismos
psicológicos innatos que predisponen a los niños a absorber ciertas virtudes.
Como estas virtudes se aprenden, la moralidad puede variar mucho de una cultura
a la otra, mientras que la importancia de refrenar el egoísmo se mantiene.
En las sociedades occidentales, lo importante reside en
proteger al individuo insistiendo en que todos deben ser tratados con justicia.
La creatividad es mucha, pero la sociedad es menos ordenada. En muchas otras
sociedades, el egoísmo es suprimido "por medio de prácticas, rituales e
historias que ayudan a la persona a representar un papel cooperativo en una
entidad social más amplia", dijo Haidt.
El es consciente de que mucha gente, incluida "la disciplina
políticamente homogénea de la psicología", equipara la moral con la justicia,
los derechos y el bienestar del individuo, y rechazan todo lo demás como meras
convenciones sociales. Pero muchas sociedades en todo el mundo se comportan como
si realmente la lealtad, el respeto por la autoridad y la sanidad fueran
conceptos morales, destaca Haidt, y esto justifica el tener una visión más
amplia del tema moral. La idea de que la moral y lo sagrado están relacionados,
dijo, puede hoy no estar de moda pero tiene un linaje venerable, si nos
remontamos a Emile Durkheim, fundador de la sociología.
Haidt cree que la religión ha tenido un importante papel en
la evolución humana al fortalecer y extender la cohesión brindada por los
sistemas morales. "Si no hubiéramos tenido mentes religiosas, no hubiéramos
transitado hacia lo gregario —afirmó—, seríamos todavía sólo pequeñas bandas que
deambularían de un lado a otro."
La conducta religiosa podría ser el resultado de la selección
natural, según su punto de vista, formada en un momento en que los primeros
grupos humanos competían unos con otros. "Los que encontraron formas de unirse
fueron más exitosos", agregó.
Haidt llegó a reconocer la importancia de la religión por
medio de un camino indirecto. "Primero encontré la divinidad en el sentimiento
de aversión." Este probablemente se desarrolló cuando la gente se hizo carnívora
y tuvo que aprender qué alimentos podrían estar contaminados con bacterias, un
problema que no se presentaba con los alimentos vegetales.
La aversión se extendió luego a otras categorías, sostiene, a
la gente que no era limpia, a inaceptables prácticas sexuales y a muchas
funciones y conductas corporales que eran vistas como diferentes de las
animales.
"Imaginen visitar una ciudad donde la gente no usa ropa,
nunca se baña, tiene sexo en público y come carne cruda arrancándola a mordiscos
directamente de las carcasas", escribe Haidt. El ve la aversión evocada por
una escena así como aliada de las nociones de pureza física y religiosa.
La pureza es, según él, un sistema moral que promueve los
objetivos de controlar los deseos de egoísmo y de actuar de una manera aprobada
de forma religiosa.
También la generosidad es genética
Así como pensamos que la moral la adquirimos según
nuestra formación cultural, también tenemos la idea de que ocurre lo mismo con
la generosidad de cada individuo.
Según un estudio realizado por un grupo de psicólogos de la
Universidad Hebraica de Jerusalén, publicado en la Red por la revista Genes,
Brain and Behavior, se estableció que el altruismo es un fenómeno programado
genéticamente.
Para los científicos, el gen AVPR1 estimula la liberación de
una hormona que favorece la generosidad.
La generosidad es un fenómeno programado genéticamente, lo
que implica que las personas son más o menos altruistas dependiendo de su
información genética.
Los científicos, llegaron a esta conclusión, luego de que en
una prueba de comportamiento, se entregaran 12 dólares a 203 individuos,
comprobando que casi el 50% de quienes estaban dispuestos a donarlos de forma
anónima, ya sea en parte o en su totalidad, eran portadores del gen AVPR1 o de
una de sus variantes.
"Que yo sepa, se estableció por primera vez la existencia de
un vínculo directo entre la generosidad humana y las variantes del ADN", declaró
el profesor Ariel Knafo, de la Universidad Hebraica.
Según Knafo, el AVPR1 estimula la liberación de una hormona,
la arginina vasopresina, que actúa a su vez en un área cerebral que favorece el
comportamiento altruista.
Para la ciencia, el hijo mayor es más inteligente
Según los especialistas, tanto en genética como en
psicología, afirman que la formación de un individuo resulta en un 50% según su
genética, y el otro 50% según su formación cultural, antropológica e
intelectual.
¿Que ocurre, entonces con los hermanos? En este caso, se
comparten no solo similitudes genéticas, también culturales, y parece ser que la
clave está en el “orden del nacimiento”.
Mucho se ha escrito acerca de la influencia que tiene en el
carácter de una persona ser el hijo mayor, el menor, o el del medio.
La "Teoría del orden del nacimiento", que dice que el
primogénito es más conservador; el hijo menor es más arriesgado y el del medio
es el más sociable, deriva de un estudio realizado por la Universidad de Oslo y
el Instituto de Salud Ocupacional de esa capital, que fuera realizado junto con
el servicio médico del Ejército de Noruega, y publicado en la prestigiosa
revista Science, y consolida, además la teoría de que el orden que los hermanos
ocupan en la familia sí importa: el hijo mayor es más inteligente y conservador;
el menor, más revolucionario
Los investigadores analizaron los niveles de inteligencia de
cerca de 250.000 reclutas de 18 y 19 años, y los resultados no dejan lugar a
dudas acerca de la importancia del orden en la familia: el primogénito tiene un
cociente intelectual (CI) 2,3 puntos por encima del segundo, y éste aventaja en
1,1 puntos al tercero. En tanto el CI de los primeros es también mayor que el de
los hijos únicos.
El estudio brindó un fuerte respaldo a la "Teoría del orden
de nacimiento", formulada a finales del siglo XIX, que también profundiza en los
rasgos de personalidad. A grandes rasgos, el hijo mayor se caracteriza por el
conservadurismo, el respeto a las expectativas y los valores paternos, y el
perfeccionismo. Como las expectativas depositadas en él son muy elevadas, “le va
a costar asumir fracasos".
En tanto el hermano del medio, tarda más que el mayor en
decidir qué quiere hacer con su vida y desarrolla más relaciones con iguales que
jerárquicas. Es el que tiene más facilidad para desarrollar emociones negativas,
pero también el más sociable de todos. El hermano menor, el mimado de la
familia, es el bohemio y el que se anima a correr más riesgos, pero también
puede ser más débil que los otros hermanos.
Con respecto a la inteligencia privilegiada del primer hijo,
o su mayor desarrollo del lenguaje, Díaz Aguado afirma que se debe a la "mayor
atención recibida”, a la mayor cercanía a los padres y adultos, y a su papel de
guía de los siguientes hermanos.
Pablo Dócimo