Siguiendo con la línea hipócrita del matrimonio Kirchner, el ministro Julio de Vido anunció a principio de la semana pasada que "la producción energética era normal", y que estaba "garantizado" el suministro de energía para toda la población.
Sin embargo, con la sucesión de cortes de suministro, ya las numerosas protestas de los vecinos en distintos barrios de la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense, el mismo De Vido tuvo que salir a dar la cara, y no tuvo mejor explicación que decir: “Es un caso extraordinario, es como cuando el día de la madre o para las fiestas colapsan las redes de teléfonos celulares por que todo el mundo envía mensajes de texto”.
¿Es esa la única explicación que se le ocurrió a un Ministro de la Nación que, de más está decirlo, nos toma por idiotas?
¿Qué pasaría si las distribuidoras de energía eléctrica comenzaran a aplicar cortes preventivos en distintos puntos de la ciudad y del conurbano bonaerense con más de 30 grados de calor?
Vale la pena preguntarnos, además, qué pasaría si el 30% de la industria, que ahora está parada, consumiera la media que suele utilizar a esta altura del año.
La respuesta está a la vista: si ahora no alcanza, con la estructura productiva ocupada a pleno, sería mucho peor.
La única respuesta, que jamás escucharemos de la boca de ningún funcionario del gobierno es que hace décadas que no se invierte en infraestructura, no sólo en la producción de energía, sino en nada: ni en educación, ni en caminos, ni en salud. En nada.
El actual gobierno no ha tocado ni una sola norma implantada en los años 90.
La Argentina creció en base a un modelo energético estatal y centralizado, donde se hacía una aplicación racional de la renta petrolera, destinada a generar energía de fuentes renovables en base a la surgida por los hidrocarburos, que son no renovables, estratégicos y escasos.
Con altibajos, en 1990 existía el autoabastecimiento petrolero, el 60% de la población tenía acceso a las redes de gas natural o a sus bienes sustitutos a precios populares, había varias represas en construcción y reservas de gas y petróleo que alcanzaban a los 40 y 20 años.
Hoy, los yacimientos de gas y petróleo están agotándose, no existen nuevas represas en construcción, Atucha II presenta atrasos inexplicables, de Atucha III no se habla y la cota de 83 metros de Yacyretá parece inalcanzable a pesar de los millones de dólares que anualmente se le asignan.
La destrucción de la integración vertical del sistema eléctrico debe ser calificada de dislate, y no hay solución posible si no se incorpora anualmente una potencia diaria de 3.000 megavatios hasta constituir una reserva adecuada de la que hoy carecemos.
¿Y el desarrollo sustentable? ¿y las inversiones? ¿adónde van las enormes ganancias de Edesur, Edenor y Edelap? ¿y el plan nuclear?
Decididamente, este gobierno, cada día consolida más y más el modelo de desinversión que ha provocado la crisis energética actual, que comenzó en la década de los 90, cuando vendieron empresas de servicios básicos y siguió con el marketing de la inversión de los Kirchner.
Ahora no tenemos ni empresas ni servicios.
Pablo Dócimo