Entre la expropiación de Aerolíneas
Argentinas, el blanqueo, la moratoria, la prórroga de la emergencia
económica y otros gravámenes y el supuesto plan de reactivación, la
administración Kirchner está por cruzar la última frontera de la democracia, la
Constitución y la República: la legitimidad.
Si bien se muestra cuidadosa, a la hora de buscar y dotar a
todo este andamiaje de un marco de legalidad, al mejor estilo de las dictaduras
o las autocracias, no duda a la hora de destruir todo vestigio institucional y
construir a su antojo una estructura de poder que la mayoría de la población
rechaza.
Es decir, una construcción destructiva que apunta a dejar
al país en un terreno yermo, favorable a la instauración de cualquier forma aún
más despótica de poder.
El gobierno ha montado una puesta en escena que tiene
como objetivo minimizar los efectos de una posible derrota en las elecciones de
medio término, con una crisis internacional como telón de fondo.
En otros términos, la administración regente está dispuesta a
incinerar años de ahorros de gran parte de la población para abastecer la usina
del consumo sin contrapartida por parte de los consumidores. Más llano aún, con
el "Nuevo Súper Banco ANSES" se financia el consumo de una parte de la población
con un considerable nivel de ingresos, sin que ese consumo redunde en un
beneficio para el resto de la población en situación de vulnerabilidad.
Pero aun cuando hubiera que hacer tamaño sacrificio,
¿quien se va a endeudar para no despedir o suspender personal, con ventas y
producción en caída libre? ¿quién se va a endeudar cuando tiene un costo
financiero enorme derivado de la acumulación de stock y con una creciente
capacidad ociosa? Si esa montaña de dinero se hubiese articulado en el medio de
una gran reforma impositiva integral que incluyera la eliminación de las cargas
patronales, la generalización y disminución de la alícuota del IVA, la supresión
de elusiones en Ganancias y la eliminación de impuestos distorsivos, los
resultados serían bien diferentes y hasta el blanqueo y la moratoria podrían
mostrar resultados alentadores.
Pero el blanqueo y la moratoria, de manera aislada, implican
serios riesgos para el país. Por un lado, aumentan la propensión del resto de la
población a evadir o eludir impuestos, sabiendo que siempre habrá a mano una
redención fiscal. Por otro lado, genera las condiciones para que fondos
generados a partir de actividades criminales puedan ingresar al país sin otro
requisito más que el lavado en algún negocio lícito.
Esta combinación explosiva no sólo convertirá al país en un
paraíso para el crimen, aislando aún más a la Argentina de la comunidad de
naciones civilizadas, sino que dejará las condiciones para justificar luego aún
más medidas de emergencia. ¿Hasta cuando una sociedad puede vivir constantemente
en situación de emergencia? La prórroga de la emergencia económica es una brete
para la endeble democracia formal de la Argentina. Como primer tópico, la
emergencia económica demuestra que, lejos del pueril discurso oficial, se
esconde una verdadera situación de fragilidad económica y financiera que
colocará al país en breve tiempo en urgencias mayores. Como segundo aspecto,
esta situación excepcional lleva implícita poderes discrecionales y un manejo
turbio de los recursos públicos. Como tercer asunto, este estado de
irregularidad genera inseguridad jurídica. Un cuarto escollo, lo constituye la
desaparición del crédito de la Nación y su consiguiente penalización a nivel
internacional.
A estas alturas, la configuración actual muestra un país
conducido hacia un lavadero de dinero enmarcado por una legislación excepcional
de orden público que le permite a quien ejerce el poder contar con facultades
extraordinarias. Pero hay más.
Ahora es el turno de las empresas privadas, muchas de ellas
concesionarias de servicios que se ven amenazadas por el avance incontenible de
un poder cuasi-despótico. La expropiación de Aerolíneas Argentinas es apenas una
muestra del poder de destrucción de la administración regente. Aquí también
subyacen serias consecuencias para el país: primero, quiera o no, la Argentina
deberá asumir los costos de esa expropiación en los tribunales internacionales.
Segundo, la sociedad argentina deberá asumir un pasivo de casi 1.000 millones de
dólares, más otros 500 millones de dólares por el déficit operativo de la
compañía. Tercero, se deberá hacer frente a nuevas inversiones con avales del
Tesoro para renovar una flota obsoleta y con serios problemas de navegabilidad.
¿Dónde echará mano el gobierno para atender estos gastos? Algo parecido puede
ocurrir en el reciente caso de EDELAP y el caso Telecom tiende a concluir de la
misma manera, como parece indicar el proyecto presentado en Diputados.
Con un mercado de capitales reducido a su mínima expresión,
sin crédito, sin ahorro, sin inversiones y con una recaudación en baja, el
gobierno ahora deja "escapar" el dólar. Con esto busca licuar su
excesivo gasto público, y de paso, achica aun más el poder de compra de los
salarios que no lograrán una recomposición en medio de una fuerte recesión. Es
decir, sobre la recesión, una devaluación. Lindo regalo de fin de año.
Miguel Ángel Rouco