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25 AÑOS DE DEMOCRACIA

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ILUSIONES Y DESILUSIONES EN PRIMERA PERSONA
ILUSIONES Y DESILUSIONES EN PRIMERA PERSONA

    El 10 de diciembre de 1983 fue para mí, como para tantísimos argentinos, un día inolvidable. Nacía una nueva etapa en la que estábamos seguros pasaríamos a vivir, finalmente, en paz, libertad, prosperidad y todas esas cosas que habíamos perdido en manos de los militares. Finalmente seríamos un pueblo rico —en todos los sentidos— libre y soberano, y por sobre todas las cosas pasaríamos a ser un pueblo con democracia. Íbamos a poder elegir a nuestros gobernantes.
    Después de 25 años, sobre ese día no hay mucho más para decir sin caer en redundancias. Pero hoy, tras haber transcurrido un cuarto de siglo, nos damos cuenta que, de todas esas ilusiones que teníamos, muy pocas se cumplieron.
    Después de tantos años de democracia y, teniendo en cuenta la situación actual de nuestro país, mas allá de la crisis de 2001, tendríamos que replantearnos lo siguiente: Social, cultural y económicamente, ¿estamos mejor que antes? Los políticos, ¿tenían más prestigio antes o ahora? Y por último, ¿cuántas leyes se sancionaron en todo este tiempo que  nos hayan cambiado sustancialmente la vida y podamos decir que, gracias a la democracia, nos hemos visto realmente beneficiados?
    Repito y subrayo, leyes que nos hayan cambiado "sustancialmente" la vida. Seguramente, el resultado arrojará un saldo negativo, sino basta con mirar las estadísticas y comparar los niveles de educación, seguridad, corrupción, poder adquisitivo, desocupación  o, simplemente, escándalos políticos.
    Carlos Menem asumió antes de tiempo porque Raúl Alfonsín tuvo que irse agobiado por la hiper inflación.
    A su vez, Menem, luego de ser reelecto —tras haber implantado el voto licuadora— terminó su mandato con una de las imágenes públicas más bajas de político alguno, dejando al país inmerso en una recesión insoportable y con uno de los peores índices de desocupación de la historia, después de habernos hecho creer que nos había metido en el primer mundo.
    Y llegó la Alianza, una especie de matrimonio por conveniencia entre radicales y peronistas desahuciados, que tuvieron sólo dos problemas. El primero, no poder superar su propia ineptitud para gobernar, y el segundo, una oposición destructiva que los empujó cuando estaban al borde del precipicio, organizando saqueos para apresurar la caída.
    Eso sí, hoy, esos mismos, hablan de golpistas y desestabilizadores, cuando en plena crisis festejaban con champagne la caída de un gobierno elegido por el voto popular.
    Como quien no quiere la cosa, luego da varias idas y venidas, léase, tejes y manejes dentro del peronismo, Eduardo Duhalde asume la presidencia, como haciéndole un favor a los argentinos.
    E hizo lo que había que hacer y que nadie se animaba a hacer, devaluó. Lamentablemente, hizo lo que hizo sin tener la menor idea de lo que hacía, y profundizó la crisis, transformando el corralito en corralón y estafando a miles de ahorristas.
    Pero ese sólo fue el 50% del desastre de Duhalde, el otro 50% lo completó con la designación del único, por descarte, que le quedaba para mandar a una elección, Néstor Kirchner.
    De más estaría enumerar las cosas que se dijeron entre Menem y Duhalde, Kirchner y Menem, Duhalde y Kirchner.
    Y así fue cómo, un ignoto gobernador de La Patagonia, con el 22% de los votos —el menor porcentaje con el que haya asumido un presidente votado por el pueblo—, llega a la presidencia de la Nación.
    Con un discurso populista, retórico, plagado de frases hechas y promesas que jamás se cumplieron, enseguida alcanzó una popularidad fenomenal.
    Durante su gobierno, rápidamente, se comenzó a escuchar la palabra “crecimiento”, que en realidad era “recuperación”, gracias a un contexto internacional favorable como muy pocas veces se había dado en la historia, y gracias a la devaluación de Duhalde, que como por arte de magia había llevado la convertibilidad del "1 a 1" a la convertibilidad del "3 a 1", que le permitió a Néstor Kirchner hacer lo que mejor sabe hacer: sentarse a recaudar y manejar a discreción los millones de dólares que ingresaban al país a través de las exportaciones agropecuarias.
    Para algunos, el 28 de octubre de 2007 fue electa como presidente de la Nación su esposa, Cristina Fernández, para otros, fue sólo un cambio en los papeles, porque en la realidad, el que sigue gobernando en Néstor.
    Así como rápidamente, durante los primeros tiempos de la presidencia de NK, crecieron su imagen positiva y las reservas del Banco Central, también comenzaron a crecer las críticas, las denuncias, las sospechas de corrupción y el descontento por el manejo autoritario del poder, en fin, las “desprolijidades”.
    La lista es extensa, pero podríamos nombrar a título de recordatorio, algunos hechos sobresalientes de la era K.
    Los Superpoderes, la valija de Antonini Wilson, la bolsa del baño de Felisa Michelli, miles de muertos en las rutas, las “sensaciones” de inseguridad (violaciones, asesinatos, robos, secuestros), el INDEK (Índice Nefasto Del Estado Kirchnerista), el contrabando de autos, financiación de campañas turbias, los cortes de luz, las compras de tierras fiscales en El Calafate, el dudoso aumento del patrimonio del matrimonio Kirchner, el caso Skanska, la inflación, Moyano y sus aprietes, las inversiones Chinas, los trenes. Enarsa, las valijas —pero esta vez de Southern Winds—, la promesa del  gasoducto Bolivariano, el delirio de Guillermo Moreno, el tren bala. La mentira de los créditos para inquilinos, el Banco del Sur, Borocotó, los casinos y maquinas tragamonedas, las usureras retenciones al campo, la Oficina Nacional Contra el Campo Argentino (ONCCA), los muertos innecesarios en los innecesarios actos “K”, las listas sábana, los holdouts, el dólar ficticio, el robo de los aportes de los afiliados a las AFJP, los nexos con el narcotráfico-efedrina, la expropiación de Aerolíneas Argentinas, el contrabando de armas de Nilda Garré, el desvío de fondos de Romina Picolotti, la falta de Federalismo y verdadera distribución de la riqueza al interior del país, el riesgo país, la desocupación que les conviene, los bonos de Hugo Chávez, el "efecto jazz", un Presupuesto 2009 ridículo, la violencia de Luis D´Elía, Emilio Pérsico y Edgardo Depetri, el paseo por África, los lujos de Flor K y las empresas de Máximo, el clientelismo político, la falta de fondos para escuelas y hospitales... y la lista sigue.
    Es inentendible cómo, después de lo que nos costó volver a la democracia, y después de haber vivido lo que vivimos en el 2001- 2002 lleguemos a tener un gobierno que cometa tantos desaciertos, y que además, se maneje con tanta impunidad y tanto autoritarismo
    Winston Churchil decía, y con mucha razón, que la democracia es el "menos malo" de todos los sistemas, y esto es así, sencillamente porque nosotros mismos, ni más ni menos, somos quienes vamos a elegir a nuestros gobernantes. Nosotros somos los responsables de nuestro destino y los encargados de guiar nuestras instituciones (Poder Ejecutivo, Legislativo, Judicial, Policía, Fuerzas Armadas, Partidos Políticos, etc.) que no son más que personas extraídas de nuestra propia sociedad. Son fruto de nuestra idiosincrasia, de nuestra cultura, de nuestra filosofía de vida. La democracia no tiene que servir para confundir autoridad con autoritarismo o libertad con libertinaje.
     Entonces, ¿el problema es la democracia? ¿No serán los ejecutores? ¿Y si los ejecutores son producto directo de nuestra sociedad, no somos nosotros mismos los responsables de este deterioro generalizado?
     La democracia, tal como la conocemos, quedó instaurada en el año 1776 con la sanción de la constitución de los Estados Unidos; no hay país que haya progresado sin democracia.
     Tenemos en nuestras manos la única llave para abrir la puerta que nos llevará a ser una sociedad mejor, más culta, ordenada, respetada y respetable, lo único que tenemos que hacer es saber usar esa llave.
     Evidentemente, hay algunas lecciones que todavía no aprendimos, pero como reza el axioma, ¿no será que cada pueblo tiene el gobierno que se merece?

 

Pablo Dócimo

 

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