Le proponemos leer el siguiente extracto
de un discurso pronunciado por un dirigente agropecuario hace algún tiempo.
Cuando llegue al final, seguramente se asombrará por dos
aspectos llamativos del mismo: el primero, su asombrosa actualidad, y el
segundo, la fecha en que fue pronunciado.
“Conocemos todas las dificultades con que ha tropezado el
desarrollo de las fuentes madres de la riqueza del país en los últimos años, y
el sufrimiento que de ello ha resultado para los hombres que han dedicado sus
actividades al trabajo rural.
Necesitaremos, luego, una fuerte cohesión entre los
productores rurales, para que dentro de la actual organización democrática se
nos oiga y se nos tenga en cuenta en nuestras legitimas aspiraciones.
Somos los más numerosos, pero actuamos dispersos. En esas
condiciones constituimos muchas veces el juguete de las pasiones o de las
conveniencias políticas, que suelen ejercitarse en detrimento de los intereses
agrarios del país.
El gobierno fija la tasa del impuesto de acuerdo al dinero
que quiera extraer de los productores rurales. La cantidad de este dinero no
depende de la valuación, que en todo caso debe ser una estimación prudente de la
realidad; sino la pura y simple voluntad del gobierno, que en el presente caso
quiere más dinero, a pesar de la situación critica de las actividades
agropecuarias, y de la mala situación de los contribuyentes. Languidece así el
espíritu de empresa tan necesario en un país joven como el nuestro, al
apoderarse el fisco de una parte desmedida de los recursos individuales.
Se substrae asimismo a las actividades productivas los
capitales en que buena parte de esos réditos serian transformados, y no para
aumentar la eficiencia económica de la colectividad, sino para emplearlos en
sueldos y gastos improductivos, satisfaciendo apetitos de las clientelas
electorales.
Los sistemas actuales que ponen al capricho de los poderes
públicos el nombramiento de empleados, son en parte la causa de los males que
hoy agobian a la provincia, la voracidad insaciable de los comités va así
creciendo sin que se vislumbre un freno que ponga coto a sus demasías.
Vemos así las oficinas publicas ocupadas en gran parte por
hombres que carecen de la aptitud necesaria para desempeñar sus funciones; de
ahí que la eficiencia disminuye, cuando no se anula, y que el numero de
empleados es muy superior a lo necesario.
La recomendación política vale mas que la capacidad y en esas
condiciones falta todo estimulo para el empleado publico con las consecuencias
que hoy palpamos en nuestro engranaje administrativo.
En Australia y en Nueva Zelanda, por ejemplo, para citar dos
países nuevos, análogos al nuestro, el Jefe del Gabinete y los Ministros apenas
pueden nombrar su secretario privado. Los políticos carecen, pues, de toda
influencia en el nombramiento del personal, de tal suerte que el Poder Ejecutivo
puede dedicarse a hacer obra genuina de administración y fomento con empleados
tan bien seleccionados y tan capaces como los de cualquier empresa bancaria o
comercial.
En esta forma el costo de la administración publica resulta
mucho mas bajo y sus servicios mucho mas eficaces. El ejemplo de esos países,
señala con elocuencia el camino a seguir a nuestro gobierno.
El mejor remedio para las finanzas maltrechas de la provincia
es la continencia administrativa y la reducción de los gastos.
El aumento de los impuestos cuando rebasa la capacidad
tributaria, como en la actualidad, resulta en extremo perjudicial, pues sofoca
las fuerzas productivas. pero es el expediente mas fácil.
Bien entendido, señores, mas fácil cuando los productores
sobre los que recaen los pesados tributos consienten blandamente en la "esquila
fiscal". De ahí, señores la necesidad de dar coherencia a nuestra acción, de
unir nuestros esfuerzos, limando las pequeñas asperezas, para que el trabajo de
la campaña gravite con la magnitud que le corresponde en la dirección de los
asuntos públicos. Sólo así dejaría de ser la fuente predilecta de los apetitos
fiscales y se transformara en el eficaz propulsor que hoy requiere nuestra vida
colectiva.”
Este es un extracto del discurso pronunciado por el
Presidente de la Sociedad Rural Argentina Ing. Luis Duhau, en la exposición de
ganadería celebrada por la sociedad rural de azul en el año 1927, ¿es necesario
agregar algo más?
Pablo Dócimo