Entre las múltiples peculiaridades de esta
etapa histórica del país, la relación que el poder kirchnerista tiene con el
campo será uno de los sellos indelebles. Es difícil explicar la sucesión de
errores que se producen sin solución de continuidad, si no fuera por el
simplismo de acudir a una de las características del matrimonio en el Gobierno:
la obcecación y la sed de venganza ante cualquier persona o sector que resista
sus intenciones.
No importa que el país esté al borde de una crisis que
todavía no tiene nombre ni descripción, pero que puede entreverse en el espejo
de la fenomenal caída de las principales economías del mundo.
Antes de que comience marzo, el plazo imaginario que se
había establecido para comenzar a detectar los síntomas del coletazo del
tsunami financiero mundial, estos últimos días de febrero anticipan ya algo
de lo que está por venir.
Las cifras de caídas en las ventas y en consecuencia de la
producción de bienes industriales básicos se suman a la debacle que afronta el
campo luego de una serie de políticas que parecieron más destinadas a destruir
ese importantísimo segmento de la vida económica del país que a responder a los
declamados propósitos de esas políticas.
El país corre el riesgo incluso de caer en la escasez de
oferta de alimentos si se tienen en cuenta los estragos que hicieron las
políticas de restricción de exportaciones y producción, sumadas a la histórica
sequía que dejó un tendal de casi cien mil cabezas de ganado muertas por
inanición, y miles de hectáreas que quedaron improductivas por fenómenos humanos
y meteorológicos.
Pero esa situación parece no ser advertida por el Gobierno,
que sigue dedicando sus mejores esfuerzos para imaginar castigos a los díscolos
ruralistas que tienen la audacia de seguir desafiándolo a través de protestas,
declaraciones, actos y lo que es peor, de la cosecha de adhesiones en sectores
que antes eran sumisos al poder del matrimonio.
A tal punto la situación se le escapa de las manos a los
Kirchner que han comenzado a padecer la diáspora de algunos de sus mejores
nombres con más probabilidades para imponerse en las elecciones de octubre.
Mientras la presidenta Cristina Kirchner viaja por el mundo y
en Buenos Aires encabeza actos esforzándose por mejorar su imagen —en general
por caminos que a veces producen el efecto contrario— Néstor Kirchner se desvive
por asegurarse el triunfo en la próxima prueba electoral.
Asiste espantado a las fugas que se han producido de sus
filas en el Senado y que pueden continuar en la Cámara de Diputados y se
encuentra cada vez con un terreno más pequeño en el que se puede mover con
comodidad, habitado por incondicionales como Julio de Vido, Carlos Zannini o
Guillermo Moreno.
La decisión elucubrada entre las lujosas paredes de la quinta
de Olivos de "quemar" a uno de los prominentes miembros de la Mesa de Enlace
como lo es el titular de la Sociedad Rural Argentina, Hugo Biolcati, podría ya
quedar inscripta en la lista de las más defectuosas tácticas políticas que haya
intentado la actual administración.
Convocar en secreto a un diálogo a Biolcati tentándolo con
hacerle creer que de allí podría surgir algo que pudiera ayudar al campo, y
luego revelar las reuniones que en definitiva no sirvieron para nada, fue una
estrategia típica de "niño malo" que no se da cuenta cuán perjudicial
representará la jugada para él mismo.
Es difícil imaginar que otra vez el Gobierno pueda repetir
una estrategia semejante. ¿Qué dirigente se animaría a mantener algún tipo de
reunión reservada, si después será ventilada en sus más íntimos detalles en
conferencia de prensa? La venganza no sirvió para nada: la Comisión de
Enlace si bien acusó el golpe, finalmente lo volvió a capitalizar a su favor, y
el Gobierno, una vez más, quedó muy mal parado frente a la opinión pública.
Quedará registrada también en la pequeña historia de este período la imagen del
vocero presidencial, Miguel Nuñez, prácticamente desconocido por la gente,
leyendo un "comunicado" para revelar los detalles de los encuentros entre el
ministro de Vido y Biolcati.
Faltó en ese comunicado explicar las causas por las cuales la
presidenta Cristina Kirchner encomendaba al ministro de un área que nada tiene
que ver con el campo para comandar supuestas negociaciones secretas.
El martes, la ministra de Producción, Débora Giorgi, recibirá
a los dirigentes del campo para iniciar una supuesta nueva etapa de diálogo:
pocos apuestan a resultados concretos, más parece un gesto "cosmético" —como
Biolcati definió sus encuentros con el titular de Planificación— que de
verdadera intención de sacar a flote a la producción agropecuaria del país.
Carmen Coiro