Si había alguna duda respecto al cinismo
de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner —y a su estado mental, dicho sea
de paso—, en las últimas horas se ha despejado por completo. Hace pocas horas,
la mandataria convocó a la "intelectualidad argentina" a "ayudar a la
sociedad a desentrañar los mensajes que le envía (los medios de comunicación)
bajo aparente objetividad y prescindencia".
Durante un acto de anuncio de obras de reforma y remodelación
de la Biblioteca Nacional, la jefa de Estado sostuvo que los mensajes de los
medios "son directamente atentorios —¿existe semejante término?— de las
posibilidades de movilidad social, de redistribución del ingreso y de una
participación democrática".
"El desafío es volver a ejercitar el pensamiento audaz, no
convencional, no sometido a las reglas que vemos diariamente en los medios de
comunicación en donde casi se repite monocordemente un guión o un libreto que
nunca se sabe quién lo elabora pero que todos tenemos fuertes sospechas a qué
intereses responden", sentenció sin ponerse colorada.
¿Esto significa que todo los escándalos que denuncian los
medios son falsos y sólo responden a un mensaje maquiavélico? ¿Qué es mentira?
¿Acaso los fondos de Santa Cruz, los sobreprecios en las licitaciones
públicas del ministerio de Planificación Federal, la valija de Antonini Wilson,
las coimas de Skanska, las maletas de Southern Winds, la presión a la
Justicia, o la limosna a los referentes políticos serviles?
¿Adónde está el invento del periodismo? ¿adónde el mensaje
manipulador.
La realidad es que las mentiras del kirchnerismo han cansado
sobradamente a la ciudadanía y eso ha llevado a que los índices de popularidad
del oficialismo se redujeran a su mínima expresión. Esto provoca el enojo, no
sólo de Cristina, sino también de los secuaces que la rodean y temen lo que
vendrá en octubre próximo a nivel eleccionario. Saben que hacen agua y salen a
dar inútiles manotazos de ahogado.
Lo que deberían sabes es que los verdaderos responsables de
la baja popularidad, son ellos mismos, nadie más.
Las encuestas que esconde el matrimonio K —y que hacen
sondear en estricto secreto— lo muestran a las claras: irrita el discurso de
Cristina, enojan las mentiras de Néstor. Ese es el "mensaje" que debería
desentrañar Cristina antes de acusar a los medios de nada.
Cosas veredes, Sancho.
Carlos Forte