El jefe de gobierno porteño, Mauricio
Macri, ratificó hoy ante la Legislatura de la Ciudad su claro perfil opositor al
kirchnerismo, en un año que estará signado por las elecciones nacionales y la
crisis internacional.
Si bien sus principales colaboradores juraban que la
intención de su discurso ante los diputados comunales no apuntó a subir la
confrontación con el oficialismo nacional, Macri dejó en claro con palabras y
gestos que busca ser la contracara del modelo político y económico que emana
desde la Casa Rosada y la Quinta de Olivos.
El jefe de gobierno llegó a un Palacio Legislativo ausente
del folclore peronista que anidó en el Congreso, con sólo los funcionarios y un
puñado de militantes que aplaudieron (quizás excesivamente) más los planes de
gestión que las acusaciones contra el "bloqueo" que dice sufrir desde Balcarce
50.
Sin embargo, las acusaciones contra "sectores que pretenden
extorsionar", a los que no identificó, hicieron recordar a las palabras y los
silogismos que en más de una oportunidad se les escuchó a los Kirchner.
"Está claro que estamos en las antípodas de casi todo lo que
plantea el gobierno nacional, pero no hubo una decisión de subir el tono",
explicaba, luego del discurso, un estrecho colaborador del jefe de gobierno.
El "alcalde" de la Ciudad de Buenos Aires comparte con los
diputados nacionales Felipe Solá y Francisco De Narváez la conformación
embrionaria de una oposición nutrida, principalmente, desde el peronismo
disidente y sus palabras no fueron ajenas a ese universo.
Mauricio Macri padeció desde el inicio del discurso de
casi un desdén de la oposición —tanto del kirchnerismo como de la Coalición
Cívica— que le reclamó definiciones electorales y otras que tal vez hubieran
sido necesarias.
La principal demanda fue que el discurso, sólo
interrumpido por los aplausos, terminó a los 23 minutos sin que los porteños
sepan qué va a pasar con el conflicto docente ni cuántas veces tendrán que votar
este año.
Facundo Cháves Rodríguez