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Payasos y trapecistas

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KIRCHNER Y SU INEVITABLE DEBACLE
KIRCHNER Y SU INEVITABLE DEBACLE

“En este circo hay muchos payasos, pero pocos trapecistas” (Dicho popular)

 

    Bruscamente, en una noche se inició la debacle. Bastaron unas cuantas horas para que la cima de popularidad se viniera cuesta abajo en la rodada y los fulgores de la cruel verdad encandilaran los asombrados ojos del oficialismo. Vacíos sus bolsillos de la variada gama de golpes de efecto, el kirchnerismo súbitamente se vio contra la pared ante el multitudinario reclamo de justicia por la persistencia de la impunidad. Contra las cuerdas como en diciembre de 2001, la corporación política nacional tardó en reponerse de semejante golpe y sólo atinó a dar manotazos de ahogado en el aire. Uno de estos fue intentar al principio despegarse del peso muerto del gobernador bonaerense Felipe Solá, quien tuvo la genial idea de designar en la crucial área de Seguridad a la ex maestra y ex copiloto de Chiche Duhalde Graciela Giannettasio. Bueno, antes le había dado el puesto a un ingeniero agrónomo, o sea un versado señor en vacas y campos. Pero, este buen hombre no dio pie con bola en el indomable primer distrito argentino y terminó fagocitado por las circunstancias.

    Pero, como siempre sucede en estas peleas de gallinero, luego se intentó descomprimir la situación y Kirchner le mandó señales conciliadoras al vapuleado Solá y le indicó a travé de emisarios que “no le soltará la mano”. Al menos, por ahora.

    Tampoco se agotaron los recursos distractivos frente al repudio popular, apelando a las clásicas maniobras para descomprimir situaciones engorrosas. Por eso, que mejor recurso que la doble detención del ex matrimonio culebrónico Soldán-Rímolo, verdaderos exponentes de la estupidez farandulera vernácula. Aunque no logró el efecto deseado, porque felizmente la ingesta de vidrio molido está dejando de ser moda, algunas voces se alzaron para puntualizar la diferencia entre la prisión VIP de María Julia y otros privilegiados, y estos dos ex tortolitos.

    Porque precisamente otro de los males bien argentos es precisamente la caterva de privilegios que gozan los adherentes a la citada corporación, que están vedados de cajón a la mayoría de los ciudadanos comunes.

 

Tiempo de descuento

 

   “¿Está llegando a su fin el estado de gracia para Néstor Kirchner? No hay indicios de que la popularidad del Presidente haya entrado en merma pero sí, en cambio, evidencias de que el Gobierno afronta una variedad de conflictos que no le permitirían retener, como hasta ahora, la complacencia mayoritaria de la opinión pública. Ninguno de aquellos haría temer un principio del fin en la relación de Kirchner con la sociedad, aunque, recordando una frase de Winston Churchill de los años de guerra, podría aventurarse que el Gobierno asistiría al final de su comienzo. Es decir, de aquel tiempo en el cual sólo hubo cabida para mieles y romances”, puntualizaba Eduardo van der Kooy en su habitual editorial del domingo 4 de abril en Clarín. Sucede que la realidad posee la fuerza de un ariete, capaz de arrasar las torpes ilusiones de los políticos vernáculos, y contra ella no hay soluciones cosméticas que valgan.

    Como se manifestó en un análisis anterior, los nombrado continúan gambeteando esto y no dan signos visibles de análisis profundos y no elaboran medidas de peso. Pues mientras haya un ministro del Interior más preocupado por su futura candidatura a gobernador bonaerense, y otros compañeros de ruta avocados a rencillas domésticas que a cumplir con sus obligaciones, el descrédito se disparará como corcho de sidra. “El Presidente parece haber tomado conciencia de que sin una réplica rápida y concreta podría empezar a pagar mucho más que monedas de costo político. No es la oportunidad: más que nunca requiere del consenso de la sociedad porque no lo tiene en el sistema político y su Gobierno enfrenta meses decisivos para el despegue o el empantanamiento de la Argentina”, prosigue van der Kooy. Esto, unido al descontento creciente por la crisis energética, el aumento de tarifas y un estancamiento del empleo, puede mezclarse para constituir un cóctel muy semejante al molotov.

    Caídas ya la paranoia antipiquetera, y la apelación funambulesca de la ola de violadores seriales, le quedan escasas hojas de parra al kichnerismo para tapar su desnudez ante el creciente descontento. Si bien el consenso social se puede recuperar, sobre todo si de una vez por todas se toman medidas de peso, el oficialismo deberá dejar de creerse en campaña permanente para recuperar el tiempo perdido y domar el brioso corcel de la voluntad popular.

    Pues no hay otra opción, si se quiere realmente que el timón lo tomen los laboriosos trapecistas y reemplacen al frente del mismo a los sempiternos y pretenciosos payasos, adictos a la escuela del inmovilismo estéril.

 

Fernando Paolella

 

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