Proemio
El presente ensayo pretende ajustarse —con estricto rigor
académico— a la situación actual de los “cárteles” mexicanos, como centro de
irradiación del narcoterrorismo y otras formas de crimen organizado en gran
parte del continente americano, incluyendo a los Estados Unidos de América.
Incluye asimismo, la “corresponsabilidad” estadounidense en el incremento de la
violencia en México, ya públicamente asumida por la Secretario de Estado Hillary
Clinton durante la reciente visita realizada a este país.
Este trabajo está especialmente dedicado a colegas analistas,
periodistas dedicados al estudio de actividades criminales vinculadas al
narcotráfico —use este o no la táctica terrorista—; a estudiantes universitarios
y de post—grado, y a personal de las Fuerzas Armadas, de seguridad y policiales.
El alto grado de violencia narcoterrorista que se observa
actualmente en México y se irradia peligrosamente hacia el exterior, es
solamente la faceta más visible y dramática del desafío planteado a la seguridad
de todo el continente. Los a veces mal llamados “cárteles” en este país y las
organizaciones vinculados al narcotráfico y al crimen organizado, han logrado
enraizarse profundamente en todas las instituciones del Estado y de la misma
sociedad mexicana en general, merced al alto grado de corrupción imperante, y
que el presidente Felipe Calderón trata denodadamente de combatir.
La extrema violencia desatada en México tiene carácter
multipartito y multidimensional, y las miles de personas que han perdido la vida
solamente en el período del año 2008 y lo que ha transcurrido de 2009,
constituyen el saldo luctuoso de la guerra que se desarrolla entre los
“cárteles” del narcotráfico y entre estos y la Administración Calderón. Se suma
a ello una importante cantidad de víctimas de otras actividades criminales, como
el secuestro extorsivo seguido de muerte. También, aquellas que perdieron la
vida solamente por encontrarse en medio de enfrentamientos callejeros entre
bandas, asaltos a mano armada e intercambio de disparos entre delincuentes y
fuerzas del orden.
Los casos contemplados en el estudio y los países que este
abarca, tienen como objeto identificar y analizar las actividades delictivas de
las organizaciones narcoterroristas mexicanas, en la casi totalidad de países
del continente. Asimismo, haciendo hincapié, país por país, en los diversos
factores, como la corrupción, que facilitan el desarrollo de las actividades del
narcotráfico.
Finalmente, se aborda el “modelo argentino”, representado por
un país que desde hace décadas ha logrado constituir una red criminosa
autóctona, interrelacionada con funcionarios y servidores públicos corruptos
pertenecientes a los tres poderes del Estado.
Por razones metodológicas, debe insistirse en que el presente
ensayo está circunscripto exclusivamente a la narcocriminalidad mexicana y a su
relación con los actores estatales y no estatales que se mencionan a
continuación, haciendo coincidir su publicación con las vísperas de la Cumbre de
las Américas, que tendrá lugar en Trinidad—Tobago el próximo viernes 17 de abril
de 2009.
El narcoterrorismo en México
México es en la actualidad el país que registra el mayor
tránsito de drogas ilícitas que ingresan a los EE.UU. Actualmente, el 90 por
ciento de la cocaína que se consume internamente en el mercado estadounidense
transita por corredores mexicanos. EE.UU. considera también oficialmente que
México es una fuente mayor de suministro de heroína, metanfetamina y marihuana,
como también un punto primario de colocación de dinero para el lavado de la
recaudación criminal derivada de narcóticos.
El lector encontrará a lo largo de todo este escrito la
palabra “narcoterrorismo”, asociada a las actividades de las organizaciones
criminales mexicanas dedicadas al tráfico de alcaloides.
Dicha designación requiere una explicación, no sólo en razón
de las múltiples definiciones que proponen académicos y especialistas, sino
también por las diferencias y falta de consenso existente entre estos, sobre las
características que debería tener un cártel del narcotráfico para ser
considerado como tal.
El concepto de “narcoterrorismo” se remonta a los tiempos del
presidente peruano Fernando Belaúnde Terry, quien en 1983 utilizó dicho término
para denunciar las violentas acciones de los traficantes que operaban en el
país. A la cabeza del narcoterrorismo peruano se encontraba con un enorme poder
para desafiar al Estado, la hoy disminuida pero todavía peligrosa “Sendero
Luminoso”, una organización maoísta que experimentó un proceso de convergencia
con el narcotráfico y otras formas de crimen organizado.
Algo similar sucedió con formaciones políticas en otras
regiones de América Latina, como las ultraizquierdistas “Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia” (FARC) y “Ejército de Liberación Nacional” (ELN), y
las fuerzas paramilitares anticomunistas conocidas como “Autodefensas Unidas de
Colombia” (AUC). La búsqueda desesperada de nuevas y/o mayores fuentes de
ingreso para financiar sus actividades, hizo que se cometiera la brutal
desviación que significa desnaturalizar la lucha por el logro de un objetivo
político, para sumarse a una actividad criminal como el narcotráfico con el
supuesto objeto de financiar sus actividades “revolucionaria”.
El proceso de convergencia entre organizaciones políticas que
utilizan tácticas terroristas y el crimen organizado, fue desarrollándose desde
una simple asociación hasta un punto en que debido a las mutaciones sufridas
resulta imposible distinguir entre unos y otros.
En los casos arriba mencionados, todas ellas tuvieron algún
tipo de ideal y una agenda política, pero con el correr del tiempo fueron
incorporando tácticas terroristas, hasta hacer de ellas una metodología de uso
común, sin otra lógica que la del lucro, como puede observarse todavía tanto en
Perú como en Colombia. Fueron así adquiriendo el carácter de mafias,
caracterizadas por la lógica del poder, cimentado a través de la corrupción, la
intimidación a funcionarios honestos y los asesinatos selectivos o masivos
cuando sus jefes lo consideraban necesario para modelar o consolidar su ámbito
operacional.
Lo que diferencia con el narcoterrorismo mexicano, es que los
“cárteles” y organizaciones de este país son exclusivamente criminales y carecen
de todo ideal o plataforma política. En realidad, si hubo intentos por parte de
grupos insurgentes para conquistar una cuota en el negocio del narcotráfico,
esto les fue impedido por la existencia de un Estado controlador, y de gobiernos
con altos funcionarios que protegían esta actividad y hacían usufructo de ella.
La definición final entonces, es que las organizaciones
mexicanas que trafican drogas ilegales, pueden ser denominadas narcoterroristas,
porque utilizan el crimen y el terrorismo masivo y selectivo, como tácticas
predominantes dentro de su estrategia diseñada para consolidar su poder.
El camino hacia la preeminencia actual de las organizaciones
narcoterroristas mexicanas sobre los remanentes de los antiguos cárteles
colombianos, comenzó a desarrollarse gradualmente cuando estos últimos
comenzaron a pagar con cocaína el respaldo que las primeras prestaban a sus
operaciones. Ya a fines de la década de 1980 y comienzos de la siguiente, la
ofensiva de los gobiernos colombianos contra los grandes cárteles de Medellín y
Cali comenzó a debilitar a los traficantes de alcaloides en su conjunto. A esto
se sumaron luego las contundentes victorias alcanzadas contra las organizaciones
narcoterroristas encabezadas por las FARC, el ELN y la AUC, a partir de la
llegada al gobierno de Colombia del presidente Alvaro Uribe.
El autor de este ensayo ha abordado sintéticamente en
diversos escritos y reportajes anteriores el origen, desarrollo y perfil de los
principales “cárteles” del narcotráfico mexicano, sus tácticas operacionales, su
dinámica y la cambiante situación que se origina tanto por la guerra que se
desarrolla entre dichas organizaciones criminales, como por la dura ofensiva
militar lanzada en su contra por el Gobierno de Felipe Calderón.
Durante 2007 hubo en México 2.700 muertes relacionadas con la
violencia causada por el narcotráfico, mientras que se registraron más de 5.000
en 2008; tales cifras indican que el porcentaje se ha incrementado apenas debajo
del 50 por ciento en el período de un año calendario.
Lo más sobresaliente a destacar, al menos durante los últimos
tiempos, es el altísimo nivel de violencia y brutalidad, que han causado dichos
miles de muertos, muchos de los cuales han aparecido descuartizados, decapitados
y con signos de haber surgido horribles torturas.
Hasta la existencia de un siniestro personaje conocido como
“el pozolero” —por su macabra “profesión” de disolver cadáveres de víctimas de
los “cárteles” en ácido en su propio establecimiento, e incluso “a domicilio”—,
parece más un producto de filmes de terror que alguien surgido de la realidad en
el marco del drama mexicano.
El origen de la violencia narcoterrorista en el país
La guerra entre “cárteles” en México no es de tiempos
recientes, aunque sí la extrema violencia que han adquirido sus combates, como
parte de un diseño táctico creado para aterrorizar a la competencia y a las
fuerzas del orden. También, a la ciudadanía indefensa que no cuenta con los
medios para protegerse o emigrar a otros países, mientras su patria continúe
dominada por el imperio del crimen y no por el del derecho y la justicia.
Podrían señalarse dos causas primarias y paralelas de la
violencia extrema suscitada durante los últimos años en México:
Primero, el sideral beneficio que arroja el narcotráfico, a
partir de la primacía de los criminales mexicanos sobre los de Colombia, y el
valor geográfico de las regiones y ciudades más
próximas a la frontera terrestre entre México y EE.UU., principal consumidor
mundial de drogas ilegales.
Segundo, el resquebrajamiento del poder político y la
protección que este prestó al narcotráfico, durante las décadas en que México
estuvo dominado casi tiránicamente por el Partido Revolucionario Institucional
(PRI), de triste memoria. A la caída del PRI siguieron las iniciativas contra el
narcotráfico del ex presidente Vicente Fox, acentuadas más decididamente por el
primer magistrado actual, Felipe Calderón.
En una entrevista publicada por Foreign Policy en castellano,
el historiador y escritor mexicano Enrique Krauze advierte sobre el peligro
inminente de que su país se convierta en un narcoestado. Contestando una
pregunta de su entrevistador sobre el brote de violencia causado por el
narcotráfico mexicano, Krauze manifiesta: “En México no solía haber este tipo de
problemas porque teníamos un sistema político centralizado. Antes el presidente
era el rey de facto. Podía ser corrupto o no, pero existía un poder central que
afrontaba los aspectos más oscuros de la vida mexicana. Una de las desventajas
paradójicas de nuestra nueva democracia [es que ha descentralizado] el poder de
los narcotraficantes”.
Sinceramente, muchos de esos “reyes de facto”a los que alude
Krauze, pactaron y/o se asociaron al gran negocio de la droga junto a
“príncipes” y “barones” de su propio partido y los sucesivos gobiernos del PRI;
al punto que era difícil distinguir claramente los límites entre quienes eran
corruptos u honestos, o los que por temor miraban hacia otro lado.
Más allá de las causas primarias señaladas, la trágica
espiral de violencia en México
—relacionada con todo el espectro de negocios relacionados con el narcotráfico,
incluyendo la clarificación de dinero ilegal—, está expandiéndose
inexorablemente a otros países, en los que ya se registran enfrentamientos entre
bandas.
La dinámica situación actual de los “cárteles” y organizaciones
narcoterroristas
Ninguna de las principales organizaciones instaladas en el
“mapa” del narcotráfico mexicano controla ni los precios ni los niveles de
producción; conditio sine qua non para su reconocimiento como “cárteles”, según
los criterios académicos más serios utilizados a nivel internacional. Este tipo
de disquisiciones no alteran para nada la peligrosidad de los narcoterroristas
bajo estudio. Se trata solamente del intento de abordar ciertos temas y términos
utilizando un léxico apropiado, que ayude de alguna manera a disipar no pocas
confusiones reinantes en los medios masivos de comunicación.
Los documentos de algunas instituciones internacionales en
general y de numerosos países en particular, contribuyen a confundir a
investigadores y analistas de medios masivos de comunicación y, a través de
ellos, a quienes se interesen en el estudio de amenazas como el narcoterrorismo.
A veces se califican de cárteles a organizaciones que no reúnen los requisitos
mínimos para serlo, y otras tantas se inventan nombres simplemente porque un
grupo de delincuentes relacionados con el narcotráfico proceden de un mismo
pueblo.
Afirmar hoy que los grandes “cárteles” en México se llaman
“del Golfo” o “de Sinaloa”, o si sus brazos armados tienen o no tal o cual
nombre, como lo fueron “Los Zetas ” o la “Organización
Beltrán Leyva”, podría resultar irrelevante cuando este trabajo sea publicado,
dados el vértigo y la dinámica de su cambiante situación y la del ajedrez fatal
del desquicio en México. Vale
recordar —a título anecdótico— un comentario que este autor hizo hace meses en
un conocido programa de televisión, al afirmar que no había un “cártel” en
Sinaloa sino una federación de ellos. Era así al salir el reportaje al aire,
pero en pocos días se produjo una severa fractura, la federación dejó de ser tal
y sus antiguos elementos comenzaron a matarse entre ellos por el control del
negocio. Asimismo, “Los Zetas” rompieron su relación con el llamado “Cártel del
Golfo”, del que fueron sus sicarios, para establecerse por su propia cuenta,
redirigiendo parte de su letal poder de fuego hacia quienes hasta hace poco
tiempo habían sido sus patrones.
La misma fuerza narcoterrorista conocida como “Los Zetas”, ha
dejado de tener la extraordinaria experiencia y especialización de sus primeros
comandantes —muchos de los cuales fueron miembros del Ejército de México
entrenados en momento como fuerzas especiales en los EE.UU.—, para dar lugar a
nuevos sujetos, animados por una desenfrenada avidez de riqueza y de poder. Si
algún día se elaborara un perfil psicológico criminal de esta nueva generación
de jóvenes narcotraficantes mexicanos sumamente violentos —integrada
frecuentemente por hijos o familiares jóvenes de capos muertos o detenidos—,
podría tal vez elaborarse un modelo explicativo de su conducta e identificar las
causas de la naturaleza macabra y desenfrenada de la violencia con que
actualmente desarrollan sus acciones.
El baño cotidiano de sangre en México no tiene su origen
exclusivamente en enfrentamientos que se libran para conquistar nuevos
territorios o porciones del negocio. Las diferentes “familias” criminales
acostumbran vengar a sus propios muertos y las estadísticas indican que el 90
por ciento de las personas asesinadas en el país, son la consecuencia de la
guerra desatada entre organizaciones y bandas rivales y no por las acciones de
las fuerzas del orden. Esta espiral de violencia es un continuo que no permite
avizorar un punto final; al menos por el momento y probablemente por mucho
tiempo.
En definitiva, nada ni nadie estará a salvo de la arremetida
narcoterrorista mexicana, dentro o fuera de su territorio nacional, mientras sus
organizaciones guerreen para conquistar cuál casilleros en un ajedrez mortal
aquellas regiones y ciudades más cercanas a la frontera de los EE.UU., el más
apetecible de sus mercados. Y también las autopistas, caminos y los pasos
internacionales, principales y secundarios, que conducen a los vecinos estados
de Arizona, California, Nueva México y Texas. No en vano los mayores
enfrentamientos se han registrado en Tijuana, Nuevo Laredo y Ciudad Juárez, muy
cercanos a las fronteras del norte, pero también a las grandes autopistas,
transformadas en verdaderos “corredores” por donde se transporta la droga hacia
los EE.UU.
En dichas vías de comunicación transita el importante
intercambio comercial terrestre con sistemas de fletes contenerizados, entre
México y EE.UU., utilizados frecuentemente para el contrabando de droga. No
constituye esto un dato menor, por los inconvenientes que acarrearía la adopción
de mayores medidas de seguridad y controles por parte de los gobiernos
estadounidense y mexicano. Cualquier decisión equivocada podría disminuir el
flujo de camiones y con ello afectar sensiblemente la economía de ambos países.
De allí a la creación de mayores condiciones para violentas protestas sociales
alentadas por las mismas organizaciones del narcotráfico, existe una delgada
línea que podría romperse en cualquier momento, como sucedió hace poco en
pequeña escala en algunos lugares de México.
El botín del narcotráfico con centro en México arrojaría al
conjunto de organizaciones un ingreso anual aproximado a los 40.000 millones (40
billones) de dólares estadounidenses. Gran parte de la recaudación criminal es
clarificada con el objeto de montar negocios legales en el país y el exterior,
como también para alimentar la corrupción.
Las siderales sumas que arroja como beneficio el
narcotráfico, permite a esas organizaciones narcoterroristas adquirir el poder
de fuego y el entrenamiento con que cuentan actualmente, que a veces parece
superar en magnitud al de las fuerzas del orden en varias partes del país.
Aunque México se enfrente a una precaria situación de
seguridad, no existe peligro de que se convierta en un estado fallido y puedan
correr riesgos la continuidad histórica del Estado y las instituciones políticas
del país. En este sentido y contrariando la opinión de algunos analistas, cabe
coincidir con una declaración del presidente Felipe Calderón: "Decir que México
es un estado fallido es absolutamente falso", agregando: "No he perdido ninguna
parte, ni una sola parte, del territorio mexicano".
En definitiva, del éxito o la derrota del fracaso en la lucha
contra el narcoterrorismo mexicano, dependerá una mayor expansión de este
flagelo en todo el continente americano en general y en la Argentina en
particular, donde también han hecho pie, comprobadamente, algunos grupos y
sujetos criminales procedentes de México, asociados a las redes de delincuentes
locales.
EEUU, principal consumidor mundial de drogas ilegales
El fenómeno narcoterrorista mexicano —aunque con menor
letalidad por razones de orden táctico—, ha logrado expandirse más allá de sus
fronteras, comprometiendo a todos los países de la región, incluyendo a los
EE.UU. Este último país —además de principal consumidor mundial de drogas
ilegales—, registra la presencia de narcotraficantes mexicanos en alrededor de
doscientas cincuenta ciudades. La lucha por la conquista de estas plazas, ha
sido la causa de numerosos enfrentamientos registrados entre bandas mexicanas
que libran su propia guerra por la conquista de porciones del apetecible mercado
estadounidense.
Armas y entrenamiento estadounidenses para los sicarios mexicanos
No sólo es EE.UU. el mercado más apetecible para los
narcotraficantes de todo origen. Grupos de asesinos como “Los Zetas”, cuentan
entre sus integrantes a ex miembros de las fuerzas armadas regulares mexicanas,
que antes de desertar recibieron en cuarteles estadounidenses entrenamiento en
operaciones paramilitares especiales, inteligencia y contrainteligencia y otras
artes.
Asimismo y como consecuencia de las facilidades que da la
legislación vigente, existen armerías y firmas estadounidenses que suministran a
los narcoterroristas ilegalmente todo tipo de armamento y equipamiento altamente
sofisticado. Principalmente, fusiles ametralladora, granadas de mano, lanza
granadas, cohetes antitanque, aparatos de tiro y visión nocturna, equipos para
comunicaciones satelitales, y sistemas de encriptamiento altamente sofisticados,
que son adquiridos en los estados fronterizos con México.
Nada de ello podría realizarse, si no existiera en territorio
de los EE.UU. una inmensa red de corrupción, que no sólo mantiene casi
inalterable el volumen general de consumo de estupefacientes en todo el país,
sino también un alto grado de impunidad para los integrantes del tejido
criminoso que a nivel oficial protegen tales actividades en las diferentes
jurisdicciones de la Unión.
El mea culpa de Hillary Clinton y el “modelo de Thomas Schelling”
Debe hacerse especial hincapié en la responsabilidad oficial
que ha asumido el Gobierno de los EE.UU. sobre varios de los puntos arriba
mencionados, y cabe aquí aplicar el axioma jurídico: “a confesión de partes
relevo de pruebas”. Esto puede ya tomarse como algo oficial, luego de las
palabras pronunciadas por su Secretario de Estado Hillary Clinton durante la
reciente visita realizada a México. La alta funcionaria y ex precandidata
demócrata a la Presidencia de los EE.UU., manifestó estar convencida de que su
país tiene una “corresponsabilidad” en la lucha que México está librando contra
las organizaciones de narcotraficantes. Dijo además Clinton: "Nuestra insaciable
demanda de drogas ilegales alimenta el tráfico". Asimismo: "Claramente, lo que
hemos estado haciendo no funciona. Nuestra incapacidad para prevenir que las
armas sean ilegalmente traficadas a través de la frontera para armar a estos
criminales causa las muertes de policías, soldados y civiles. Estoy convencida
de que tenemos una corresponsabilidad”. "No son sólo armas, son lentes de visión
nocturna, son chalecos antibalas. Desde que sabemos que la mayor parte, un 90%
de este armamento, viene de nuestro país, vamos a intentar detenerlo" , prometió
finalmente Hillary Clinton.
El caos en que han sumido a México las organizaciones del
narcotráfico, no sería tal vez tan grave si la “incapacidad” y
“corresponsabilidad” admitidos por la Sra. Clinton, no fueran a su vez
consecuencia de un pavoroso grado de corrupción oficial en su propio país. Y a
tal punto, podría decirse, que hasta para agencias gubernamentales cuya misión
es imponer el imperio de la ley —como el FBI y la DEA—, resulta altamente
difícil, cuando no una misión imposible, penetrar con sus operaciones de
inteligencia las redes de protección a delitos de alta complejidad, integradas
por funcionarios corruptos o asociados con el narcotráfico y otras formas de
crimen organizado.
Los especialistas Fred Burton y Scott Steward, de la firma
Stratfor, comentan en uno de sus recientes artículos , que algunos casos
sensacionales han permitido resaltar el incremento de la amenaza en Phoenix,
Arizona, EE.UU. Citan como ejemplo un asalto armado lanzado por pistoleros
vestidos con uniformes del equipo táctico de la policía de esa ciudad, que tuvo
lugar en junio de 2008. Los atacantes dispararon más de cien tiros en la
residencia de un traficante de drogas de origen jamaiquino, quien fue asesinado
por haber traicionado a un cártel de la droga mexicano. Afirman también Burton y
Steward en el artículo citado, que se han observado hechos de violencia
relacionados con los “cárteles” mexicanos de la droga en plazas como Dallas y
Austin, Texas; pero que Phoenix, Arizona, ha sido la ciudad más duramente
golpeada.
La admisión explícita de la jefa de la diplomacia
estadounidense sobre la corresponsabilidad de su país en el drama mexicano,
admite una situación gravísima que el gobierno del presidente Barack Obama
deberá esforzarse en rectificar en los hechos de ahora en adelante. Además,
agregando a cualquier nueva iniciativa contra el tráfico de alcaloides y el
terrorismo que está asociado a esta actividad criminal, una lucha frontal contra
la corrupción y las mafias enquistadas en todas y cada una de sus instituciones
federales y estatales, quienes facilitan, encubren y se benefician con tales
delitos.
Es que parece no haber pasado el tiempo desde que en la
década de los años sesenta del siglo pasado fuera expuesto lo que hoy es
conocido como “modelo de Thomas Schelling” sobre el crimen organizado en los
EE.UU. Schelling, Premio Nobel en Ciencias Económicas 2005, sostenía por ese
entonces que la mafia en los EE.UU. fue concebida como un cobrador autorizado de
las rentas asociadas con la franquicia administrada por los departamentos de
policía en ciudades estadounidenses. Tal vez cabría agregar a dicha frase del
“modelo Schelling” una necesaria mención a los jueces, fiscales, legisladores,
gobernadores, alcaldes y políticos corruptos que a su vez interactuaban con los
“departamentos de policías” mencionados en esa frase de su conocido modelo, y
que facilitaron y/o protegieron a las mafias estadounidenses. Completado así el
concepto, dicho “modelo” podría aplicarse al perfil completo del narcotráfico y
sus apoyaturas y cómplices en otros países, comenzando por la Argentina.
Los estados más castigados por el narcoterrorismo mexicano en
los EE.UU. son aquellos que limitan con México: Texas, California, Arizona y
Nuevo México. No sólo son en sí un importante mercado para el consumo, sino
también el paso obligado para el transporte de narcóticos a otros estados de la
Unión Americana. Las organizaciones vinculadas al narcotráfico y al crimen
organizado, manejan en esos estados otros negocios ilícitos; como los secuestros
extorsivos, asaltos, robo y contrabando de armas y vehículos. Uno de los más
graves delitos, por el grave daño físico, psicológico y material a las víctimas,
es aquel relacionado con el secuestro de inmigrantes clandestinos, cuando son
trasladados desde México a los EE.UU. por las bandas conocidas como “coyotes”.
Estos criminales acostumbran a desviar de la ruta convenida a dichos inmigrantes
y entregarlos a otros malvivientes, quienes los mantienen en lugares seguros,
mientras se extorsiona a sus familiares a cambio de dinero por su liberación.
La situación en México invita a complementar en un futuro
este trabajo con un análisis de la analogía existente con Colombia, antes de la
aplicación del Plan que lleva el nombre de este último país. También, los
límites de dicha analogía y las modificaciones necesarias según las
características propias del caso mexicano, a efectos de aprovechar esa
experiencia en las futuras acciones y acuerdos bilaterales en la lucha contra el
narcotráfico entre los gobiernos de Felipe Calderón y Barack Obama.
La “Iniciativa de Mérida”
La “Iniciativa de Mérida” es una asociación entre los
Gobiernos de EE.UU., México, América Central, Haití y la República Dominicana, y
que no fue creado exclusivamente para los dos primeros, como erróneamente se
deja entender en algunas publicaciones sobre el narcotráfico.
EE.UU. y México firmaron la “Iniciativa de Mérida” durante la
presidencia de George W. Bush y entre este y Felipe Calderón. Más allá de que
algunos lo consideren una especie de “Plan Colombia” en estado embrionario,
debería mejorarse —en el caso de México— hasta adquirir la dimensión necesaria
para combatir el flagelo del narcotráfico y del terrorismo al que está asociado,
aunque ajustándolo a un marco político aceptable y a las necesidades de la
seguridad nacional de ambos países.
Frente al desafío planteado por el narcoterrorismo en México
durante los últimos años, la Iniciativa mencionada es a todas luces insuficiente
para enfrentar tamaño desafío.
La pregunta que cualquiera puede hacerse, a partir de las
declaraciones citadas de Hillary Clinton en México, es hasta qué punto los EE.UU.
pueden alentar la lucha contra la corrupción y exigir ciertos parámetros de
moral cívica a otros países, si no se comienza por pulir las manos de los
funcionarios públicos comprometidos con el sistema del narcotráfico en el suyo
propio.
Una conclusión importante a destacar es que los EE.UU.
carecen hasta el momento de una estrategia nacional y federal coherente en la
lucha contra el flagelo multipartito y multidimensional del comercio ilegal de
narcóticos y el consumo de drogas.
Con respecto a México, existen demasiados recelos históricos
e insoslayables entre este país y los EE.UU., desde que este último se apropió
de varios estados del primero en la guerra que mantuvieron en el siglo XIX, como
también en negociaciones de compra—venta de territorios. Es por ello que, a
diferencia de Colombia, resultaría poco probable que la ciudadanía mexicana
estuviera dispuesta a aceptar la presencia de efectivos militares
estadounidenses, como sugirieron hace poco equivocadamente algunos medios de
comunicación.
La “Operación Xcellerator” contra el narcoterrorismo mexicano
A fines del mes de febrero de 2009 el “cártel” de Sinaloa
sufrió un severo golpe a sus redes y células en todo el mundo, como consecuencia
de una operación organizada y lanzada por la DEA, conjuntamente con agencias
antinarcóticos de otros países. La operación había comenzado casi dos años atrás
en los EE.UU., y en lo que a este país se refiere, las investigaciones lograron
unir los puntos de la red de 70 células de distribución en 26 estados, en un
extenso territorio que llega desde el de Washington hasta Maine.
“Xcellerator” logró también la detención de más de 750
traficantes en grandes ciudades como Nueva York, Baltimore y Los Angeles, pero
también en otras más pequeñas como Brockton (Massachusetts), Lancaster (Pensilvania)
y Stow (Ohio).
La operación mencionada costó a la red la pérdida de 1.000
millones (1 billón) de dólares estadounidenses.
El Departamento de Justicia, en una conferencia de prensa
brindada el 29 de febrero, puso énfasis en el caso de Stow, situada en el
noreste de Ohio. Se comentaba durante tal evento que es una comunidad suburbana
de 35.000 habitantes conocida por sus pequeños negocios, buenos colegios y
escuelas, y universidades, que se convirtieron en un cauce para los criminales
que conducían el negocio de la cocaína.
Justo bajo la superficie de esa pacífica ciudad —agregaba el
Departamento de Justicia—, el “Cártel de Sinaloa” había estado enviando
regularmente docenas de kilogramos de cocaína desde California a Stow,
utilizando el aeropuerto de esta comunidad.
Las redes del narcoterrorismo mexicano replicaban el patrón
de Stow en ciudades pequeñas y grandes, pero casi siempre centraban sus
actividades en los campus universitarios en la región
La refinada operación encabezada por la DEA, confirma de qué
manera las organizaciones criminales mexicanas amenazan la seguridad de los
ciudadanos respetuosos de la ley en muchos países del mundo.
El dinero sucio procedente del narcotráfico permite además
fondear otro tipo de actividades criminales, sobornar funcionarios federales y
estatales y carcomer con el negocio del vicio todo aquello que alcancen a
contaminar.
Resultaría un enorme avance, a la luz del mea culpa de la
secretario de Estado Hillary Clinton, que pudieran idearse y ponerse en práctica
numerosas operaciones como “Xcellerator”, pero también para poner en descubierto
las redes de corrupción que han permitido convertir a los EE.UU. en el principal
consumidor de drogas ilegales a nivel mundial.
Canadá
Canadá padece como principal flagelo el consumo de drogas
ilegales, al igual que muchos otros de los considerados países “muy
desarrollados”. La situación se ha visto agravada por una legislación
extremadamente laxa —en estado de revisión— y también por proyectos que han
demostrado ser altamente perniciosos. Especialmente, los “sitios especiales”
creados para que los adictos puedan inyectarse diferentes drogas. Increíblemente
también, Canadá cuenta con programas de distribución de drogas a los adictos,
que violan todos los tratados internacionales existentes para dicho flagelo.
El país es también un importante y sofisticado productor y
distribuidor de marihuana de alta potencia. También se produce metanfetamina,
principalmente “Extasis”, que es contrabandeada a los EE.UU. Canadá es un país
de tránsito o distracción para precursores químicos utilizados en la fabricación
de drogas sintéticas; principalmente la anteriormente mencionada.
Con referencia a la marihuana, según el informe 2009 de la
“Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito” (UNODC) o UNODC ,
que impulsa la lucha contra las drogas ilícitas y el crimen organizado
internacional en todo el mundo, el crecimiento sin pausa de THC está cambiando
el mercado del cannabis. En Canadá y los EE.UU., donde los esfuerzos de
erradicación han sido exitosos —agrega—, los niveles de THC reflejan el
crecimiento también ininterrumpido hacia la producción doméstica del cannabis de
alta concentración.
El capítulo Canadá del Informe del Departamento de Estado
2009 no incluye referencia alguna a la actividad de los “cárteles” y
organizaciones narcoterroristas mexicanos en el vecino país. Sin embargo,
diversas fuentes privadas, altamente confiables, confirmaban desde hace meses
que tal como sucede en los EE.UU. y otros países cuya situación será analizada
en el presente estudio, la violencia callejera en ciudades canadienses como
Vancouver está profundamente vinculada a la actividad de organizaciones
narcoterroristas mexicanas.
Los “cárteles” y organizaciones narcoterroristas mexicanas
que han tomado por asalto alrededor de 250 ciudades estadounidenses para
apoderarse de territorios y redes de distribución, asociadas con las mafias
locales y su red de funcionarios corruptos, han extendido las acciones de sus
células a territorio canadiense, generando numerosos episodios de violencia.
Prácticamente toda la cocaína que se consume en el país es
adquirida por los grupos mafiosos canadienses en México y en ciudades de los
EE.UU., como Los Angeles. Los índices de violencia registrados se elevan muy
especialmente, cuando las operaciones de las fuerzas del orden —que operan
frecuentemente en colaboración con sus pares de las agencias antinarcóticos
estadounidenses y también de México—, logran secuestrar narcóticos y arrestar a
malvivientes relacionados con el contrabando, distribución y venta de drogas.
Entonces, prevalecen las organizaciones mafiosas más poderosas y mejor
conectadas con EE.UU. y México, que luchan entre sí para conquistar nuevas
plazas o ampliar las existentes. Paralelamente, los grupos criminales de menor
nivel también se enfrentan, con el objeto de apoderarse de los restos menores
del negocio de los estupefacientes.
Canadá se ha visto ampliamente beneficiada por la “Operación
Xcellerator”, que permitió a comienzo de este año la captura en varios países
—comenzando por los EE.UU.— de miembros de células narcoterroristas del llamado
“Cártel de Sinaloa” mexicano, conocido también como “La Federación” .
La “Operación Xcellerator” no solamente disminuyó la
capacidad operacional del “cártel” en Canadá en su conjunto, sino que también
terminó con varias de sus redes de distribución en el país. Un paso decisivo sin
lugar a dudas, para que este país pueda iniciar una nueva etapa en la larga
lucha contra el tráfico de alcaloides en general y del narcoterrorismo mexicano
y de otros orígenes en particular.
Algunos casos de la “metástasis” mexicana en la región centroamericana, el
caribe y el cono sur
La irradiación criminal desde ese centro de gravedad que
constituye actualmente el narcotráfico mexicano —con o sin el uso del terrorismo
como táctica—, se ha extendido a otros países centroamericanos. La onda
expansiva comienza con los limítrofes Guatemala y Belice y continúa con
Honduras, El Salvador, Nicaragua, Panamá, Haití y otras islas del Caribe
—excluyendo a Cuba—, para enlazar con Colombia, Venezuela, Perú y Ecuador, ya en
el Cono Sur.
América Central
Los “cárteles” mexicanos parecen también superar
abrumadoramente a sus rivales y/o socios colombianos en el manejo del transporte
terrestre para el contrabando de drogas en la región, aunque no se observa por
el momento la primacía de ninguna de las organizaciones criminales de México en
particular.
Las publicaciones oficiales sobre arrestos y decomisos de
narcóticos en la región, permiten identificar al cártel con centro en Sinaloa,
liderado por Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, alias “El Chapo”, entre las
principales organizaciones mexicanas que transportan cargamentos de narcóticos
desde Colombia hasta México, utilizando múltiples medios combinados (terrestres,
aéreos, fluviales, marítimos y hasta submarinos), algunos de los cuales no han
sido aún debidamente identificados. La otra organización son “Los Zetas”, hoy
escindidos del “Cártel del Golfo y que al menos en lo concerniente a esas
actividades específicas están operando de manera independiente.
Los porcentajes de transporte de droga por los principales
vectores que circulan por los grandes corredores del narcotráfico desde América
del Sur hacia el norte del continente, suelen variar periódicamente y requieren
por ello un monitoreo permanente. La acumulación de evidencia e indicios en el
último período, permite identificar con un bajo margen de error el trazado de
dichas rutas. Así, por ejemplo, el “Corredor de México y América Central”
incluye los vectores del Pacífico Oriental, de América Central y del Caribe
Occidental, mientras que el “Corredor del Caribe” abarca los vectores de
Jamaica, Haití / República Dominicana y Puerto Rico, principalmente. Por el
primer corredor mencionado circula en este momento y de manera abrumadora la
mayor cantidad de droga ilegales, mientras que un porcentaje menor se envía
hacia las islas caribeñas orientales para consumo y transbordo a otros mercados
finales.
Mapa del flujo documentado de cocaína desde América del Sur
por parte de vectores identificados en la zona de tránsito
(2007)
Fuente: Consolidated Counterdrug Database (CCDB) — Departamento de Justicia de
los EE.UU.
En todos los casos arriba mencionados, los puntos de partida
de los mayores embarques, tanto en los corredores como en los vectores
mencionados y como puede observarse en el mapa, están situados en los puertos y
costas de Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela.
Cabe destacar que el vector de América Central, que
transportaba usualmente en el pasado importantes cantidades de narcóticos desde
Colombia a Panamá y desde este último país hacia el norte, no registra
actualmente movimientos de importancia, dadas las numerosas operaciones de
vigilancia y captura realizadas por ambos gobiernos, con ayuda de agencias y
organismos internacionales y estadounidenses.
Amenazas a la seguridad en América Central
La violencia registrada en México no encuentra aún una
situación espejo a la que se registra en países de América Central. Tal vez
porque el alto nivel de corrupción imperante hace que muchos de los altos
funcionarios de los diferentes poderes de esos estados, prefieran aceptar
jugosos sobornos de los narcotraficantes, a enfrentarse a ellos y terminar
asesinados. Si por casualidad alguien levanta la voz o decide enfrentarse al
narcotráfico —desde algún sitial privilegiado de un gobierno, tribunal judicial
o en la legislatura—, es eliminado por sicarios o intimado a aceptar sobornos o
renunciar.
Otra de las amenazas regionales está constituida por la
asociación entre las organizaciones narcoterroristas mexicanas con pandillas
criminales como las “Maras Salvatruchas”, cuyo origen se encuentra en los EE.UU.,
donde fueron fundadas por pandillas de inmigrantes salvadoreños.
Cabe citar específicamente entre otras bandas de menor
importancia a las tristemente célebres “MS—13” y “Calle 18” , que han extendido
rápidamente su acción a El Salvador, Honduras, Guatemala, Honduras, Nicaragua y
hasta México.
Las maras, más allá de los diferentes nombres de la gran
cantidad de bandas existentes, se han convertido ya en pandillas criminales
transnacionales, las cuales amenazan también a otros países del Cono Sur, al
menos en su estructura organizacional y tácticas criminales, y hasta existe un
fundado temor en que puedan surgir actualmente en España.
Las pandillas y sus asociados han logrado expandir sus
actividades en el negocio del narcotráfico. Estas incluyen la distribución y
venta al por mayor de drogas ilegales, como así también el establecimiento de
alianzas y la constitución de sociedades con organizaciones criminales
transnacionales.
Las maras se han asociado asimismo a organizaciones
narcoterroristas mexicanas que operan en regiones neurálgicas de este país, como
las de Tijuana, Juárez, el Golfo y Sinaloa.
Además y según datos altamente fidedignos, miembros de las
maras han borrado sus tatuajes, con el objeto de ofrecer menores riesgos de
identificación cuando viajan al exterior. Estas pandillas operan muy
especialmente en España —una de los principales puntos de entrada de droga a
Europa—, donde no sólo han logrado instalarse, sino que también utilizan su
territorio para expandirse desde allí a otros países del continente.
La situación de los países centroamericanos en los que
fehacientemente registran actividad los “cárteles” del narcotráfico mexicano,
fue analizada en febrero de 2009 en Costa Rica por los fiscales generales de
Centroamérica reunidos en este país, con el objeto de exaltar la necesidad de
coordinar urgentes acciones contra estas actividades criminales. Ellos son: José
Velázquez, de Guatemala; Félix Garrid, de El Salvador; Delia Rosales, de
Nicaragua; Leónidas Rosa, de Honduras y de Costa Rica, Francisco Dall’Anese,
quienes dieron a conocer algunos puntos de vista al diario “El Universal” de
México, los que se incluyen en la sección correspondiente a cada país en
particular..
En conjunto, coincidieron en que todos los cárteles mexicanos
disponen del dinero suficiente para penetrar las estructuras políticas e
institucionales de sus países y del Istmo, y aseguraron que la zona está agotada
por la violencia que provocan los contrabandistas de drogas. Manifestaron
asimismo que los “cárteles” mexicanos (pusieron especial énfasis en Los Zetas,
Sinaloa y el Golfo), han logrado infiltrarse en aparatos de seguridad y
entidades judiciales y políticas del área.
La región centroamericana arroja un saldo de 14 mil
homicidios relacionados con el narcotráfico durante 2008.
Los países analizados son los siguientes:
Costa Rica
El Departamento de Estado también expresó su preocupación
porque Costa Rica "sigue siendo un punto de tránsito cada vez más importante de
narcóticos destinados a Estados Unidos y Europa", aunque las autoridades de San
José "cooperan de forma cercana y efectiva" con Washington en la lucha contra
las drogas.
“Cuando se acumula en las cúpulas de las organizaciones
locales (del narcotráfico) una gran cantidad de dinero, van a tratar de
apoderarse de las estructura de las instituciones”, pronosticó el fiscal general
Francisco Dall’Anese. “Las organizaciones terroristas quieren destruir el
Estado. Las organizaciones criminales quieren apoderarse del Estado” , concluyó.
A pesar de ello, cada vez hay una mayor utilización de
lanchas rápidas para transportar cocaína a través de las aguas costarricenses.
El Salvador
El informe también señala que el tráfico de efedrina y
pseudoefedrina se podría convertir en un futuro grave problema en El Salvador y
destaca que una reciente auditoría en uno de los principales laboratorios
farmacéuticos de ese país descubrió la desaparición de dos millones de píldoras
de efedrina.
El Departamento de Estado también criticó que "el Gobierno de
El Salvador no hizo ningún avance significativo en el 2008 en términos de mejora
de su capacidad de detectar, investigar y procesar el lavado de dinero y los
delitos financieros".
Washington dijo que "la Unidad de Investigación Fiscal (de la
Fiscalía General) parece estar infrautilizada, así como con falta de dirección
institucional y capacidad de investigación".
El fiscal de El Salvador, Félix Garrid, advirtió : “Nuestros
países están sufriendo, y mucho, y evidentemente el narcotráfico puede ganar
terreno. No es fácil evitar que el narcotráfico se tome nuestros países,
nuestras instituciones”. Y añadió: “La demanda de consumo de droga está en el
norte (del continente). Los flujos de blanqueo (de dinero) son de norte a sur y
nuestra región está en el paso. En tanto las autoridades no sean robustas, los
grupos de narcotráfico van a quererlas vulnerar para tomárselas”.
Guatemala
Guatemala es un país muy importante de tránsito para el
contrabando de narcóticos, y se estima que la cantidad de cocaína por año que
circula a través de la región, asciende a 400 toneladas métricas. Además, un
productor no demasiado importante de cabezas de plantas adormideras verdes (Papaver
somniferum), de las cuales se extrae el opio. Este es contrabandeado a México,
donde se lo convierte en heroína, para ser luego enviada a los EE.UU. y Europa,
principalmente.
Las organizaciones narcoterroristas mexicanas gerencian la
producción de las adormideras en Guatemala, proveen las semillas y garantizan la
compra de la goma o látex de opio a los pequeños agricultores de este país.
Otro problema para la seguridad está constituido por los
nexos acreditados existentes entre letales kaibiles desertores guatemaltecos y
organizaciones narcoterroristas mexicanas.
Según el Departamento de Estado, el tráfico está concentrado
en las provincias del norte que limitan con México, la jungla del Departamento
de Peten, el área costera del Pacífico, como también la del lago Izabal en la
costa del Caribe donde este drena .
El presidente Alvaro Colom y algunos de sus ministros fueron
amenazados de muerte, muy probablemente por “Los Zetas” mexicanos, luego de la
detención de algunos ciudadanos de este país que se sospecha pertenecen a esta
organización, según informó la “Policía Nacional Civil” (PNC) de ese país.
Los acuerdos entre Guatemala y EE.UU. han ido expandiéndose
durante los últimos tiempos, constituyéndose una fuerza especial conjunta de
tareas, concentrada en la lucha contra el narcotráfico, el terrorismo y para
mantener el orden público.
Al opinar sobre el accionar de mafias mexicanas en su país,
el Fiscal General de Guatemala, José Velásquez, mencionó en el reportaje citado
de El Universal : “Trágico, toda vez que han tenido una incursión fuerte
principalmente en el norte y el occidente de Guatemala. Hemos tenido la invasión
de los cárteles de Sinaloa, del Golfo y Los Zetas que ha degenerado en violencia
y confrontación entre Los Zetas y los cárteles mexicanos y guatemaltecos”,
relató.
Uno de los problemas más graves que enfrenta este país es el
alto nivel de corrupción. EE.UU. reconoce oficialmente los esfuerzos del
presidente Colom contra el narcotráfico, como el aumento del presupuesto de las
fuerzas de seguridad y su campaña contra la corrupción. No obstante, insiste que
en razón de las medidas adoptadas por México en su lucha contra las drogas, los
“cárteles” mexicanos se han expandido en Guatemala. También, que a medida que
los cárteles penetran más, el presidente Colom encarará mayores desafíos de
seguridad en Guatemala .
Honduras
Este país centroamericano sufre el azote de la corrupción
como tantos otros de la región, que es uno de los principales obstáculos para la
lucha contra el narcotráfico. Basta leer las publicaciones de la prensa
hondureña para comprobar la conexión histórica y presente entre funcionarios de
la administración pública, tanto civiles como militares y los narcotraficantes.
El fiscal de Honduras, Leónidas Rosa destacó: “Hemos
detectados nexos entre organizaciones criminales y algunas personas de partidos.
La clase política obviamente será vulnerable al narco” .
El informe recientemente publicado por el Departamento de
Estado menciona que la principal novedad en Honduras en el 2008 fue "el aumento
del flujo de pseudoefedrina y otros precursores químicos" para la producción de
metanfetaminas. El incremento podría atribuirse a que la legislación del país
facilita la importación de dichas substancias, que pueden ser utilizados de
forma legal en laboratorios farmacéuticos, como sucedía hasta hace poco tiempo
en la Argentina
El Gobierno hondureño secuestró una impresionante cantidad de
narcóticos ilegales: 3 Tm. de marihuana procesada, 2Kg. de crack de cocaína ,
3,5 millones de píldoras de pseudoefedrina y más de 5 toneladas de precursores.
Asimismo, fueron decomisadas en EE.UU. 13 TM de pseudoefedrina destinadas a
Honduras, donde iban a ser desviadas a carteles mexicanos de la droga.
En el 2008, las autoridades hondureñas confiscaron 2 millones
de toneladas de pseudoefedrina en bruto, 3 millones de píldoras de
pseudoefedrina más otros 5 millones de toneladas de otros precursores.
Nicaragua
Con respecto a Nicaragua y aunque el informe del Departamento
de Estado reconoció "el determinado esfuerzo para combatir el uso de drogas y el
comercio internacional de narcóticos", criticó la "sostenida politización del
Tribunal Supremo de Nicaragua". El mismo documento también constató que "la
corrupción e interferencia política es un problema persistente y sostenido en
las fuerzas de seguridad y el cuerpo judicial" .
La fiscal general de Nicaragua, Delia Rosales, alegó que
Nicaragua es uno de los países que más ha golpeado a cárteles. Nicaragua es un
corredor del tráfico de drogas, pero hay “voluntad política” de luchar
“frontalmente contra el crimen organizado” , puntualizó.
El documento alabó la "agresividad de las autoridades
nicaragüenses" en la interceptación marítima de cargamentos de droga.
Panamá
Gracias a su posición geográfica y a su muy bien desarrollada
infraestructura marítima y de transporte, Panamá es —según el Departamento de
Estado—, un país muy importante para el control logístico y el transbordo de
drogas ilegales a los EE.UU. y Europa. Afirma también el mismo informe que los
más importantes cárteles de la droga colombianos y mexicanos, como también
grupos armados de Colombia, usan a Panamá con el propósito de traficar droga y
lavar dinero .
El presidente panameño Martín Torrijos Espino coopera muy
estrechamente con EE.UU. en operaciones antinarcóticos, como reconoce
oficialmente el Departamento de Estado en informes en que menciona a ese país y
a su primer mandatario. Durante 2008 se capturaron en Panamá 53 toneladas
métricas de cocaína, una cifra altísima, pero también se ha desarrollado un
modelo efectivo de vigilancia comunitaria para ayudar al control del naciente
problema gangsteril, que EE.UU. considera crucial para asegurar el cumplimiento
de las misiones de las agencias.
Panamá, al igual que otros países ya mencionados, comenzando
por México, registra numerosos asesinatos y hechos de violencia relacionados con
la droga, la mayoría de los cuales se atribuye a venganza entre traficantes.
Para sintetizar, los patrones arriba descriptos —diferentes
formas de convergencia entre narcotráfico y narcoterrorismo por un lado y crimen
organizado por el otro—, podrían aplicarse casi sin excepción a los otros países
del Continente Americano.
Caribe
Las estadísticas oficiales de los últimos años indican que ha
habido un notable incremento de las incautaciones de drogas ilegales hechas por
estados de América Central, mientras que paralelamente se observa un
decrecimiento de las realizadas en la región del Caribe.
Las tendencias observadas durante 2006 y 2007 parecen indicar
que son consistentes con cambios a más largo plazo, aunque estas deberán
confirmarse posteriormente, dado que no siempre las estadísticas coinciden con
la realidad total en el terreno. Estas se basan en los secuestros de drogas
concretados, pero debe tenerse en cuenta que hay una importante cantidad que no
lo es, que han alcanzado sus puntos de destino, y que solamente puede calcularse
de manera aproximada.
El Informe 2009 del Departamento de Estado releva al Caribe
francés, holandés y occidental de todo dato que los vincule al narcoterrorismo
mexicano. No así, cabe destacar, de actividades relacionadas con el narcotráfico
originado en América del Sur.
Con referencia a Cuba, debe destacarse que el informe anual
del Departamento de Estado sobre estrategia internacional de control de
narcóticos 2009, encomia los esfuerzos realizados por este país.
América del Sur
La actividad que registra el narcoterrorismo mexicano en
países de América del Sur —excluyendo a Colombia, que por la magnitud de la
relación con los mismos fue abordada en otras partes de este escrito— ha ido in
crescendo durante los últimos años.
Bolivia
Bolivia continúa siendo el tercer productor mundial de
cocaína, pero además un importante país de tránsito de esta droga, que llega
desde Perú y las regiones de los Andes Centrales donde se cultiva y procesa y
que constituyen un centro neurálgico de gravedad. La importancia de dichas
regiones crece aceleradamente, mientras sus vectores nuevos o ya existentes
apuntan hacia los países del Cono Sur. No sólo con el objeto de agregar e
incrementar mercados o transbordar droga, según el caso, sino también para
procurarse nuevos asociados y expandir su negocio en la región.
La producción anual de cocaína boliviana se ha incrementado
de 100 a 120 toneladas métricas comparando los registros de 2003 y 2008,
respectivamente. Según la “Drug Enforcement Agency” (DEA) de los EE.UU., esto ha
sido consecuencia del creciente número de laboratorios que utilizan una
tecnología colombiana mucho más eficiente .
Bolivia es también productora de marihuana, para consumo
doméstico, pero el crecimiento de 35 toneladas métricas en 2005 a 113 en 2008,
permite presumir con un alto grado de probabilidad de ocurrencia que la cocaína
boliviana se deriva a los mercados argentino, brasileño y paraguayo, tanto para
consumo interno, como para su posterior reembarque a Europa.
El índice de cocaína boliviana detectado en Europa no supera
el 1 por ciento en 2007 , pero como en 2006 no había registro alguno de
movimiento, deberían esperarse los próximos informes para determinar si hay una
tendencia hacia el crecimiento en ese continente.
Según confirma el mismo Departamento de Estado, hay
documentación muy limitada sobre secuestro de cocaína boliviana fuera de su
país; reconoce además que una cantidad relativamente pequeña de tal droga
producida en Bolivia llega a los EE.UU.
Datos de inteligencia de las agencias de lucha contra el
narcotráfico y fuentes propias, coinciden en que existe un nexo entre las
organizaciones de narcotraficantes colombianos, mexicanos y de la Triple
Frontera, como aseveraba este autor en un trabajo sobre crimen organizado y
terrorismo en esa región limítrofe, publicado en agosto de 2007.
Como hechos irrefutables de la actividad narcoterrorista
mexicana asociada con los traficantes bolivianos, se encuentran los
desmantelamientos de tres organizaciones muy importantes vinculadas al
suministro de cocaína. Las operaciones que pusieron en descubierto tal nexo,
fueron llevadas a cabo por el Gobierno de los EE.UU., que tenía como objetivos a
esas bandas criminales desde tiempo atrás.
Aunque los medios de comunicación no siempre hayan reflejado
el incremento de la violencia en Bolivia relacionada con la droga, especialmente
la cocaína, debe hacerse hincapié en que han muerto decenas de personas en
enfrentamientos entre bandas de narcotraficantes. La violencia ha causado
también un éxodo sin precedentes de ciudadanos bolivianos a territorio
brasileño. Al igual que en México, las bandas enfrentadas luchan por la
conquista de nuevos territorios y rutas; entre ellos, los que bordean y conducen
al apetecible mercado brasileño.
Resulta asimismo probable, más allá del grado de ocurrencia,
que la guerra entre grupos de narcotraficantes rivales pueda extenderse más allá
de la frontera entre Bolivia y la Argentina, aunque el último país no haya
necesitado de la ayuda del primero, para contar con sus propios casos,
relacionados a las rivalidades de organizaciones narcoterroristas colombianas,
mexicanas y peruanas.
Brasil
Brasil es uno país principal de tránsito del clorhidrato de
cocaína, y además un mercado significativo para la cocaína base y el crack de
cocaína y otros derivados para consumo local.
Brasil es el segundo país consumidor de cocaína en el mundo,
con cerca de 870.000 personas, luego de los EE.UU., que cuenta con alrededor de
6 millones de adictos a esa droga. Sin embargo, no se lo considera como un país
productor de drogas, al menos importante, aunque se han secuestrado pequeños
laboratorios—cocina que procesan la cocaína base.
La mayor parte del clorhidrato de cocaína comúnmente
transbordado en Brasil hacia otros países es traficado a través del Corredor
Europeo/Africano. La cocaína de origen brasileña secuestrada en Europa en 2006
se eleva al 3 por ciento en 2006, pero en el período 2007 descendió al 2 por
ciento .
Con respecto al consumo de MDMA —conocido como “Extasis”—,
esta droga sintética se produce en parte localmente, pero también hay registros
de mayores cantidades de origen europeo. Esto último ha sido constatado gracias
a incautaciones realizadas por las autoridades brasileñas tanto en puertos como
en centros urbanos.
El contrabando de drogas ilegales y armas brasileños son
operados crecientemente por las organizaciones criminales “Primer Comando de la
Capital” (PCC) con eje en Sao Paulo, y por el “Comando Vermelho” (CV) que actúa
sobre todo en Río de Janeiro. Se considera también que ambas organizaciones han
incrementado sus vínculos con traficantes colombianos y mexicanos. Con
referencia a los contactos de las organizaciones criminales brasileñas
mencionadas con sus asociados mexicanos, es altamente probable que se hayan
incrementado también en la región de la Triple Frontera .
Brasil ha cooperado estrechamente con los EE.UU. en numerosas
operaciones antinarcóticos, algunas de las cuales culminaron con importante
líderes del narcotráfico, como Juan Carlos Ramírez Abadía, alias “La Chupeta”,
uno de los jefes del “Cartel del Norte del Valle” de Colombia. Este sujeto fue
extraditado a los EE.UU. donde enfrenta cargos por asesinato, tráfico de drogas
y clarificación de dinero, cometidos en el Distrito Este de Nueva York.
Colombia
A pesar de los esfuerzos desplegados por el gobierno de
Colombia contra el narcoterrorismo y las organizaciones menores dedicadas al
tráfico de drogas, el país continúa siendo hasta el momento el mayor productor.
Desde hace seis años este país mantiene de manera consecutiva
el record de erradicación de drogas ilícitas, como también desarrolla
importantes programas de todo tipo para limitar el campo de acción