La Argentina no escapa a la época un tanto
rara por la que transita el mundo. Entre recesión, violencia y epidemias, el
país se coloca en una situación de inestabilidad permanente, algo que tiene
origen a nivel doméstico, independiente del contexto internacional.
Dicho en términos más llanos, la Argentina de comienzos de
siglo se aparta del mundo, va a contramano y no escapa a la tendencia heredada
de los últimos 80 años, un tiempo regido por el fascismo vernáculo.
Algunas muestras. Cuando más arrecia la crisis, los gobiernos
de los países progresistas sacan a relucir sus políticas contracíclicas ayudando
a paliar los efectos del colapso. Los bancos centrales inyectan mayores fondos,
van a la baja con la tasa de interés, bajan impuestos e incentivan el
mantenimiento del empleo.
La administración Kirchner levanta las banderas del
progresismo y adopta medidas de tipo corporativo que benefician sólo a una
minoría y perjudican al conjunto, dejando a la sociedad inerte frente a la
crisis. Después de un jubileo fenomenal, el BCRA emite para financiar el
déficit del sector público que al presionar sobre las tasas, obliga al mismo
tiempo a presionar sobre el tipo de cambio y que vuelve a presionar sobre las
tasas, y así sucesivamente. El gobierno absorbe toda la liquidez disponible,
aumenta el gasto improductivo. Esto tiene dos ribetes bien definidos, el primero
cuantitativo y el segundo, cualitativo.
En el primero de los casos, agota los recursos disponibles y
mantiene elevada la presión tributaria. Esto provoca que la posibilidad de una
baja en los impuestos para enfrentar la crisis, se convierta en una quimera. De
allí que el gobierno regente aplica un excesivo castigo a la sociedad, en lugar
de beneficiar a la población. Ejemplos sobran pero bastan uno. Si lo que se
quiere cuidar es el consumo y el empleo, ¿cómo es posible que la administración
Kirchner —supuestamente progresista—, mantenga el IVA en el 21 por ciento —una
de las alícuotas más altas del mundo—, y aplique impuestos al trabajo, mientras
deja exenta la renta financiera y permite que el sistema bancario aplique tasas
expoliatorias al consumo? Respecto de este último tópico, no es casual que los
balances de los bancos registran jugosas ganancias.
El segundo aspecto, tiene relación con la calidad del gasto,
esto es, donde se aplican los recursos o hacia donde se destinan. Este no es un
tema menor porque la mayor parte del gasto se va en intereses de la deuda,
salarios, subsidios, transferencias y otras prebendas. Esto hace que el gasto
sea muy rígido y en muchos casos, sea difícil de bajar.
Pero como los recursos no son infinitos —por el contrario, están en franca
caída—, y los gastos crecen, el déficit fiscal está a la vuelta de la esquina.
En la muestra, las cuentas fiscales de marzo registraron un déficit de 733
millones de pesos.
Cualquiera de los conceptos de gasto que se pretenda
disminuir tendrá un impacto sobre el empleo y sobre los precios. Bajar empleo
público o salarios estatales, impactará en una gran cantidad de gente. Cortar
subsidios, provocará ajustes de tarifas, cortar transferencias y prebendas
disparará conflictos con las corporaciones beneficiadas. En este caso, se
perjudican algunos sectores que dependen de la caja estatal.
Pero si no se bajan las erogaciones y aumenta el
endeudamiento porque ya los recursos no alcanzan las consecuencias serán peores
y esto tendrá impacto sobre el nivel de precios, sobre la tasa de interés y
sobre el tipo de cambio, conformando un peligrosísimo mecanismo de
retroalimentación de la espiral inflacionaria que por ahora está agazapada. Los
primeros síntomas de la inflación son las distorsiones en el sistema de precios
relativos, algo que ya se está observando en el país.
Con la inflación, los dañados son todos, en especial, los
sectores de menores ingresos, porque la inflación es el impuesto a los pobres
pero que termina perjudicando a todos.
Esta es el callejón sin salida en el que se metió la
administración Kirchner y del cual no puede salir sin asistencia externa. Esta
la debilidad del modelo y su falla de diseño. La inflación es la tumba del
modelo kirchnerista.
Mientras tanto, el gobierno y la dirigencia política no
prestan atención a la inflación, al desempleo, a la inseguridad y a la
necesidades de la gente y deliran con unas elecciones que no le van a cambiar la
vida a la población, mostrando una vez más a los políticos y a la sociedad
divorciados.
Miguel Ángel Rouco