El resultado de las comicios de junio será
independiente de las decisiones que deben adoptarse, para poner en orden, el
dislate económico-financiero en que se encuentra la Argentina.
Las elecciones de medio término servirán sólo para configurar
un nuevo mapa parlamentario y, en todo caso, para comenzar a medir fuerzas de
cara, a renovar la Casa Rosada en 2011.
A pesar del prurito oficial por transformar, una simple
renovación parcial del Congreso Nacional, en una histeria plebiscitaria, la
economía y la política en la Argentina, hoy transitan por caminos diferentes.
Algunos lo han advertido ya hace mucho tiempo, otros lo
han sufrido en carne propia con la afectación de sus derechos. Unos lo han
escondido, otros han callado de manera cobarde. El régimen que transformó la
excepcionalidad de la emergencia, en una pauta de convivencia normal y
cotidiana, languidece, pero no deja de meter zarpazos.
Los que callaron, ahora padecen las consecuencias de su
silencio mientras otros sufrían. Nunca tan oportunas las líneas del pastor
Martín Niemöller: "Primero vinieron a buscar a los comunistas, y yo no hablé
porque no era comunista. Después vinieron por los socialistas y los
sindicalistas, y yo no hablé porque no era lo uno ni lo otro. Después vinieron
por los judíos, y yo no hablé porque no era judío. Después vinieron por mí, y
para ese momento ya no quedaba nadie que pudiera hablar por mí".
Ahora, a poco menos de dos meses para las elecciones, en
medio de la debacle del modelo, se echa mano a apotegmas fatalistas como
"Nosotros o el caos" y otros de similar tenor.
Nada más lejos de la realidad. Es que el régimen de
emergencia está agotado y se empiezan a ver los primeros síntomas del "Síndrome
de la Alfombra Roja", una suerte de influenza que afecta a los circunstanciales
habitantes de Balcarce 50 y que se manifiesta a través de la negación o
modificación de la realidad y en el aislamiento, ante la adversidad.
Los superávit gemelos desaparecen y la fuga de capitales se
intensifica. En marzo, las cuentas fiscales arrojaron un déficit financiero de
casi 734 millones de pesos, mientras 2 de cada 3 provincias muestran sus cuentas
en rojo. El comercio exterior se desploma y las ventas caen en todos los
sectores. Los despidos se intensifican aun para las maquilladas estadísticas
oficiales y a pesar de los esfuerzos del gobierno, la CGT y la UIA por negar la
realidad.
Las cosechas son magras y las perspectivas de las siembras
rozan los mínimos históricos. Durante 2008 y en especial desde el conflicto con
el campo, se registró una salida neta de capitales por más de 26.000 millones de
dólares y en el primer trimestre ya ronda los 5.800 millones de dólares. Esto
significa que el capital privado prefiere ir a otras playas frente al peligro
que encierra la economía doméstica.
Mientras tanto, la inflación y los costos financieros
siguen haciendo daño al sector productivo, en especial, a quienes producen
bienes y servicios no transables.
Esto se traduce en una aguda falta de capital de trabajo
y en el consiguiente quebranto y despidos por la el ahogo financiero aunque
exista dinero disponible como dice el gobierno aunque sin especificar a que
costo, en medio de una pelea mediática con los bancos.
Es curioso, los bancos están líquidos pero prestan a tasas
exuberantes. Hay plata y el gobierno reclama que presten a largo plazo y bajen
las tasas. ¿El huevo o la gallina? Veamos. ¿Por qué los bancos no pueden bajar
las tasas y prestar a largo plazo? Primero, porque los depósitos están tomados a
corto plazo y si prestan a largo término, quedan descalzados frente a una
eventual corrida bancaria. Segundo, las tasas no bajan porque el sector público
absorbe toda la liquidez disponible para paliar su déficit fiscal desplazando a
los tomadores privados. Al mismo tiempo, al dejar sin liquidez al sistema obliga
subir las tasas de pase al BCRA y la banca privada prefiere prestar a la
autoridad monetaria con cobertura y con menor riesgo.
Hay un aspecto más por el cual los bancos no pueden bajar las
tasas y tiene que ver no con la liquidez sino con un aspecto patrimonial. Por un
capricho oficial, la valuación de los títulos en cartera que tienen los bancos
se hace a valor nominal y no a valor de mercado como debiera hacerse. Esto
provoca una sobre ponderación de sus activos. Si se tomaran los precios de
mercado, los patrimonios de los bancos serían menores y ello llevaría a que las
entidades financieras debieran constituir mayores previsiones o lo que es lo
mismo inmovilizar una mayor masa de dinero, restando capacidad prestable.
Ya no alcanza con índices de precios ficticios, tasas de
interés distorsionadas, discursos altisonantes o augurios de inmunidad frente a
la crisis. La realidad supera la fantasía, el modelo zozobra.
Miguel Ángel Rouco