Se piensa erróneamente que el robo de identidad es algo reciente por las informaciones de la web referente a personas que se vieron perjudicadas por el robo de su identidad en lo relativo a tarjetas de crédito y transacciones bancarias, pero resulta que tal práctica tiene cientos de años o miles si se hace caso a relatos proveniente de la vieja china.
Obviamente la práctica actual no es igual a la realizada por los generales chinos para lograr información en el campo o territorio enemigo, pero sigue los mismos principios.
Los servicios secretos utilizaron —y seguramente siguen utilizando— el robo de identidad para cubrir las actividades de sus agentes y si se los llega a descubrir ya sea por el enemigo exterior o del interior de la fuerza, éstos están cubiertos y a salvo.
¿Cómo se hace?
1. El agente Juan Pérez debe tener una nueva identidad para protegerse y evitar problemas para sus compañeros de tarea, específicamente a los jefes, encargados o controladores.
2. Se busca un nombre y apellido apropiado en una guía telefónica. Nadie inventa nombre alguno, debe ser de una persona real, hasta su domicilio.
3. Se coteja en el padrón electoral el Nº de DNI y se lo incorpora a su ficha, que posteriormente sirve para falsificar uno real.
4. En bancos, clubes, municipalidades o comunas se rastrea algún documento firmado por la persona real y se la copia. Generalmente se saca una fotocopia.
5. Normalmente se tienen tres o cuatro fotografías distintas (con bigotes, con barba, con anteojos, con pelo largo etc.) para cambiarla y confundir a posibles testigos sobre su apariencia.
A esta altura Juan Pérez se ha transformado para cualquier requisito en Pedro Mendoza, y el verdadero no tiene ni idea que anda otro Pedro Mendoza por el mundo con documentación idéntica a la suya, hasta puede tener tarjeta de crédito y cuenta corriente o de ahorro en algún banco, para mas seguridad en otra provincia o nación.
Juan Pérez no existe para nadie, sólo aparece Pedro Mendoza hasta la muerte y para toda actividad o trámite administrativo del Servicio —filiación y expediente de servicio, sueldos, aportes, etc.— es Pedro Mendoza.
Esta práctica está diseñada para que nunca pueda ser identificado el agente secreto, ya sea en servicio, al retirarse, por renuncia, cesantía o jubilación. Ni siquiera con cambios en el gobierno, como ocurre en la actualidad.
Retirado o jubilado ¿Cómo cobra ?
Aquí se invierten las apropiaciones, se busca en los cementerios una identidad de un muerto de más o menos la misma edad del agente secreto, que haya muerto en su juventud y sin familiares o casi ninguno —preferentemente de otra provincia— y se confecciona un legajo con todo su historial como empleado civil y la documentación pertinente, supongamos a nombre de Bernardo Filstein.
Aparece cobrando su jubilación sin problema alguno hasta su muerte sin que nadie pueda detectarlo, ya que se necesitaría saber su verdadero nombre, la historia y sobre todo el lugar de trabajo.
También se ha utilizado la identidad de personas internadas en clínicas de enfermos mentales, pero los más seguros siempre fueron los que carecían de familiares.
Los padrones electorales están cargados de “muertos vivos” y todos felices.
¿Puede hacerse el rastreo inverso?
No se lo puede rastrear a la inversa, puesto que Bernardo Filstein no tiene conexión alguna con Pedro Mendoza, y éste tampoco tiene relación alguna con Juan Pérez.
Pero lo interesante es que, si se llega a encontrar a Pedro Mendoza, estarían encontrando al verdadero Pedro y no al agente secreto. Claro que le acarrearía algunos problemas pero seguramente podrá demostrar ser ajeno a cualquier cosa de la que se lo acuse y en el último de los casos ya no es problema del Servicio y la identidad de Juan Pérez está completamente protegida. Además, el agente en cuestión no participaba de la confección de su nueva identidad, así era imposible que hable de algo que desconocía.
El problema es que hoy hay muchos “Pedro Mendoza” verdaderos que se encuentran detenidos y que no tienen nada que ver con las acusaciones, y nadie sabe hasta cuando se mantendrá su calvario, pese a que mucho jueces se dan cuenta y sin embargo nada pueden hacer, los “Comisarios Políticos” están al asecho continuamente.
José Alberto Gil