Finalmente, el peronismo va derivando en
nada. En una nada castradora de raíz conservadora, que precisa seguir generando
pobres y analfabetos funcionales que necesita —desde el manejo del aparato del
Estado— para mantener en el poder, a una caterva de inescrupulosos
sinvergüenzas, que sólo roban para su beneficio y el del jefe de turno. Pero las
sociedades necesitan experimentar en carne propia sus decisiones, hasta las
últimas consecuencias, para poder sacar conclusiones históricas.
Pues bien, estamos ante los más prolongados gobiernos
peronistas de la historia, y es posible que la sociedad argentina esté empezando
a preguntarse, también, qué puede esperar del peronismo.
Lógicamente, es entendible y justificable que haya
quienes, agobiados por el hambre y la marginación, puedan votar y apoyar a sus
captores, pero jamás se podrá justificar a esa porción de la clase media e
incluso media-alta, sin la cual el peronismo no ganaría elecciones que, con
ínfulas de intelectuales, se dicen “justicialistas”.
Entonces, comienzan a aparecer los distintos “modelos” del
peronismo, y pudimos apreciar, en los últimos veinte años, el modelo menemista,
el duhaldista y ahora el kirchnerista, sólo por citar los últimos períodos que
se disfrazaron de peronistas.
Lo triste y paradójico es que, si bien hoy estos tres
“modelos” no tienen absolutamente nada que ver entre sí o, si usted prefiere,
entre sus ideologías y/o metodologías, en algún momento formaron parte del mismo
gobierno.
Pero el “modelo” que hoy nos ocupa es el que está en el
poder, el ideado, generado, y encarnado por Néstor Kirchner.
Si vemos cual era la propuesta política del Frente
para la Victoria allá por 2003 en plena campaña presidencial, podemos
apreciar que, como decía el general, “del dicho al hecho hay un largo trecho”, y
de ese trecho no se cumplió absolutamente nada.
Podríamos citar, sólo a modo de ejemplo, dos promesas
fundamentales de NK en campaña: la eliminación de las retenciones y la
reforma impositiva y posterior reforma del sistema de coparticipacion.
Obviamente, no sólo nada de eso ocurrió, sino todo lo contrario. Se
aumentaron las retenciones y el sistema de coparticipación se profundizó y es
hoy la herramienta que tiene Kirchner para manejar a Intendentes y Gobernadores.
El modelo K consistió, solamente, en un grupo de personas que
tomaron el control del Estado nacional en mayo del 2003 —con sólo el 22 % de los
votos— con el sólo objetivo de perpetuarse indefinidamente en el poder y así la
mayoría de ellos poder alcanzar su enriquecimiento ilícito.
Todo esto, con el disfraz de progresistas, cuando
curiosamente donde menos están es a la izquierda.
Para lograr dicho objetivo, procedieron, por un lado, a
debilitar sistemáticamente a las instituciones y desmantelar el federalismo
económico.
Los fondos públicos, herramienta fundamental del modelo K,
pasaron a tener a un manejo arbitrario y personal.
Inmediatamente, comenzaron las relaciones exteriores con Hugo
Chávez, quien se convirtió en nuestro mejor socio y se deterioraron las
relaciones de con la mayoría de los países, en algunos casos insospechada, como
Uruguay y Chile.
Lógicamente, se eliminó la independencia de los tres
poderes, sometiéndolos al control del Ejecutivo. El Congreso Nacional,
asimismo, comenzó a funcionar como una escribanía del Poder Ejecutivo.
Por último, vaya uno a saber si por una cuestión de
impericia, negligencia o capricho —mezclado con algo de odio y resentimiento—
destruyeron la economía agropecuaria hasta ponerla al borde de la crisis total,
se agotaron las reservas de gas y petróleo por falta de una política de
hidrocarburos, se distorsionaron las estadísticas oficiales para ocultar la
inflación, se confiscaron 100 mil millones de pesos acumulados en la jubilación
privada, se cuestiona la libertad de prensa, se compran dirigentes sindicales y
se negó, sistemáticamente el diálogo con los demás partidos políticos y con la
sociedad civil.
Dicho en otras palabras, Kirchner gobierna por imposición
en vez de hacerlo por consenso. Gobierna con autoritarismo, demagogia y
aspiraciones dictatoriales y totalitaristas pero siempre, absolutamente siempre
improvisando, con medidas precarias y con una ausencia total de políticas de
estado.
Eso es, como se puede apreciar, el “modelo K”, al que
podríamos denominar, “el modelo del no modelo”.
Pablo Dócimo
EL MODELO DEL NO MODELO