Se ofrece a nuestros lectores, el
primer capítulo de la escalofriante novela Frío Mortal —que
mezcla ficción con realidad— del autor André Materón.
De acuerdo al interés que este genere, se irán entregando los siguientes
capítulos de manera gratuita. Todo un experimento editorial ...
CAPÍTULO 1
Era una de
esas desagradables noches de invierno, el viento gélido terminaba de
desnudar los árboles semejándolos a figuras siniestras y amenazadoras.
La ventisca gemía incesante y las calles permanecían desiertas salvo por
algún ocasional transeúnte.
La zona
poblada de mansiones y elegantes edificios indicaba el nivel económico
de sus habitantes quienes por lo avanzado de la hora supuestamente
descansaban, sin embargo de una de ellas una pesada puerta se
abrió dando paso a un figura corpulenta. Su andar era extraño y casi
tambaleante, quizá el ventarrón que arreciaba en ese momento
pareció hacerlo danzar un raro baile, sólo otro ser humano lo
observó curioso, pero inmediatamente volvió a cobijarse con los pesados
cartones y continuó su aterido sueño.
Como contraste
a la gélida noche, el día aunque frío amaneció con un pujante sol y poco
a poco la ciudad retomó su habitual ritmo.
Pero no todo
fue normal esa mañana, ya que con un ulular de sirenas y el chirrido de
frenos, tres vehículos policiales estacionaron frente a una mansión, y
de ellos varios uniformados apresurados ingresaron a ella, como también
lo hizo uno vestido de traje.
El mayordomo
con cara adusta y mirada asustada los acompañó a una amplia sala de
estar, y en ella dos mujeres jóvenes lloraban desconsoladas mientras que
un hombre ya entrado en años intentaba fortalecerlas, pero al ver a las
fuerzas del orden inmediatamente se acercó a ellos y dirigiéndose al de
traje dijo:
-¡Acompáñeme!
El cuarto está en el piso superior, –sus maneras algo autoritarias
indicaban que estaba acostumbrado a ser obedecido.
El de civil
sorprendido por la actitud del dueño de casa no atinó a reaccionar y con
una ligera seña indicó a dos de sus acompañantes que se queden en
custodia, mientras que rápidamente subían los demás.
El cuadro era
espeluznante, la joven yacía en postura yoga y sus largos cabellos
rubios cubrían las facciones, estaba desnuda y rodeada de un líquido
escarlata que comenzaba a coagularse haciéndolo cada vez más oscuro, y
de frente se podía ver unos ojos desorbitados por el terror y
acompañados por una mueca que comenzaba a tener rigidez cadavérica.
El que dirigía
la investigación luego de observar la escena hizo un par de llamados con
su celular y pocos instantes después la casa fue invadida por distintos
profesionales, entre ellos el forense, fotógrafos, expertos en huellas y
el fiscal de turno.
Las consultas
entre los peritos eran continuas mientras que los investigadores
interrogaban a los moradores de la mansión. Finalmente y sin llegar a
conclusión alguna los forenses se llevaron el cadáver y el fiscal junto
a las fuerzas del orden se retiraron del lugar, no sin antes advertir a
los presentes que no debían alejarse de la zona hasta tanto finalice la
investigación.
Horas más
tarde en la seccional del distrito, precisamente en el mismo despacho
del jefe de policía una reunión de tintes ásperos sucedía:
-¿Por qué,
notificaron a la fiscalía sin avisarme previamente? –Bramó indignado el
inspector Kiel, en quien recayó la responsabilidad por las actuaciones.
-¡Señor! Esa
llamada no partió de esta seccional. –Reclamó sorprendido el detective
que a la postre fue quien condujo la primera parte de la investigación.
-¿Entonces…
quién? Porque si fue alguien de la familia no tiene sentido… aunque hay
algo raro en todo esto, y ya que llamaron a la fiscalía antes que a
nosotros demos el traslado… porque me parece que ellos algo quieren
ocultar. De modo que luego de los interrogatorios investiguen hasta el
más mínimo detalle, pero proceda con tacto y mucha cautela, porque esa
familia Carrión es muy poderosa y les basta una llamada para hacernos
pasar un mal rato.
Ciertamente
días después las palabras del inspector resultaron proféticas, pero en
esos momentos los investigadores comenzaron su rutinaria tarea
intentando lograr alguna pista que los conduzca al esclarecimiento del
crimen.
De acuerdo a
los testimonios de la familia de Elena Carrión (la víctima), el esposo
de profesión médico se había retirado de la casa rumbo al hospital a las
23 horas, mientras que el resto de los moradores tal como era su
costumbre los días laborales estaban descansando, y según sus dichos la
armonía reinaba en la familia. Todos insistían en que el asesino
debió introducirse en la casa por algún descuido con fines de robo.
Lo sospechoso
de toda esta situación era la ausencia de ruidos, de huellas, de
violación de aberturas y la supuesta pasividad de la víctima, lo que
necesariamente conducía a la culpabilidad de algún miembro de la
familia, pero todos se avalaban entre sí. Pese a eso los investigadores
centraban su atención sobre la personalidad del esposo, ya que él
manifestó haberse retirado a las once de la noche y la pericia forense
estableció la hora del deceso entre las once y las doce.
Sin embargo,
varios ingredientes comenzaron a entorpecer la labor policíaca; el
primero fue la presión de la prensa oral y escrita que exigía un rápido
esclarecimiento, y el segundo la llamada y posterior reunión del fiscal
Campos con el fiscal Orellana, (este último a cargo de la causa) Campos
era un prestigioso fiscal federal de enorme ascendencia dentro del poder
judicial nacional.
De resultas de
esta conversación, Orellana acusó al doctor Reynol (esposo de la
víctima) de encubrimiento del asesinato, ya que no se pudo establecer su
participación directa, pero algunos indicios indicaban esa posibilidad.
La familia de
Elena indignada por la acusación contra Reynol, contrató a un célebre
abogado para la defensa, mientras que los periodistas haciéndose eco del
nuevo rumbo de la investigación y regodeándose por las jugosas notas que
producía el escándalo de tener a gente poderosa involucrada en tan
sórdida situación, exigía una rápida condena.
La decisión de
Orellana y la presión política paralizó la investigación que el
inspector Kiel conducía, dejando en suspenso la búsqueda e
identificación del autor del asesinato, quedando este caso como uno más
de los tantos sin resolver.
Mientras que
el fiscal y pese a la brillante defensa del abogado contratado por la
familia, logró una condena menor. De tal modo que el acusado pocos meses
después recobraba su libertad bajo palabra.
De ese modo
quedó nuevamente en evidencia que la justicia para los poderosos es
diferente a la que obtiene el común de la gente.
Otros temas
importantes ocuparon a los involucrados y todo indicaba que el asesinato
de Elena Carrión pasaría al olvido.
Hasta que un
año más tarde…
(Si le interesó el texto, háganoslo saber a info@periodicotribuna.com.ar o andremateron@hotmail.com a efectos de ir publicando los siguientes capítulos en Tribuna)