A esta altura de las circunstancias,
resulta realmente gracioso escuchar a la inmensa mayoría de representantes de
izquierda cuando se refieren a quienes no piensan como ellos con el término “facho”.
Supuestamente, un “facho” sería alguien intolerante, autoritario, discriminador,
conservador; en fin, un dictador, como lo son, con todas las letras, Fidel
Castro,
Hugo Chávez, y como lo fueron Adolf Hitler, Benito Mussolini o, sin ir muy lejos, los integrantes
de la última dictadura militar argentina.
Tanto los militantes, como los dirigentes de las distintas facciones de
izquierda, reúnen sistemáticamente estas “condiciones”, y cumplen a rajatabla
con “el manual del buen facho”. Para decirlo en otras palabras, hacen,
exactamente, lo mismo que ellos le critican a los demás.
En su paso por el Congreso Nacional, Hilda Molina, la médica cubana que se
encuentra en nuestro país, pudo sentir en carne propia la intolerancia de la
izquierda autóctona. Lógicamente, si hay alguien que conoce del autoritarismo de
izquierda es la Dra. Molina, quien en esta oportunidad pudo apreciar la versión
sudamericana de los fachos de izquierda.
"Lo que usted dice es una falta de respeto", lanzó uno de los militantes de
izquierda,
"Estuve un mes en Cuba y la realidad no es como usted dice". En realidad, hay que
reconocer que es algo no muy usual, ya que rara vez los integrantes de izquierda
se animan a enfrentar a alguien que piense distinto, puesto que es muy fácil
derribar los estúpidos y endebles argumentos que esgrimen defendiendo al sistema
que mata de hambre a los cubanos. Un claro ejemplo de ello fue el pánico en el
que entró Hugo Chávez cuando había ofrecido un debate público a Mario Vargas
Llosa, pensando que el escritor peruano no aceptaría, pero ocurrió todo lo
contrario, el que no aceptó fue Chávez.
Y en este altercado en el Congreso argentino, quedó demostrado. Con una sola
frase, Hilda Molina hizo ver cual es la realidad. "Usted no sabe más de mi país
que yo. Le cambio vivir aquí por vivir allá", y esta sola frase, tan simple,
pone al descubierto la realidad del pueblo cubano. Nadie quiere ir a vivir a
Cuba, todos quieren huir despavoridos.
Lógicamente, si tomamos como ejemplo a alguien que fue de vacaciones quince o
veinte días, a algún lujoso hotel —de capital norteamericano— al que los cubanos
sólo pueden ir para trabajar, y cuyo sueldo es cobrado en dólares por el Estado
cubano, dándoles a los trabajadores una tercera parte, y en la inservible moneda
cubana, seguramente la habrá pasado bien. Otra cosa muy distinta es vivir en
Cuba, donde, entre otras cosas, es imposible pensar distinto. Tal cual como
ocurría durante el proceso en nuestro país.
Es, como dijimos al principio, gracioso ver a quienes están en contra de la
dictadura argentina, defender un régimen impuesto por un personaje igual de
siniestro y nefasto a los militares del proceso.
En definitiva, un vez más quedó demostrado quienes son los verdaderos “fachos”,
los intolerantes, los discriminadores, los autoritarios, los que lo único que
pretenden es imponer sus ideas por la fuerza, como lo hicieron siempre, y como
pretenden hacerlo en lo sucesivo, avasallando todo aquello que tenga que ver con
lo democrático.
Pablo Dócimo