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El corralito de la inteligentzia

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KIRCHNER Y LA PRENSA DE COLOR
KIRCHNER Y LA PRENSA DE COLOR

 “El periodista y columnista dominical de La Capital de Rosario, Mauricio Maronna, sostuvo en su último artículo que Kirchner “disfrazándose de editor, en una entrevista concedida a la revista oficialista Debate” dijo que los periodistas “tienen la obligación de animarse a escribir artículos de fondo sobre la realidad argentina, opinar, algo que permita una discusión seria, no de la anécdota, no de la nota de color”. Agrega que “eso que el Presidente les exige a todos los medios de prensa es lo que también el Gobierno debería comenzar a replantearse: menos campaña permanente, menos notas de color, más decisiones de fondo que empiecen a demostrar que el hasta hace poco multipromocionado ‘estilo K’ es mucho más que una suma de gesticulaciones, sobreactuaciones y dureza verbal. La búsqueda de consensos –añade-, la ampliación de interlocutores a la hora de tomar decisiones y el alejamiento del maniqueísmo conceptual es lo que le permitirá a Kirchner salir del corralito en el que, a veces, parece encerrarse”. Y sentencia que “sin oposición a la vista, con el pasado inmediato cargado de sobresueldos a funcionarios menemistas, coimas aliancistas a senadores para aprobar una ley y devaluación duhaldista” construir “un país normal sigue siendo la mejor meta que se puede trazar. Y no parece de cumplimiento imposible. Para lograrlo deberá ir más allá de la imagen que le devuelve su propio espejo”. Esta trascripción, del sitio amigo Diario sobre diarios, no tiene desperdicio ya que nuevamente ilustra la concepción kirchnerista del papel de la prensa argentina.

 

 Para el presidente Néstor Carlos Kirchner el periodismo vernáculo ahora abusa de la “anécdota” y de la “nota color”. Por supuesto que no afirmaba esto cuando desde la mayoría de los matutinos, la realidad era travestida por el espejito de Blancanieves (como acertadamente afirmó Elisa Carrió en La Cornisa). “Decime espejito que soy hermoso, que está todo bien, que la gente me quiere porque las encuestas así lo dicen. Decime que soy el único político argentino que luchó por la democracia y los derechos humanos. Decime que soy el mejor”, musitaba el autodenominado Pingüino frente a las alabanzas de los chupademias de turno. Pero el espejo se quebró. Se hizo añicos cuando, de un tiro artero, la Parca acababa con la vida de Axel Blumberg. Desde ese interminable 1 de abril, con la gente común nuevamente en la calle coreando el “que se vayan todos”, todos los espejos comprados y los índices espurios digitados por la inteligentzia del corralito mental.

 Ya no servían los gritos selváticos de Miguel Bonasso denunciando complots intergalácticos, ni los dislates y ditirambos verbales de los siempre listos Alberto y Aníbal Fernández. Como no se puede meter el reclamo de 200.000 personas bajo la alfombra, menos se puede obturar la realidad por decreto ni pretender que la prensa haga saludo uno ante los caprichos de tal o cual mandatario.


El periodismo de Krusty

 

 “Hola, señor presidente. Le hice la campaña al otro candidato, pero voté por usted”, le confesó el payaso Krusty, de la genial serie Los Simpson, al entonces presidente estadounidense Bill Clinton. Si el oficialismo pretende que el periodismo sea sólo eso, que se limite a efectuar una payasesca campaña perenne, se equivoca de plano. Pues, ¿qué clase de democracia se puede construir, con una prensa limitada a la sola exposición de buenas noticias? ¿Acaso pretende el kirchnersimo que todos los dueños de los medios sean tan solícitos como Marcelo Tinelli? ¿Se dio cuenta el oficialismo cuál es el precio de la obsecuencia?

 Porque ese mismo se cotiza muy alto, y sólo acarrea desgracias para aquellos incautos que osan abrir la caja de Pandora de las mentiras oficiales permanentes. La gente en las movilizaciones de Blumberg también puteó con furia a algunos medios, gritando a voz en cuello “¡digan la verdad!”. Y eso es, precisamente, reflejar lo que pasa.

 Peter Arnett es un veterano periodista y corresponsal de guerra estadounidense, que sufrió en carne propia el largo brazo de la censura gubernamental. Fue echado de la CNN por intentar reflejar el punto de vista iraquí en la primera Guerra del Golfo, y le sucedió otro tanto en la invasión a Irak del año pasado. “Yo escribo sobre lo que veo, y si algunos no les gusta, es problema de ellos”, afirmó dejando en ridículo a los fabricantes de cucuruchos en la frente.

 De lo contrario, flaco favor se le hace a cualquier gobierno si sólo se limita la prensa a ser una usina oficiosa de propalación de buenas noticias y pum para arriba.

 

 Fernando Paolella

 

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