Los “terapeutas” que cultivan la “terapia” de la psicología bioenergética, denominan sabiduría a las historias, cantos, escrituras sagradas y… otros cuentos, y para colmo mezclan todo esto con otra supuesta sabiduría como la Biblia, el Ayurveda, el Mahabharatha y otras antigüedades para salirse con una especie de bioenergía que domina cuerpo y mente. Si no se toma en cuenta esta forma de energía, dicen, la enfermedad no puede ser dominada. Este método parece basado en la frase: vade retro bacterias, virus, protozoarios patógenos y neoplasias, pues la terapia bioenergética lo puede todo. ¿Medicamentos científicamente concebidos y elaborados? ¡Al tacho de la basura con ellos! Sólo es necesario acudir a la bioenergía y… ¡Santo remedio!
¿Antibióticos? ¿Para qué? Con un tratamiento energético es suficiente, dicen. Más yo particularmente, ante un cuadro infeccioso severo, no descartaría a los antibióticos para aniquilar a los gérmenes malignos que me quieren enfermar.
¿Cuidado! ¡Los virus, las bacterias y protozoarios patógenos nos pueden aniquilar! ¡Benditos sean los antibióticos entonces!
Dicen los “energéticos” que: “en los tratamientos con psicología bioenergética, los espacios son compartidos en una modalidad de contención amable, respetuosa y eficaz sin menoscabar la pericia del terapeuta puesto que se trata de un procedimiento natural…, pero… por desgracia las bacterias nocivas se ríen de todo esto cuando falla el sistema inmunológico.
Desconozco en virtud de qué pudieron nacer ciertos conocimientos ancestrales sin la ayuda del moderno instrumental de nuestros días como por ejemplo, el microscopio electrónico. ¿Acaso por cierta iluminación divina? De ser esto cierto, ¿para qué entonces tanta investigación científica sin descanso de la actualidad?
Dicen los que creen saber, que para vencer una dolencia, es necesario que terapeuta y paciente se asocien para vencer a la enfermedad (¿por telepatía quizás?). No creo ni un ápice en esta pseudociencia.
Estos sostenedores de la curación bioenergética afirman también que es necesario desarticular “cierto sistema perverso” que actúa en desmedro de la salud y citan al ya anticuado psicoanalista Sigmund Freud, como garantía para aceptar la terapia bioenergética, pero hoy, por desgracia para los psicoanalistas, sabemos mejor que nunca que el psicoanálisis es una mera pseudociencia.
También nos pretenden aleccionar diciendo que existen varias energías, a saber: la energía densa (cuerpo) (¿?), la energía que fluye (vital) y la energía sutil (intelecto, espiritualidad).
La psicología bioenergética, dicen que es el resultado de miles de años de sabiduría distanciada de la medicina científica.
Valiéndose otra vez del creador del psicoanálisis Freud, dicen que este señor curó a un joven con solo una imposición de mano ¡en una única sesión!
Por supuesto que la ausencia de desarrollo emocional perturba el sistema endocrino arrastrando también al inmunológico, pero ¿en todos los casos? ¡Lo dudo!
También los bioenergéticos nos informan que la depresión, lejos de constituir en una patología, es sólo un desequilibrio energético.
Tampoco se quedan cortos en valorar ciertas “ciencias de milenios”, para cada caso en particular, y de cierto fluir de una energía misteriosa que espanta a las bacterias, protozoarios y virus patógenos que huyen despavoridos. ¿No es así señores bioenergéticos?
Como sano consejo, sólo me queda advertir que, ante un cuadro severo de cualquier dolencia con riesgo, queda un solo recurso alejado de toda cháchara emparentada con el curanderismo, y este es concurrir a los mejores especialistas médicos lo más pronto posible y someterse a los estudios pertinentes para el caso con el más moderno instrumental de última generación, con el fin de detectar patologías graves dejando de lado los “santos remedios” de los cándidos soñadores bioenergéticos y otros “especialistas” que, basándose en antiquísimos métodos terapéuticos sólo logran que el paciente sea víctima de un mal que necesita tratamiento inmediato antes que sea demasiado tarde.
Ladislao Vadas