En la vida cada uno elige cual es la vereda en la que se ubica. Partiendo que el mostrador tiene dos lados, un intelectual, que por definición maneja ideas, debe optar donde ubicará su accionar y cuál será el destinatario principal de su obra. Rodolfo Walsh, en el texto que escribió para el número 1 del periódico de la CGT de los Argentinos el 1º de Mayo de 1968, definió con precisión meridiana el rol del intelectual. Afirmó: “El campo del intelectual es por definición la conciencia. Un intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo y en su país es una contradicción andante y el que comprendiendo no actúa tendrá un lugar en la antología del llanto pero no en la historia viva de su tierra.”
El poder económico coopta intelectuales. Algunos hacen méritos para ser reclutados. Otros creen que seducirán al poder y terminan siendo funcionales a él. Otros se van deslizando lentamente desde las catacumbas hacia la máquina de prestigio y distribuidor de canonjías.
Marcos Aguinis pasó de frecuentar la izquierda nacional a principios de los setenta, a ser vocero de la derecha latinoamericana. El rabino Sergio Bergman hizo un viaje sin escalas de ser un discípulo no reconocido del rabino Marshall Meyer, connotado defensor de los derechos humanos, de integrar Memoria Activa, a secundar a Juan Carlos Blumberg. Propuso sustituir la enfática afirmación de libertad por triplicado del himno nacional por la de seguridad, coqueteó con Carrió y Macri, para terminar llevando apoyo espiritual y político a lo más concentrado de la Mesa de Enlace. Santiago Kovadloff, el más valioso, es el tercero. Los tres son argentinos de origen judío. La máquina de prestigio del poder, que le dispensa generosos espacios, tiende a inducir a una confusión premeditada. Que los intelectuales argentinos de origen judío tienen como referencia y están representados por Aguinis y Kovadloff y que Bergman es la voz de los rabinos argentinos. Las dos situaciones, premeditadamente confusas, son falsas. De Aguinis y Bergman me he ocupado en otras notas. Ésta se centrará sobre el tercer integrante de esta línea media promocionada
Santiago Kovadloff
Kovadloff es licenciado en filosofía, ensayista, poeta y traductor. En 1992 obtuvo como ensayista el premio nacional de literatura. Hombre de buena formación, de un discurso persuasivo y bien vertebrado, dotado de una voz actoral, está lejos del fundamentalismo pedestre de Marcos Aguinis y del envase publicitario del discurso del rabino Sergio Bergman. Ese que parece una mixtura de un manual de educación democrática berreta, mezclado con aforismos tipo José Narovsky, lo que da como resultado un elemental y mediocre remedo de libro de autoayuda. Kovadloff viene del campo gelatinoso del progresismo. A la salida de la dictadura criminal establishment- militar escribió un recordado artículo, titulado “La cultura de las catacumbas”. En su libro “Sentido y riesgo de la vida cotidiana”, de 1998, hace una vívida y certera disección de los medios, de gran actualidad, a once años de haberse publicado. Escribió “ Fundamental es siempre lo que va a ocurrir a cualquier momento y nunca lo que ya ocurrió. De modo que lo conocido de nada vale frente al potencial revelador de lo que está por suceder. Así es como se instaura la dictadura de los llamados medios, el endiosamiento del instante. El espectador es hoy, en la mayoría de los casos, un hombre en quién el interés por la función interpretativa y protagónica en la producción de sentidos ha sido delegada. Ese hombre quiere que le hablen, quiere que le muestren, quiere ver, no quiere discutir. No tiene criterio propio ni le importa tenerlo. Se desvela, en cambio, por ver a quienes, según él, lo tienen y pueden ser ávidamente contemplados desde la inmunidad aparente que brinda el living comedor. Al fin de colmar sus necesidades, el receptor instaura, como digo, una rutina singular. La que asegura su diaria ración de novedades. Sabe todo lo que pasa pero nada le pasa en verdad con todo lo que sabe. Su labor y goce son administrativos. Reemplaza una noticia por otra que nace para alcanzar su apogeo de una hora. No hilvana los hechos en un continuo. No procesa. No relaciona. Simplemente sustituye. Lo que ayer sabía es desplazado por lo que sabe hoy. Su estabilidad proviene del espacio, no del tiempo: su living, su silla, su bebida, sus pantuflas. Con ese arsenal se instala cada noche ante el televisor. El mundo- de eso él está convencido- nunca es el mismo. Él, en cambio, será la constante. Allí está: fiel, impertérrito, invariable……Sus ojos son, como los de Dios, los de aquél ante quién todo sucede. Ha sido convocado como veedor. Todo lo que ocurre se ha recopilado para él. Para que él lo pueda ver. Para que él pueda juzgar y todo ello sin necesidad de involucrarse en los riesgos que muchas veces acarrea lo que pasa. De modo que su condición de testigo ocular indirecto lo ampara y a la vez lo privilegia. He visto, he mirado. Puede decir yo vi como quién dice yo soy…..Su palabra cuenta con el respaldo que dan los hechos vistos con sus propios ojos. Poco importa que cuando se lo escucha no se sepa que piensa……A lo sumo le pedirán su opinión por teléfono para sumarla a otras mil y, al divulgarla, el barrio donde vive importa más que su apellido: será Pablo de Caballito o Marcelo de Parque Chás. Pero, en triste compensación, se sabrá que vio, que él vio, y su condición de televidente bastará para impulsarlo hasta la cima de un imaginario consenso colectivo”
Cuando Kovadloff deja los temas como la vida, la muerte, sus ensayos sobre la intimidad, o el enigma del sufrimiento y baja a los temas políticos se le nubla la vista, se le traspapela el conocimiento que exhibe sobre los temas anteriores y actúa como esos goleadores frustrados a quienes se la achica el arco y se empequeñece considerablemente su valor. O tal vez no sea otra cosa que una política premeditada de coincidir con el poder, que es lo que le permite tener una aceitada maquinaria de promoción para sus libros y su figura.
Columnista frecuente del diario La Nación, a medida que fue adhiriendo a su pensamiento el peso ilevantable de la ideología de la tribuna de doctrina mitrista, su pensamiento político pierde peso, su prosa prolija no puede evitar exteriorizar una larga retahíla de lugares comunes. Es un “progresista” que se arrodilla ante el establishment, pero envolviendo su discurso con permanentes invocaciones a la República y la Ética. Hacerlo desde las páginas del medio que apoyó los golpes de 1930, 1955,1966, 1976, el que impulsó el terrorismo de Estado, abrazó el neoliberalismo, predica el libre comercio y desprecia las funciones de control y regularización del Estado, pero no tiene empacho de asociarse al mismo para ejercer un monopolio desde Papel Prensa, es como ser un moralista en un burdel. Un medio de una coherencia antinacional incuestionable fundado por Bartolomé Mitre, el presidente que aplicó una política criminal contra los caudillos norteños y en alianza con la corona portuguesa y los comerciantes del puerto de Buenos Aires y Montevideo arrasó con el país más desarrollado del siglo XIX que era el Paraguay al cual sometió a un exterminio genocida. Una vez bautizado en las aguas del mitrismo y asumido en vistoso envase propio el contenido ajeno, los pasos siguientes están cantados. Actuar como el intelectual estrella en la Mesa de Enlace, o ser invitado al programa de Mariano Grondona. Ahí asentir con entusiasmo y en un clima de amigos, a los habituales dislates de su conductor como que “todos los gobiernos han fracasado desde 1930”.
Su odio a todo lo que suene a populismo, su devoción por las formas por sobre el contenido está anticipado en una confesión que realiza en el libro citado “… lo multitudinario me abruma, inutiliza mi percepción” ( página 27)
El autoritarismo lo visualiza en Moyano y en D’ Elías pero no en Biolcati, Llambías, Mariano Grondona o De Angeli. Todo lo que tenga cercanía a los trabajadores o a los movimientos sociales, le produce una urticaria de republicanismo. Que piensa que se concretará con todos aquellos representantes del poder económico que han defecado sobre la República tantas veces como se ha intentado cambiar la relación de fuerzas en el país. Por eso es coherente que después que lo vacunaran con fuerte dosis de mitrismo escriba el 20-11-2009 en el diario del general que hasta perdió un desfile: “Son devotos (los Kirchner) del poder. A su servicio lo ponen todo. No buscan sino el protagonismo incesante. Que no se los confunda: son conservadores. ……Vociferan. Acusan. Incendian palabras. Multiplican los gestos amenazantes. Y se consagran a demostrar lo indemostrable: que hay un complot contra ellos. Campesino, mediático, político y financiero. Incluso religioso.” Se puede y se debe criticar al kirchnerismo en sus limitaciones, en sus errores, en sus bolsones de corrupción. Pero al mismo tiempo no se puede ni se debe omitir los avances importantes realizados, medidas fundamentales tomadas cuya implementación junto a las políticas de derechos humanos, produce en los sectores a los que se dirige Kovadloff crispación y odio visceral.
Tanto Heiddeger para confundir a muchos patrones del campo con la categoría de campesinos. A la gente del campo con los rentistas de campos. Llama a las manifestaciones convocadas por Moyano “parodias mussoliniana” Escribe: “Calles y rutas son arterias. Si se las bloquea, el organismo entero se resiente.” No opinaba lo mismo en los cuatro meses de lock-out campestre. Claro, si lo hubiera dicho no hubiera sido el intelectual invitado a los eventos de la Mesa de Enlace. Pero ahí no concluye el tránsito del filósofo por los lugares comunes. El 18-12 2009 escribe: “ Pero, principalmente, y al igual que en los años de plomo, es la vida la que, entre nosotros, ha perdido valor” En este cambalache argumentativo, las muertes perpetradas por los delincuentes y la policía asociada a la delincuencia o a la desestabilización es equiparada al terrorismo de Estado. Un argumento digno de Elisa Carrió, pero por un egresado de Filosofía y Letras.
Puesto en consejero, Santiago Kovadloff clama: “Es posible, por lo demás que, en el transcurso del año venidero la centroizquierda no desoiga el canto de las sirenas que ha empezado a entonar en sus oídos el Frente para la Victoria. Si lo desoyera, daría un paso innovador y fructífero en dirección al fortalecimiento del sistema político. Porque entonces buscaría situar su protagonismo a la izquierda del centro indispensable del sistema, que debe ser aportado a la democracia por la República y no a izquierda de un poder antirrepublicano……Afianzar la república, equivale a afianzar el centro.” Y concluye: “ El Bicentenario encontrará al país embarcado en una disputa sustancial entre el pasado y el porvenir”
Bajemos a los hechos concretos el sentido último de la opinión del Licenciado en Filosofía. Le sugiere a la centro izquierda que no vuelva a cometer “el error” de votar a favor de los proyectos de ley de la estatización de Aerolíneas, de las AFJP, o la de medios Audiovisuales, a las cuales ese sector propuso y fueron aceptadas numerosas modificaciones. En cambio, le sugiere volver a reincidir en “el acierto” de votar en contra de la Resolución 125.
Cuando se toma el trabajo de analizar la política, Kovadloff, parece un rabino Bergman laico, una Mirtha Legrand con formación académica. Entonces conviene recordarle y aplicar a su análisis superficial sus propias palabras en “Sentido y riesgo de la vida cotidiana” (Recitando a Mitre) “…. (no) estará en condiciones de comprender el momento en que vive, ni mucho menos de explicarlo. De lo contrario, bastaría vestir a un orangután en Rhoders para suponer que estamos ante un hombre elegante” ( Página 38).
El libro citado es elogiado por Marcos Aguinis en el suplemento cultural de La Nación del 25-10-1998 (Entre bomberos no se van a pisar la manguera y la fábrica de prestigio, de esta manera, trabaja a doble turno). A su vez en la solapa de “Sentido y riesgo de la vida cotidiana” hay comentarios elogiosos de Ernesto Sábato y Víctor Massuh. Este último, también en su época, columnista de La Nación, Doctor en Filosofía, fue un impulsor del golpe criminal establishment militar del 24 de marzo de 1976. Luego fue embajador ante la Unesco de ese gobierno. En la necrológica publicada por el actual diario de los Saguier, el 18 de noviembre del 2008 puede leerse: "Massuh es el pensador argentino más destacado de las últimas décadas. Fue un hombre que tuvo una capacidad extraordinaria para el pensamiento", aseguró a lanacion.com, el escritor Abel Posse. Según el recientemente renunciado Ministro de Educación de Mauricio Macri y lectura de cabecera del asesino del Campo de Concentración de La Perla Luciano Benjamín Menéndez, Massuh tuvo a lo largo de su carrera un pensamiento que fue más allá del comentario académico, sino que se desarrolló de manera creativa. Ejemplo de esto es el libro “La libertad y la violencia”, donde niega todas las formas extremistas de la política.” Massuh parece un émulo de Kovadloff en sus contradicciones profundas. Si Massuh, según el troglodita Abel Posse, niega todas las formas extremistas de la violencia en un libro de su autoría, pero al mismo tiempo propició un golpe, del que fue funcionario, el más criminal de la historia argentina, Kovadloff encuentra campo propicio para su discurso en los sectores más conservadores y reaccionarios de la sociedad argentina, donde los enunciados democráticos y republicanos, que violaron sistemáticamente, son el estuche que encubre los intereses económicos más descarnados.
El poder económico difícilmente se equivoca cuando selecciona a sus servidores. Mauricio Macri tiene entre sus posibles funcionarios in pectore a Kovadloff y Bergman.
Los intelectuales y el poder
Recordemos nuevamente la definición de Rodolfo Walsh: “El campo del intelectual es por definición la conciencia. Un intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo y en su país es una contradicción andante y el que comprendiendo no actúa tendrá un lugar en la antología del llanto pero no en la historia viva de su tierra.”
Santiago Kovadloff tiene todo el derecho de optar por ser un intelectual del poder. La crítica que aquí se formula no es en función del campo que ha elegido para defender sus ideas, sino apuntalar las incongruencias de predicar un discurso republicano teniendo como tribuna y compañeros de ruta a lo que representan la antítesis de su discurso. Desde un mayor arsenal intelectual, su pensamiento político discurre por los mismos cauces y argumentaciones del rabino Bergman y que llega a la caricatura fundamentalista en los ensayos de Marcos Aguinis.
Un importante escritor italiano, Cesare Pavese, sostuvo en una ocasión: “Hay momentos en la historia, que los que saben escribir no tienen nada que decir y los que tienen algo que decir no saben escribir.” No se refería, obviamente, a la Argentina. Pero muchos años después, la frase parece destinada a la línea media mediática cooptada por el poder económico.
Hugo Presman