La mitología argenta siempre pontificaba que durante enero y febrero nunca pasaba nada, dado que eran considerados meses muertos pues un enorme fluir de gente se tomaba vacaciones, si el bolsillo lo permitía. Pero a la luz de los últimos acontecimientos, la pareja gobernante de un plumazo hizo trizas esta tranquilidad veraniega con una kirchnerada que no estaba en los planes de casi nadie. Con ínfulas de autócrata ruso onda Nicolás II, la presidenta Fernández de Kirchner removió mediante un decreto de necesidad y urgencia al titular del Banco Central por su cerrada oposición a la dilapidación oficial de las reservas. Ante la férrea resistencia de dicho funcionario, nuevamente se echó a rodar el bizarro andamiaje del oprobio K, consistente en escraches por parte de militantes de dudosa voluntad y la descalificación del díscolo por parte del elenco estable del inefable 6,7,8 calificándolo de corresponsable de la hecatombe económica de los 90.
Aunque toda esta parafernalia puede resultar risible vista a la distancia, lo trágicamente funambulesco de este asunto radica en la perversión del discurso. Tal como dijo Luis Zamora, los Kirchner han ensuciado todas las banderas que han tocado, travistiendo la manía de hacer platita a cualquier costo con una retórica de engañoso tinte progresista. Es que mediante actos altisonantes como este, o jueguitos para una tribuna rentada, buscan perpetuarse indefinidamente en el poder burlándose de las instituciones, la constitución y las leyes.
Kirchner subido a una silla sacando los retratos de Bignone y Videla del Colegio Militar sirve para obturar la indiferencia y la desidia durante la noche del Proceso. Kirchner enfrentado al campo a causa de la resolución 125 y expoliando los ahorros de las AFJP es el correlato necesario para diluir de la memoria su pasado usurero y el inicio de su fortuna obtenida gracias a la disposición 1050 de Martínez de Hoz.
Pero detrás de esto, con ribetes de sainete y de telenovela, se esconde la verdadera intención de los actuales inquilinos de Olivos. Pues se teme con fundamento que las reservas no se utilicen para el objetivo manifiesto de evitar la cesación de pagos, sino que los 6500 millones de verdes sean utilizados para el clientelista Plan Argentina Trabaja. O sea, distribuidos a los intendentes aún adictos del conurbano bonaerense y derivados a los punteros para que estos sigan la rueda de la miseria.
Patetismo atroz
Frente al aplauso alquilado de unos pocos, se yergue el estupor de la inmensa mayoría. Muchos millones de argentinos asisten temerosos ante este nuevo atropello de un par de arribistas que parecen no detenerse ante nada. Ayer, el economista Claudio Loser manifestó que espero equivocarme, pero temo que va a haber una corrida en contra del peso y a favor del dólar. Esto puede suceder porque la gente va a pensar que el gobierno se va a gastar las reservas. El gobierno está haciendo lo mismo con las joyas de la familia y se lo van a gastar no en pagar la deuda, sino en cualquier cosa. Se trata de un gobierno desesperado por recursos financieros que está viviendo al corto plazo y puede desatar una crisis de confianza igual a la del campo´´
Cabe recordar que dicha crisis puso al país al borde del caos y la disolución, dinamitando el poco apoyo popular que aún le quedaban a los Kirchner y encerrándolos en un bunker totalmente alejados de la realidad.
Oscuros presagios se ciernen en medio del caluroso vaho de enero, sacudida la modorra del verano por una movida inconsulta que puede desencadenar consecuencias imprevisibles.
Fernando Paolella