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La Argentina: un teatro del “absurdo”

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CONTRADICCIONES DE UN PAÍS INEXPLICABLE
CONTRADICCIONES DE UN PAÍS INEXPLICABLE

Existe un estilo literario-dramático cuya génesis se remonta a la Edad Media del Barroco español con las obras de moralidad alegórica y autos sacramentales. Una literatura llevada posteriormente a las tablas caracterizada por la “carencia de sentido” o “literatura del absurdo”, tal como puede interpretarse éste último en términos corrientes (ya que aún el aparente sin-sentido tiene su razón de ser), en la que se destacaron por ejemplo Kafka, Caroll y Strimberg.

 

Esta corriente, toma fuerza en París en el decenio cuarenta-cincuenta con autores como Ionesco, Beckett, Genet, entre otros.

La expresión “teatro de lo absurdo” deriva de la concepción filosófica de  pensadores existencialistas como Jean Paul Sartre, que procuraban captar e interpretar la esencia de las creencias occidentalistas de un continente inmerso en una estéril lucha (2da. Guerra Mundial) donde quedaban en evidencia el sin sentido de la vida reflejado justamente en los diálogos de corte netamente absurdo, desprovistos de la cohesión lógica que, de manera inversa, caracterizan al llamado “realismo”.

El absurdo resume entonces para este arte, el salvajismo, lo inexplicable desde la razón, el discurso disparatado, evocando “fantasías”, “sueños que resultan pesadillas”, donde sólo aflora la subjetiva realidad (absurda), interna del autor.

La obra “El Rinoceronte” por ejemplo de Ionesco, describe la banalidad de las personas sumidas en un mundo contradictorio en el cual no logran la comunicación entre ellas.

Análogamente, los dementes, desequilibrados perfectamente identificables entre nuestros representantes actuales por sus dichos y actos en ese sentido de manera recurrente, no sólo no logran ni quieren la comunicación con sus semejantes, sino que hasta llegan a padecer de contradicciones descomunales para consigo mismos, o dicho en términos futbolísticos “lo  único que hacen es patearse en contra”

Actuando de un modo diametralmente opuesto al que deberían en términos de concretar su sueño de perpetuidad en el poder, dilapidan irrecuperables horas, días, meses y años en innecesarios discursos que resultan lo diametralmente opuestos a sus actos, y tratando de ocultar sus más que evidentes y mezquinos intereses se empecinan de manera paradójica con acciones públicas, implementación de políticas que a lo único que conducen es a acrecentar el rechazo masivo de manera exponencial.

Todos nos contradecimos, pero hay contradicciones y contradicciones, ahí quizás se hace más evidente la tenue línea entre lo que entendemos por “normal” y lo “anormal”.

La confrontación por la confrontación, la dicotomía en el hacer y el decir que pone de relieve la forma en que los caprichos absurdos derivados de mentes febriles han usurpado el lugar de la razón que utilizaría las órdenes e instrucciones orientadas a la implementación y desarrollo de “un modelo”, por mejor o peor que éste fuera. Aquí no hay modelo, hay una “teatralización del absurdo”, una representación grotesca de psiquis desorientadas, confundidas, que perdieron hace mucho tiempo su brújula, dejaron de ser para pasar a estar esclavos de la ambición desmedida, del egoísmo exacerbado, del odio y sed de venganza que enferma la mente y el cuerpo y eso se nota mucho, se sabe más de lo que se desearía, por más recursos que se dilapiden para tratar de ocultarlo.

Sin embargo, no es menos relevante considerar la perspectiva opuesta, esto es que "Los pueblos tienen el gobierno que se merecen". Unos le adjudican la célebre frase a Moura, un político español conservador del siglo diecinueve; otros dicen que pertenece a Unamuno, de cualquier manera, como un modo de validar o refutar tal hipótesis, podemos remitirnos a las investigaciones científicas de diversas disciplinas que tienen estos temas mucho más claros que nosotros, y tropezarnos por ejemplo con un Psicoanalista como Carl Jung, quien desarrollara su “Teoría de los Arquetipos” definiéndolos como aquellas imágenes comunes a todos los seres humanos, revestidas de un poder tal que interconectan sociedades enteras mucho más allá de su cultura, religión, raza, etc.

En esta Teoría, Jung dice luego de sus exhaustivas investigaciones que los líderes de cualquier sociedad representan estas imágenes arquetípicas (Hitler, Stalin, la Madre Teresa de Calculta, Jesucristo, Budha, Perón, etc).

Pensemos entonces ¿por qué tenemos los gobernantes que tenemos?

Desde la Biología, si abordamos el análisis por la “Teoría del Campo Mórfico” de Sheldrake, podemos ver que toda sociedad presenta campos mórficos socioculturales en el marco de los cuales se estructura todo lo  inherente a la misma. Más allá de su composición con miles y miles de personas “aparentemente” diferentes, una sociedad en su conjunto responde conforme a las características de su campo mórfico de manera uniforme a un sinnúmero de estímulos.

Volvámonos a preguntar ¿Por qué tenemos los gobernantes que tenemos?

Bajo la óptica de la “Sociología Política” el tema se diversifica y complejiza porque esta disciplina no sólo estudia el comportamiento o conductas de los políticos, sino que la forma de buscar explicaciones para la misma se sustenta en varios análisis entre los cuales no puede faltar la idiosincracia de los ciudadanos a quienes representan y los llevaron inexorablemente donde están.

Así por ejemplo podemos reparar en que nos quejamos de la maldad, inoperancia y demencia de quienes nos gobiernan y no queremos saber nada con que alguien nos diga ¿Y por qué los dejaron llegar al gobierno y quedarse tanto tiempo?

No oponemos ni la menor resistencia a los mensajes subliminales que nos idiotizan sabiendo que están hechos para eso y si no logran afectarnos, decididamente simulamos que quedamos hipnotizados con la más escalofriante actitud de pasividad mientras en paralelo seguimos quejándonos todas las horas de nuestra vida sin hacer nada para revertir la situación.

Entonces, nuestra vida cotidiana, la de todos los argentinos, los poquísimos que no se dan cuenta y todos los que dándonos cuenta no hacemos nada, se transforma en el “Teatro del Absurdo”, somos muertos enterrando a nuestros muertos, autómatas irreversibles o por opción.

Hoy, aquí vivimos en una enorme alegoría del absurdo, la permanente contradicción entre lo que queremos obteniendo siempre lo contrario, el antagonismo entre lo que declaramos querer y lo que terminamos eligiendo, la absurda obsesión por encontrar a ese “alguien” que nos libere de todos nuestros males que supimos conseguir a fuerza de generaciones y generaciones repitiendo errores sin detenernos un minuto a pensar ¿estaremos haciendo algo mal?, la imposibilidad de organizarnos como comunidad mínimamente sobre la base de los objetivos comunes, mientras dejamos para momentos menos “álgidos” la discusión, consenso y hasta dentro de ciertos límites, tolerancia en cuanto a nuestras diferencias.

Seguimos en la platea observando con la boca abierta y los ojos desorbitados todas las escenas de una obra que encima, reproduce con la más alta fidelidad todas nuestras miserias, libreto cuya autoría nos pertenece por acción u omisión, y nos creemos la fábula de que no tenemos nada que ver y no podemos hacer nada para revertirlas.

Vuelvo una vez más a citar una de las verdades más brillantes que he leído en mi vida y  acostumbro referenciar con mucha frecuencia porque la considero la más extraordinaria clave resolutoria de todo el quehacer humano: “El mundo que hemos creado como resultado de nuestro pensamiento hasta hoy día, tiene problemas que no pueden resolverse si seguimos pensando de la forma como pensamos cuando lo creamos”. (Albert Einstein: El precio de la excelencia).

 

Nidia G. Osimani

 
 

12 comentarios Dejá tu comentario

  1. "Si no te importa dónde quieres ir, da lo mismo por dónde vayas" (Gato de Chesire, en Alicia). Qué citero que estoy hoy, no? Bueno, le agregaré el estar referencioso: para un análisis gótico de la realidad, explorado a través de la obra de varios artistas, le recomiendo Museo Negro, libro, de la rosarina María Negroni. No recuerdo año, edición ni editorial, a pesar de que lo terminé de leer el viernes. Los años no vienen solos, Nidia. Cuide los suyos.

  2. "Cuídese de los suyos", capaz sería mejor consejo. Pero dicen que dar consejo es una buena forma de asegurarse el resultar odioso. Así que retiro ambas versiones, ya que no puedo revertir mi odiosidad. La ociosidad a veces sí puedo. Cuando entra la jefa a la oficina, por ejemplo.

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