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La fiesta de los taladros

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LOS INTERMINABLES FRENTES DE PELEA POLÍTICA
LOS INTERMINABLES FRENTES DE PELEA POLÍTICA

“Yo denuncio a toda la gente

 

 que ignora a la otra mitad,

 la mitad irredimible

 que levanta sus montes de cemento

 donde laten los corazones

 de los animalitos que se olvidan

 y donde caeremos todos

en la última fiesta de los taladros”.

Federico García Lorca, Poeta en Nueva York

 Apareció un martes otoñal en el que la lluvia apelmazaba los pasos de los porteños. Raudamente en una camioneta con vidrios polarizados, se dirigió a los Tribunales de Comodoro Py para presentarse ante la Cámara Federal. Nerviosamente, Fernando De la Rúa evitó en todo momento encontrarse con la prensa allí apostada. Acompañado de sus abogados Zenón Cevallos y Miguel Almeyra, presentó un recurso destinado a ser absolueto por las 5 muertes del 20 de diciembre de 2001. El “aburrido” ex mandatario prófugo del helicóptero nuevamente se presentó con el sayo que más le gusta, el de la impotente víctima de las circunstancias adversas. Mostrando un patetismo rayano en el ridículo, De la Rúa apeló al consabido recurso de la desmemoria para huir otra vez hacia delante. Deliberadamente, dejó que una oportuna amnesia temporal se apoderara de su mente para olvidarse las oportunas sugerencias de su hijo Antonito, aquel interminable miércoles 19 de diciembre. Haciendo las veces de consejero presidencial, el inefable vástago presidencial intentó convencer a su autista padre prescindente de sacar los tanques a la calle. Tamaño dislate dejó boquiabiertos a los titulares de las FFAA, que con buen tino sugirieron que no confiaban en la lealtad de las tropas a su cargo. Menos mal, pues si hubieran hecho saludo dos la cifra de muertos del día siguiente sería inmensa.

 Entonces, ¿hasta cuándo el ex prescindente seguirá abusando de la paciencia de propios y extraños? ¿O las rejas sólo esperan a impresentables devaluados como María Julia o los Fassi Lavalle? 


Con todo su peso

 

 Elisa Lilita Carrió cazó el taladro y prosiguió horadando el frágil piso en el que están posados los transversales kirchneristas.“Duhalde controla a las mafias, y Kirchner para seguir siendo presidente, necesita eliminar a esas mafias. Las peleas entre ambos obedecen a un conflicto de poder generado por el armado de candidaturas y acuerdos con intereses encontrados”, disparó con munición pesada. Y del otro lado del ring, quien otro que el inefable Aníbal Fernández salió con los guantes prestos a la réplica.“La señora Carrió tiene un conducta similar a los tribunales nazis, pues allí sólo tenía valor lo que formaba parte de esa ideología”, le retrucó el ministro del profuso bigote. ¿Realmente el ministro del Interior pensó en semejante comparación? Pues resulta insólito comparar a doña Carrió con Ronald Freisler, el titular del nefasto Tribunal del Pueblo que juzgó y colgó de ganchos de carnicería a los conspiradores del frustrado atentado contra Hitler, del 20 de julio de 1944. Honestamente, es muy probable que a Aníbal Fernández se le haya ido la mano.

 Pues imaginar a Lilita embutida en el siniestro uniforme negro de las SS, de la mano con Josef Mengele, es un poco demasiado.

 

Transversales, ortodoxos y blumberguianos

 

 Otro que sacó el taladro del cajón de herramientas, es el Cabezón Eduardo Duhalde. Visiblemente hastiado del poder hegemónico de Néstor Kirchner y compañía, motoriza desde sus oficinas de Puerto Madero un polo opositor en el que cuadran aquellos desplazados por la topadora pinguinera, entre ellos hasta el propio vicepresidente Daniel Scioli. Convencidos de que el mandatario santacruceño les sacó la roja a los gobernadores y se quiere cortar solo, no están dispuestos a perderse ni un pedacito de la torta y están dispuestos a dar una dura pelea.

 Y en el medio de esta disputa, se yergue el difuso enclave levantado por el dolor de Juan Carlos Blumberg, que a todas luces le viene como frutilla de la torta para los conocidos de siempre con el taladro siempre dispuesto. Aunque Blumberg haya indicado en más de una ocasión su rechazo a participar en política, hay muchos que desearían que así fuera pues como dice el dicho, “a río revuelto ganancia de pescadores”.

 El ring se agita, los contendientes se miden despaciosamente y el gong que indica el comienzo está por sonar. Tomen asiento, pues la pelea subsiguiente de seguro será de antología. Eso sí, deberán dejar los taladros bien guardados porque lo prohíbe el reglamento.

 

Fernando Paolella

 

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