El sol otoñal recorre la Plaza de Mayo, con sus rayos cada vez más debilitados a causa de la declinación de la tarde.
Lentamente, las columnas del Bloque Piquetero, de jubilados, de asambleas barriales y de deudores hipotecarios van tomando posiciones en orden y concierto.
Es la conmemoración del Día del Trabajador, otrora una fecha cara en la liturgia justicialista, pero en este 2004 de esto no quedan ni vestigios. Gracias, en mayor medida, a los mismos dirigentes justicialistas que vendieron esa heredad por más que un plato de lentejas.
Pues desde hace 3 años el histórico paseo dejó de ser de “Perón y Evita”, para trasformarse en el punto de reunión de los referentes de otros signos político-ideológicos. Que la Plaza haya sido “ocupada” por los “otros”, es un signo de fuego que ilustra con creces la crisis del tradicional sistema bipartidista vernáculo.
Y lo que es peor, que ni las dos CGT ni la CTA se hayan acordado del sacrificio de los mártires de Chicago, y de tantos otros hermanos trabajadores, es una muestra contundente que la historia y la realidad les pasaron por encima y ni acusaron recibo.
Cambio de tornas
El improvisado palco, en realidad la caja de un camión, de espaldas a la Pirámide y a la Casa Rosada, ya es todo un clásico. Como la valla divisoria erigida en pleno menemismo, detrás de la cual se apostan policías de mirada atenta pero sin ánimo de reprimir.
Esta separación de hecho, evidenciada por el vallado de marras, es una postal gráfica del dramático contrapunto que padece la sociedad argentina. “De un lado y del otro”, “nosotros y ellos”, son las frases que cualquiera podía pensar cuando veía semejante cuadro.
Cuadro que durante el pasado mes de abril se percibió patente en las dos megamovilizaciones convocadas por Juan Carlos Blumberg, un hombre sin pasado contestatario, que a raíz de la muerte de su hijo Axel cayó en la cuenta acerca de la brecha profunda entre la corporación política y el resto de la sociedad.
Pero, ¿qué es lo que hermana y separa de los movilizados por Blumberg y los que coparon la Plaza de Mayo el día 1°?
A los motorizados por Blumberg los une el espanto por la inseguridad, pero difícilmente muchos de ellos piensan en las verdaderas causas de la misma. Una de ellas es la exclusión y marginación social, como también la connivencia entre política y delito. Aquellos que se movieron hacia Plaza de Mayo también sienten horror por la inseguridad, pero la viven cotidianamente porque muchas veces vieron caer un ser querido víctima de la secta del gatillo alegre. En las marchas del padre de Axel, éste evita que se putee al gobierno, en cambio en Plaza de Mayo se lo señala como partícipe de la inseguridad por omisión o complicidad.
Por todo esto, bien se puede inferir que las tres plazas, la del Congreso, Lavalle y Plaza de Mayo son herencia directa del repudio generalizado durante las jornadas de diciembre de 2001.
A pesar de que las tres se miren con un poco de recelo, y que espurios intereses intenten colarse, lo que las une es la constancia feliz de que la participación democrática y ciudadana sigue latente a pesar los espejitos de Blancanieves que reflejan una realidad espuria de cartón pintado.